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El monstruo en el fondo de todas las cosas

  Un punto de partida sencillo: el monstruo como aquella entidad que vulnera (o destruye) la integridad del sujeto humano. Y de inmediato precisamos: ¿por qué se da esa vulneración? ¿Es que el monstruo busca algo? ¿Qué pretende de nosotros ? ¿Qué planes son los suyos y por qué? ¿Acaso los tiene? ¿Acaso piensa ?    La narrativa de horror puede ordenarse, como sugirió Nick Land [1] , a partir de estas preguntas. En el extremo derecho del espectro podemos pensar la entidad concreta y comprensible, el monstruo definido, único y singular, dado desde una historia de sí, de su móvil, de sus intenciones: o todavía más, el «monstruo humanizado», del que se nos ofrece no sólo una agencia, una voluntad, un propósito o incluso un plan reductible a los términos de lo humano, sino también el vínculo de la empatía: sympathy for the devil . Así, en la Dracula de Francis Ford Coppola, entendemos que al monstruo lo han movido siempre el amor, la pérdida y la soledad, elementos de la finitud y constitu

Exhalación, Ted Chiang

Quizá la relación entre la ciencia ficción y el público lector de narrativa más amplio pueda describirse con la consabida imagen del péndulo y su vaivén. En ciertos momentos, las propuestas nuevas del género se ven relegadas al “gueto” de sus comunidades de lectura específicas mientras que, en otros, algunos de sus libros, o incluso tópicos y subgéneros, se abren camino a un imaginario pop más amplio. En los últimos años, por ejemplo, la serie Black Mirror ha ayudado a conformar una difusión más amplia para la ciencia ficción distópica, es decir aquella en la que son presentados futuros amenazadores. En el caso de la esta serie, además, hay un énfasis notorio en una visión negativa de la relación entre una supuesta esencia o condición humana “natural” y la presencia invasiva o incluso alienante de la tecnología. Esta tecnofobia humanista no es la única expresión del tema distópico. Es fácil listar ficciones recientes que abordan temas tan amplios como el agotamiento de los combusti

Stanislaw Lem: una vida fuera de este mundo, Wojciech Orliñski

 Recién cumplidos los cien años de su nacimiento, Stanislaw Lem todavía interpela. Tanto desde sus libros mayores — Solaris, La voz del amo, Los diarios de las estrellas, Ciberiada — como desde los ensayos de la recién publicada en español Summa Technologiae y las hiperficciones de Vacío perfecto y Magnitud imaginaria , o desde cualquier otro rincón de su obra abundante, la prosa y las ideas de este escritor polaco insisten en plantear las preguntas que nuestra época sigue (y seguirá) procesando. Por ahí asoma la naturaleza de la inteligencia, la posibilidad de las inteligencias artificiales, la autonomía de la razón, el alcance de la cibernética, los algoritmos, la literatura entendida como un sistema y más: la extrañeza fundamental del universo y lo endeble de la vocación humana de —más que acceder al cosmos— ampliar las fronteras de la Tierra. Lem: una vida fuera de este mundo , del periodista polaco Wojciech Orliñski, es una biografía entusiasta escrita por un fan experto que sab

Los hermanos Vonnegut: Ciencia y ficción en la casa de la magia, Ginger Strand

 La relación de Kurt Vonnegut con la ciencia ficción no fue sencilla, y se podría caracterizarla de “errática”; en algunas ocasiones parecía dispuesto a aceptar que su literatura guardaba alguna relación con el género, en otras más bien rechazaba la etiqueta y, aquí y allá, memorablemente, nos dio las historias de Kilgore Trout, ese magnífico escritor cienciaficcionero inspirado en el enorme Theodore Sturgeon. Es un hecho, a la vez, que no pocas de las novelas de Kurt Vonnegut Jr. han dejado su estela en el mundo de la ciencia ficción; quizá el caso sea más evidente todavía en español, ya que Galápagos y Las sirenas de Titán , dos de los libros con más ciencia ficción de Vonegut, fueron publicados por Minotauro, la editorial más influyente en relación al potencial literario de la ciencia ficción en nuestra lengua. En cierto sentido, Los hermanos Vonnegut: Ciencia y ficción en la casa de la magia intenta resolver esa paradoja. Vonnegut, entendemos de sus páginas, siempre se sintió atra

Confesiones de un artista de mierda, Philip K. Dick

   Entre 1951, el año en que publicó su primer cuento, y 1963, cuando obtuvo el prestigioso premio Hugo por su novela El hombre en el castillo , Philip K. Dick (1928-1982) escribió veintidós novelas, de las cuales doce fueron publicadas, siete editadas póstumamente y tres se perdieron. A la vez, en esos años publicó nada más y nada menos que 85 cuentos, veinte de los cuales fueron reunidos en sus dos primeras colecciones de relatos, A handful of darkness , de 1955, y The variable man , de 1957. Si pensamos en estos años como los de su etapa de formación, es fácil ver que Dick encuentra aquí los temas que ahora pensamos como eminentemente “dickianos”; así, por ejemplo, en Lotería solar (1955) aparecen los poderes psíquicos empleados por gobiernos totalitarios para dominar a la población y en Tiempo desarticulado (1959) las realidades simuladas. Una lectura de las 22 novelas y los 85 cuentos pone en evidencia que Dick está haciendo uso de virtualmente todos los tópicos trabajados

Sobre Dune, de Frank Herbert

    A diferencia de sus compañeros de generación Isaac Asimov, Ray Bradbury y Theodore Sturgeon, Frank Herbert (1920-1986) empezó a escribir ciencia ficción tardíamente. Si bien publicó una novela ( The Dragon in the sea ) en 1955, es recién en la década siguiente, cuando ya se había vuelto hegemónica en el campo de la ciencia ficción una generación más joven (la de Philip K. Dick, Ursula K. LeGuin y Robert Silverberg), que empezó a publicar los libros que lo convertirían en un referente obligado del género. El punto de inflexión en su carrera, por llamarlo de alguna manera, se dio en 1959, e involucró el proyecto de escribir un artículo sobre las dunas de Oregon, un ecosistema único en Estados Unidos, y los esfuerzos llevados a cabo para controlar los procesos de desertificación. Sin embargo, además de ecología y biología, Herbert se dejó atrapar por temas como la psilocibina, los hongos alucinógenos, el estudio comparado de las religiones y la historia de las figuras mesiánicas

Ulysses y el siglo XXI

  El siglo XX fue el siglo de Ulises. De hecho, si comenzó con la Primera Guerra Mundial (una vez le preguntaron a Joyce qué había hecho durante la guerra; su respuesta fue “escribí Ulises, ¿qué hizo usted?”), el bautismo de fuego literario del siglo XX fueron los 18 capítulos de esta epopeya (hiper)moderna, que comienzan en una torre en Sandycove, suburbio de Dublín, y terminan por partida doble en el cosmos y en la historia y los mitos, con un epílogo y resumen a cargo de un cuerpo femenino, menstruante y erotizado al borde del sueño; 18 capítulos, por cierto, que vuelven a narrar la Odisea, otro territorio fundante de literatura(s), en las calles de Dublín y se contagian de Shakespeare, Sterne, Swift y Dickens, por nombrar solo algunos de los escritores cuyo ADN textual es hackeado por la maquinaria viral del libro de Joyce. Otra anécdota joyceana: en sus tantas noches de bar en París le contaba a sus compañeros de bebida que después de escribir el capítulo ocho, esa fuga textua