Entradas

Mostrando entradas de abril, 2015

Evangelio para el fin de los tiempos, Ercole Lissardi

Imagen
1 Hace ya unos cuantos años Pablo Dobrinin armó (en su artículo El caracter político de la ciencia ficción uruguaya ) una lista de libros y revistas de autores uruguayos que consideraba vinculados a ese género; entre ellos estaba Evangelio para el fin de los tiempos, de Ercole Lissardi, que, en mi opinión de entonces -y así lo discutí con Dobrinin- se leía más como fantasía que como ciencia ficción. Ayer releí la novela, y me pareció interesante darle unas vueltas más al asunto. No porque me parezca interesante en sí mismo el hecho de pegarle una etiqueta genérica sino porque leerla buscando marcas de género puede poner en evidencia ciertos mecanismos del relato que terminan por iluminar un par de líneas que me resultan especialmente importantes en el contexto de una lectura más completa de la obra de Lissardi. En cualquier caso, hay que reconocerle a Dobrinin que Evangelio ... se sirve de un tópico de la ciencia ficción: el relato de catástrofe inminente debido al impacto de un ast

Shogun inflamable, Salvador Luis Raggio

Imagen
1 Teníamos la literatura pop, luego tuvimos el afterpop (al menos según lo caracterizó Eloy Fernández Porta) y ahora tenemos Shogun inflamable , del peruano Salvador Luis Raggio (1978). Claro que esta es sólo una manera de leerlo. También tenemos esa tradición que para la literatura uruguaya Ángel Rama llamó la de "los raros" y que acaso pueda convertirse en algo interesante si se la arrima al slipstream, a lo inclasificable, lo inquietante, lo extraño... es decir, todos elementos ambiguos y vagos que, juntos, pueden servir así sea como ejes de coordenadas. Desde esa confusa avenida de lectura está claro que los cuentos de Shogun inflamable son, sí, raros. Es fácil leerlos y preguntarse "¿qué?" o estar leyéndolos y pensar "¿y esto cómo se come?"; esa extrañeza, además, salta, muta, se destruye y vuelve a crearse cuento tras cuento; así, no sorprende o intriga de la misma manera " Territorial pissings ", que se puede leer como una distopía adol

Cómete a ti mismo, Nicolás Méndez

Imagen
Quizá el mayor logro estético de Cómete a ti mismo , la reciente novela de Nicolás Méndez (Buenos Aires, 1972) ganadora del Premio Equis de novela 2014, está en la primera mitad del libro. Allí seguimos algo así como la educación sentimental del narrador y protagonista, entre el heavy metal ochentero de su hermano mayor y el catolicismo impuesto desde el colegio y la familia, entre el mindset de clase media alta y sus propias exploraciones sexuales. Y hay momentos realmente fascinantes; la voz construye un extrañamiento por momentos perturbador, muchas veces hilarante y escatológico, siempre efectivo, y va alineando el relato hacia una suerte de conciencia de clase exacerbada, que termina de alguna manera embalsada en la segunda mitad del libro, donde nos encontramos con algo así como un fanatismo o extremismo en las opiniones del protagonista, con todos los lugares comunes de una generación acunada por cierta literatura y filosofía que se leyó como extrema o maldita (Artaud, Rimbaud,

Resaca, Nelson Díaz

Imagen
Máquinas blandas   Parece fácil ver un cliché en referencias acumuladas a “almas sensibles en franca extinción”, a “…las hipillas [que] entran en la categoría progres/ambientalistas/salvemos a las ballenas”, a ser “un náufrago analógico en un mundo digital” y a “…los culos enfundados en calzas que salían a hacer footing y que, de paso, demostraban que aún tenían algo tangible para mostrar, además de la estupidez”; lo llamativo es que Resaca, reciente novela de Nelson Díaz, se las arregla para ser uno de los libros más interesantes de la narrativa uruguaya reciente, pese a las citas recién reproducidas.   Una de las razones por las que la novela interesa –e incluso, en sus mejores momentos, fascina– tiene que ver, precisamente, con esos lugares comunes de cierta contracultura contestataria, desencantada, acaso cínica… o, mejor dicho, con el tratamiento de esos lugares comunes que encontramos en sus páginas. Felipe Polleri, por ejemplo, se refiere a Nelson Díaz –en su

El congreso de futurología, Stanislaw Lem

Imagen
Futuro incognoscible   Stanislaw Lem publicó Los diarios de las estrellas en 1957; la habían precedido una compilación de relatos breves, Sezam ( Sésamo , de 1955, no traducida al castellano hasta donde sé) y cuatro novelas y nouvelles, entre ellas El hospital de la transfiguración (1948), hace un tiempo bellamente editada en castellano por la editorial Impedimenta. Después, en 1971, Lem amplió Los diarios, y esta edición fue la traducida al castellano y publicada en sucesivas ediciones a cargo de las editoriales Edhasa y Bruguera, generalmente en dos tomos. Se trata de un conjunto de historias protagonizadas y narradas por el viajero espacial Ijon Tichy, incluyendo paradojas temporales, creación de universos, transhumanismo y robótica, por listar unas pocas coordenadas.    Tichy es protagonista, además, de otros textos de Lem, entre ellos Paz en la tierra (1987, publicada en castellano por Cátedra en 2012), La escena del crimen (1982, todavía sin traducción al castel

Bacacay, Witold Gombrowicz

Imagen
Las locas aventuras del primer Gombrowicz En 1933, es decir cuatro años antes de la aparición de Ferdydurke,   – recientemente reeditada en su legendaria versión en castellano y para muchos la obra maestra de su autor– Witold Gombrowicz había publicado un compilado de cuentos titulado en polaco Pamiętnik z okresu dojrzewania , título que, dicen por ahí, puede traducirse literalmente como “Memorias del tiempo de la inmadurez” y que también vale, entonces, por “Memorias de la pubertad”.    Veinticuatro años más tarde Gombrowicz volvió a este libro inaugural y le añadió cinco textos, entre ellos “Filifor forrado de niño” y “Filimor forrado de niño”, que integran Ferdydurke . El libro revisitado terminó por llamarse Bacacay , en relación a una calle del barrio porteño de Flores en la que vivió Gombrowicz durante sus primeros años en Argentina, y ha sido publicado en castellano hace poco más de un mes por la editorial Cuenco de Plata, también responsable de la mencion