1Q84 libro 3, Haruki Murakami
¿Y
qué pasó con la crisálida?
Como El
Señor de los Anillos, 1Q84, de
Haruki Murakami (Kioto, 1949), es en realidad una extensa novela dividida en
dos libros (como en la edición española a cargo de la editorial Tusquets) o en
tres (como la edición japonesa original). Y, en cierto modo, la espera que se
impuso entre el primer volumen en español (que incluía los libros 1 y 2) y el
tercero (con el libro 3) jugó un poco en contra al balance final de su lectura.
Quizá porque había elevado considerablemente las expectativas, apuntando a una
serie de elementos intrigantes que incluían misteriosos cuasi-duendes, sectas,
desplazamientos entre mundos paralelos y una compleja mitología; no es que todo
eso no aparezca en el libro tres, ni que se arruinen las posibilidades que
ofrecían los dos primeros… lo que sucede, en rigor, es que se esperaba más: más
complicaciones, más situaciones, más información sobre el (o los) mundos de la
trama. En ese sentido, el libro tres de 1Q84,
leído casi un año después de los dos primeros, llega a ser un poco
desilusionante, en tanto da la sensación de que no pasa gran cosa, que lo
sugerido en los dos primeros libros no es explorado ni desarrollado lo
suficiente.
Leídos los tres libros sin quiebres (en una
hipotética edición de un solo volumen, por ejemplo), en cambio, la perspectiva
podría cambiar. La novela tiene claramente un nudo, un pico de complejidad,
ubicado entre la mitad y el final del segundo libro; a ambos lados de ese
núcleo, como si Murakami hubiese
acometido deliberadamente la escritura de un libro esencialmente
simétrico y equilibrado, las cosas se simplifican, se disuelven, y en ese
sentido el desenlace parece justo, ni forzado a una supernova espectacular ni
rebanado arbitrariamente. En rigor, es cierto que tanto el principio como el
final se las arreglan para ser intrigantes; lo que sucede, de todas formas, es
que en el libro uno sabemos que la cosa va a complicarse más, mientras que
avanzado el tres es fácil que el lector comience a calcular cuantas páginas le
faltan y a preguntarse si el autor podrá arreglárselas para resolver las
variadas situaciones en la extensión que le queda a su libro. Esta pregunta
llega a impregnar demasiado la lectura, y en esas circunstancias parece harto
difícil pensar un desenlace enteramente satisfactorio.
El
mundo de las dos lunas
Es inevitable un breve resumen de la trama:
en los libros uno y dos asistimos a las historias intercaladas de Tengo,
profesor de matemática a nivel liceal y escritor frustrado, y Aomame, masajista
profesional y asesina a sueldo, en Japón y en el año de 1984. Ambos, en
distintos puntos de su historia, acceden a un mundo que difiere del “real” en
varios puntos intrigantes incluyendo la presencia de dos lunas en el cielo y la
existencia de algo llamado “crisálida de aire”, que permite que los seres
humanos se comuniquen con la “little people”, una suerte de criaturas feéricas
que recuerdan al magistral El pueblo
blanco, de Arthur Machen. La secuencia principal de Tengo incluye su labor
como escritor o corrector “negro” para una editorial; el libro que reescribe se
llama, justamente, La crisálida del aire,
y su primera y desprolija versión fue escrita por una chica muy misteriosa que
se hace llamar Fukaeri. Terminado el trabajo y publicado el libro, Tengo
descubre que ya no vive en el mundo real sino que se ha trasladado
involuntariamente al de la novela. La historia de Aomame incluye la misión de
asesinar al líder de una secta, quien luego entendemos que es el padre de
Fukaeri; la asesina a sueldo accede al mundo de 1Q84 en el primer capítulo de
la novela, cuando hace algo inesperado y fuera de lo que parecería el orden
natural de la vida en Tokio.
Tengo y Aomame, además, fueron compañeros
de clase en la infancia y después se separaron; a medida que avanzan los dos
primeros libros, el deseo de encontrarse de nuevo empieza a dominar sus
acciones, hasta que, para el final del libro dos, este cometido es, ya, el
centro de sus vidas, de modo que el reencuentro se propone como el punto al que
tiende la narración. Ambos libros están divididos en capítulos relativamente
breves, que van intercalando el punto de vista de la narración entre Tengo y
Aomame: los capítulos impares para la masajista asesina y los pares para el
escritor y profesor.
El tercer libro aporta a Ushikawa (que
había aparecido brevemente ya en el libro dos), un investigador profesional y
otro personaje que aporta su punto de vista; los capítulos ahora pasan a
ordenarse en grupos de tres y siguen la pauta Ushikawa – Aomame – Tengo. La
misión de Ushikawa, contratado por la secta, es dar con Aomame. Su labor de
investigador le permite reconstruir bastante de la historia, de modo que un
tercio de los capítulos en rigor no prolongan gran cosa la trama, en tanto
narran los descubrimientos de Ushikawa, que en rigor sólo aportan información
que el lector ya maneja. Desde Tengo la única derivación importante está en los
días que este pasa junto a su padre en estado comatoso, que permiten una
pequeña historia de fantasmas bastante interesante pero, a la vez, un poco trunca.
En cuanto a Aomame, la encontramos refugiada en un apartamento y ocupada en
leer a Proust y en reflexionar sobre su vida; pronto descubre que está
embarazada y alcanza la certeza –que parece desafiar la lógica– de que el padre
es Tengo. Cuando las tres historias se encuentran, en el último cuarto del
libro, el desenlace cristaliza. Pero –un poco a la manera de Lost– lo que de alguna manera termina no es el adentrarse del lector
en el mundo paralelo (y su creciente conocimiento de este, como pasaba en Lost en relación a la Isla y sus
misterios) sino la peripecia de los personajes: ambos han cambiado desde los
solitarios un poco grises del primer libro, como si el contacto con el mundo
fantástico y misterioso les encendiese la proverbial chispa en su interior; sus
vidas se verán drásticamente alteradas y, en más de un sentido, un nuevo mundo
se les abre en el futuro. Pero, claro, es inevitable sentir que todo el asunto
de la crisálida del aire y la little people era al menos igualmente interesante
(si no más) que las historias de Tengo y Aomame, y, en ese sentido, el final de
la novela deja gusto a poco.
También es cierto que Murakami ha
encontrado en 1Q84 lo que bien podría
ser la altura máxima de sus poderes como narrador. La trama es llevada con un
pulso impecable, y el estilo en apariencia simple (habría que preguntarse un
poco por la traducción, que aquí y allá –en ciertas expresiones idiomáticas–
sugiere que el traductor Gabriel Álvarez Martínez se ha inspirado quizá
demasiado en la versión en inglés) termina, por acumulación, convertido en la
manera idónea de construir este mundo paralelo, fantástico-pero-no-tanto, en lo
que podríamos entender como una delicada y a la vez inquietante modulación de
la fantasía, lo fantástico y la ciencia ficción.
Publicada en La Diaria el 29 de agosto de 2012
Mi reseña de los libros 1 y 2 de esta novela, aquí.
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