El espejismo y la promesa
Que las únicas revoluciones toleradas por la literatura uruguaya son las silenciosas, que los escritores uruguayos parecen vivir en una versión aún más resignada de lo que Roger Waters llamó quiet desperation no es ningún secreto; tampoco que desde el fin de la dictadura la única cosa que realmente pasó en la literatura uruguaya fue esa pequeña o breve efervescencia de los escritores entonces llamados crueles, quién sabe si en broma o en serio –Henry, Mella, Escanlar, Peveroni– , que más o menos lograron delinear una literatura nueva, o que parecía nueva, entre el realismo cansado y de bordes limados de los autores bancados por EBO y el juego intrincado, rápidamente oculto y combativamente autista de Hamed, Rehermann y Espinosa (a quien una década después otros críticos elevarían al pináculo de un nuevo canon). Salvo que en verdad podamos pensar que a partir de 2008 se empezó a perfilar una renovación más a largo plazo. La publicación de Porrovideo, el libro de cuentos de Jorge Alfo...