Metástasis, Nelson Díaz
Iterar la entropía
Metástasis, recientemente publicado por la editorial Yaugurú, viene a cerrar
la trilogía Terminal Moebius, tal
como había quedado anunciado en la solapa de Resaca (2015), el segundo libro de la serie. Vale la pena ahora, entonces, volver a explorar estos libros de
Nelson Díaz, que adquieren ahora, con el proyecto terminado, una definición más
precisa e interesante, además de una cualidad de –más que bienvenida– rara avis en el contexto de la narrativa
uruguaya reciente.
La última entrega de la trilogía, en
cualquier caso, continua las pautas de las que la precedieron: está por ejemplo
el recurso de la inter(e intra)textualidad
desbordada, que no sólo termina por incorporar la novela a una tradición
literaria que incluye a la obra de William Burroughs, los surrealistas, el
simbolismo y decadentismo francés, Raymond Roussell, Alfred Jarry, la lírica dark de bandas como The Cure y Nick Cave
and The Bad Seeds, el referente musical y estético de resonancia amplísima
representado por David Bowie, y también la construcción de una suerte de rama
local de esa tradición, que tras Metástasis incluye (tanto en el cuerpo
de las novelas como en elementos paratextuales, entre ellos las notas o blurbs de contraportada) a Julio Herrera
y Reissig, Mario Levrero, Felipe Polleri y Gustavo Escanlar, todos ellos, por
cierto, tan visibles a maneras de marcas de tono y registros de escritura como
el ya mencionado William Burroughs y los procedimentos de patchwork –el término es, de hecho, empleado por Díaz en Resaca– de la trilogía Nocilla del español Agustín Fernández
Mallo.
Pero hay además un tratamiento del libro en
tanto objeto, en su materialidad digamos, que realza el lugar de Metástasis en la trilogía y le aporta
más puntos de interés. Así, el “contenido” o a la “sustancia” de la novela
pareece inseparable de su soporte físico, en tanto si en Corporación medusa (2007) estábamos
ante un libro de páginas azules impresas en blanco, y en Resaca ante uno impreso en tinta azul sobre páginas blancas (es
decir que uno se ofrece como el negativo del otro), Metástasis incorpora tanto secciones de blanco-sobre-azul como de
azul-sobre-blanco, aportando así a una
suerte de fusión de los anteriores, lo cual, por supuesto, queda además
subrayado por la estructura ternaria de la serie, que recuerda al esquema
hegeliano de tesis/antítesis/síntesis y, de paso, a tantas trilogías de álbumes incorporables a la vasta tradición
musical aludida y visitada por Díaz, por ejemplo a la serie de Lark’s tongues in aspic/Starless and bible black/Red (1973-74) de King Crimson o a Low/”Heroes”/Lodger de David Bowie (1977-79).
Esta suerte de trabazón de los libros que
integran la trilogía está además construida desde las portadas y los elementos
gráficos incorporados a las páginas de la novela; así, Metástasis incluye –a modo de ilustración de un elemento de la
trama– un afiche (“Terminal Moebius/Planos circulares/conectados/en un mismo
punto/conferencia del Dr. Faustroll (psiquiatra patafísico)/Universidad de las
Ciencias Cultas”, p.16) en el que es citada o retomada (acaso el componente
digamos cíclico, iterativo y, por qué no, fractal
de la trilogía favorece más al segundo término, que también podría derivar
en reciclada) la portada de Corporación medusa; de hecho, puestas una a continuación de la
otra, las portadas de los libros de la trilogía ensamblan un proceso de alguna
manera narrativo o compatible con la narración: el primero proponía una suerte
de palimpsesto o superposición de dos páginas (una impresa en tinta blanca, la
otra en tinta negra; una orientada al revés verticalmente que la otra) sobre el que flotaba el título del libro y
aparecían cuatro cucarachas pequeñas y casi confundidas con las letras que las
rodeaban, en el segundo ese mismo fondo aparece recortado a una forma vagamente
humana dispuesta sobre un fondo negro, a la vez que en el tercero esa suerte de
figuración estalla en fragmentos, como si fuera la portada de la primera novela
(y, en menor medida, el título de la presente) lo fragmentado sobre el fondo
negro. Es tentador pensar en una suerte de proceso del protagonista –Roger, un
claro alter ego del autor–, que
alcanza el punto máximo de su definición o contorno en el segundo libro y es
sometido a una destrucción o dispersión en el tercero (y pensemos también en el
título de la novela, y de paso en el tono más impersonal u oblicuo apreciable
en ella, al menos en relación a la más contundente Resaca). Pero hay más: estos juegos de composición visual y
diagramación son evocados también “dentro” de Metástasis, con páginas dedicadas a exponer las connotaciones del
color azul (el blues como género
musical, la expresión “feeling blue”,
etc), y todo se integra a la maquinaria autorreferencial (que incluye incluso
una necrológica de “Nelson Díaz” hacia el final) de la novela.
Otro elemento de interés es la pauta de
reiteraciones, que genera un ritmo especial en el desarrollo del libro; así, la
trama queda pautada por las reapariciones de un “aviso a la población” que
parece sugerir una suerte de distopía totalitaria (o mundo paralelo) y permite –a
la manera de la celebrada y excelente Pichis,
de Martín Lasalt– tanto una lectura en clave alegórica como otra desde los
códigos de cierta ciencia ficción. Del mismo modo, los reportes de casos de
mujeres trans asesinadas que regresan una y otra vez aumentan la escala –y la
oscuridad– del universo ficcional y la reiteración (cuatro veces, siempre con
variaciones y de hecho en una suerte de per
agumentationem) de la página que desarrolla las connotaciones del color
azul anuda la novela sobre sí misma y propone un esquema de lectura que la
acerca al uso de loops en el
minimalismo musical (y la pauta de dispersión o decadencia entrópica tan
notoria en la trilogía hace pensar en la sobrecogedora serie musical The disintegration loops, de William
Basinksi).
Sin duda Metástasis –y toda la trilogía que la incluye– admite múltiples
lecturas y se mueve en planos diversos de significación y relacionamiento con
la(s) tradición(es) artísticas más apreciadas por su autor; el procedimiento
llega a ser fascinante en sí mismo, además, de modo que cabe concluir que estos
tres libros de Nelson Díaz reclaman, sin lugar a dudas, un lugar especial y
destacado en el panorama de la nueva narrativa uruguaya.
Publicada en La Diaria el 10 de mayo de 2017
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