Muerte por videojuego, Simon Parkin
Marcianitos asesinos El 31 de enero de 2012 Cheng Rong-Yu se sentó ante una computadora en un cibercafé de Taipéi para jugar a un videojuego online. Así pasó veintitrés horas, intercalando con el juego momentos en que, tras poner en pausa su desarrollo, dormía algunos minutos frente al monitor. Pero eventualmente una de esas siestas brevísimas se demoró un poco más. Y más, y más, hasta que, (recién) nueve horas más tarde, un empleado del cibercafé se propuso despertarlo. Pero Cheng Rong-Yu había muerto. Simon Parkin, uno de los reseñistas de videojuegos más importantes del mundo anglosajón, arranca su libro Muerte por videojuego con la historia del taiwanés. Y aporta también otros tantos relatos de muertes ante la pantalla de un juego: hay muchos casos recientes de gamers asiáticos –más adelante en el libro Parkin se refiere a las condiciones sanitarias de los cibers de Hong Kong y Pekín– que colapsan tras sesiones maratónicas de Starcraft, y también, a modo...