El libro de los mitos, Pedro Peña
Terror
en el bosque
En pocos narradores uruguayos recientes es
dable discernir un proyecto narrativo o una personalidad apreciable o definida,
más allá de la usual maraña de escrúpulos, automatismos e influencias éticas y
estéticas (Levrero, Onetti y algunos más). En el caso de Agustín Acevedo
Kanopa, por ejemplo, él mismo se ha encargado de señalar un posible “método” en
su escritura (registrar escenas, diálogos, epifanías y después hilvanarlos en
relatos que escapan a la estructura clásica del cuento), confiriendo así importancia
al “proceso” a la par del “producto” –un gesto para nada común entre la gran
mayoría de sus compañeros de “generación”, Horacio Cavallo, Carolina Bello y
Martín Bentancor por nombrar unos pocos. La atención a los
géneros narrativos, por otra parte, distingue la escritura de Rodolfo Santullo,
una obra en proceso –tanto en historieta como en narrativa– tan profusa como
consistente.
Sin embargo, es quizá en el trabajo de
Pedro Peña donde pareciera más fácil encontrar un proyecto marcado o un
conjunto definido de intereses, fascinaciones y líneas de investigación y
experimentación. Su primer libro fue la colección de relatos Eldor (2006), donde quedaron
establecidos al menos tres ejes que Peña exploraría más adelante: la atención a
la ciencia ficción y la fantasía, el intento de construcción de un mundo
coherente y los mitos como sustrato de la narración. Peña escribió después
cuatro novelas policiales (Ya nadie vive
en ciertos lugares, No siempre las carga el diablo, Tampoco es el fin del
mundo, A veces tarda, casi nunca llega, todas publicadas por Estuario
Editora en su colección Cosecha Roja) que conforman una suerte de saga centrada
en un periodista devenido investigador privado, pero las líneas originadas en Eldor se desarrollarían especialmente
tanto en el libro Mito (2013), que reescribía ciertos lugares de
mitologías diversas, como en el proyecto en marcha Los manuscritos de la montaña –que circuló entre amigos del
escritor– y en relatos ambientados en el universo de Eldor, todavía no recogidos en libro.
Esa(s) línea(s) son especialmente visibles
en El libro de los mitos – Historias del
Lago, su más reciente publicación. Se trata, a primera vista, de una novela
orientada a adultos jóvenes, un poco en la línea de la también reciente (y de
terror sobrenatural) Nocturama – LosDemonios (2014), de Sebastián
Pedrozo, a la que volveremos al final.
En El
libro de los mitos hay una trama básica en la que dos chicos (cuyas personalidades
ofrecen un guiño a buena parte de la literatura juvenil contemporánea, en
particular al dúo protagonista-voluntarioso/chica-inteligente a la Harry Potter
y Hermione Granger, aquí representado por los hermanos Eric y Laura) descubren
una realidad más profunda y cargada de elementos sobrenaturales, desde la que
asoma un libro misterioso que se va adivinando como una suerte de libro-total
o, dijera Mallarmé, una “representación órfica de la Tierra”, pleno en relatos
de mitos y revelaciones de naturaleza mágica. La dinámica entre los personajes
es un punto fuerte, pero aquí y allá se notan digamos parches que sugieren un reformateo del libro para el que sería su
público final, como si Peña hubiese arrancado su proyecto pensando en un
conjunto más amplio y variado de lectores. Esos parches incluyen apelaciones al
humor y momentos en los que el perfilado de los personajes se vuelve más obvio
o forzado, y si bien no desentonan (por el contrario, podría argumentarse que
aportan a la construcción de El libro de
los mitos como una buena novela juvenil o young-adult) son quizá demasiado visibles.
Quizá el mayor defecto del libro, sin
embargo, es que la secuencia principal de acontecimientos –la llegada de los
personajes a Lake of the Woods y la ciudad de Kenora, donde encuentran pistas
que los acercan a ese libro mágico referido más arriba y a los elementos
sobrenaturales que pueblan la región– parece algo esquemática y, en última
instancia, más propia para un cuento que para una novela; Peña, quizá
consciente de ello, incorporó ciertos elementos extra, narraciones de corte
mítico (y el lector las identifica con capítulos o secciones del aludido libro
mágico) que terminan por convertirse en lo mejor de la propuesta, tanto por las
historias implicadas como por la expresividad del lenguaje que las construye.
Partida
de caza
Merecen especial atención las abundantes
referencias –algunas de ellas explícitas, otras más alusivas– a The Wendigo (1910), el clásico del horror sobrenatural escrito por Algernon
Blackwood. Los más veteranos entre los lectores hispanoamericanos del género
sin duda lo recordarán del compilado Los
mitos de Cthulhu, publicado por Alianza Editorial en 1969; en su ensayo
introductorio, el compilador Rafael Llopis proponía un proceso histórico del relato de horror que
destacaba a Lord Dunsany, Arthur Machen
y Algernon Blackwood como figuras clave en el pasaje del terror de corte gótico
a la ficción de terror moderna, inaugurada en la modulación hacia la ciencia
ficción apreciable en los mayores relatos de H.P. Lovecraft. Esos tres
escritores ofrecieron un terror sobrenatural vinculado al folklore, a
civilizaciones desaparecidas milenios atrás y sólo recordadas en las
tradiciones orales, cercano al mundo de la naturaleza en oposición a los
paisajes de torres, fosos y castillos encantados de la tradición gótica.
En El
libro de los mitos Peña retoma claramente esa herencia o, mejor, parece
reclamarla del vasto universo de la ficción weird
lovecraftiana contemporánea con el propósito de llevarla de nuevo a las
raíces. Es significativa, desde esa
línea de lectura, la elección de la ya mencionada Kenora como localización de
importancia en el relato, en tanto esa ciudad –bajo el nombre arcaico de Rat Portage– es
mencionada en The Wendigo. Podría
decirse algo así como son los mismos
bosques, son los mismos mitos, los mismos monstruos, aunque los fragmentos
míticos incorporados al final del libro de Peña expanden esta paleta (hay
referencias a Avalon, por ejemplo, la isla de los mitos celtas) o, mejor dicho,
ofrecen un marco más extenso en el que diferentes relatos míticos en apariencia
contrapuestos aparecen como aspectos de una tradición mítica más amplia, que en
la ficción sin duda queda expuesta por ese libro total al que se acercan los
personajes.
Este nuevo libro de Pedro Peña, entonces,
se beneficia de su incorporación a una obra en proceso, tanto la más general de
su autor (la línea Eldor-Mito-Manuscritos
de la montaña) como esa saga prometida por el título general El libro de los mitos, de la cual este Historias del lago sería o podría ser (o
debería ser) una primera entrega. En ese sentido, leído como un libro más
digamos conclusivo, El libro de los mitos
– Historias del lago no logra satisfacer por completo; es cierto que parece
fácil responder a esa objeción con elementos que aportan –y mucho– al interés
de la propuesta, pero esos elementos funcionan mejor en el contexto de una
serie, no tanto en una novela singular, como sí pasaba con Nocturama – Los demonios, la ya mencionada novela de Pedrozo (¿quizá
por la mayor experiencia de este escritor en el universo de la literatura
infanto-juvenil y young adult?) que
también proponía una serie futura y reescribía o retomaba tradiciones diversas
del terror sobrenatural.
Queda, entonces, descubrir qué hará Pedro
Peña hará con el rico panorama de mitos y lecturas que ofrece su libro más
reciente. La promesa es evidente y su primera entrega vale la pena; sin
embargo, del mismo modo que la serie policial de su autor gana –y mucho– al ser
leída completa, cabe pensar que El libro
de los mitos encontrará su mejor expresión cuando la saga esté más
encaminada.
Publicada en La Diaria el 15 de julio de 2016
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