Exhalación, Ted Chiang

Quizá la relación entre la ciencia ficción y el público lector de narrativa más amplio pueda describirse con la consabida imagen del péndulo y su vaivén. En ciertos momentos, las propuestas nuevas del género se ven relegadas al “gueto” de sus comunidades de lectura específicas mientras que, en otros, algunos de sus libros, o incluso tópicos y subgéneros, se abren camino a un imaginario pop más amplio.

En los últimos años, por ejemplo, la serie Black Mirror ha ayudado a conformar una difusión más amplia para la ciencia ficción distópica, es decir aquella en la que son presentados futuros amenazadores. En el caso de la esta serie, además, hay un énfasis notorio en una visión negativa de la relación entre una supuesta esencia o condición humana “natural” y la presencia invasiva o incluso alienante de la tecnología.

Esta tecnofobia humanista no es la única expresión del tema distópico. Es fácil listar ficciones recientes que abordan temas tan amplios como el agotamiento de los combustibles fósiles (La chica mecánica, de Paolo Bacigalupi), el ascenso de nuevos totalitarismos (Los testamentos, de Margaret Atwood, que sirve de secuela a su novela de 1985 El cuento de la criada), el cambio climático (Solar, de Ian McEwan) y las posibles plagas, epidemias o pandemias (Mugre rosa, de Fernanda Trías).

La distopía, sin embargo, no es sino una más entre las múltiples propuestas temáticas de la ciencia ficción del siglo XXI. Por ejemplo, en la última década ha cobrado cierto relieve la ciencia ficción de escritores chinos que apuestan por la vertiente “dura” del género, aquella más relacionada a nivel de ideas y argumentos con la ciencia y los tópicos más consabidos (como combates interestelares, obras de ingeniería planetaria, robots e inteligencias artificiales). El referente obligado para quienes quieran explorar esta ciencia ficción escrita en china es la obra de Cixin Liu, en particular las tres novelas del ciclo Recuerdos del pasado de la tierra (El problema de los tres cuerpos, El bosque oscuro y Fin de la muerte), que comienza con la Revolución Cultural y se arroja al vértigo de especular sobre el futuro más lejano en la mejor tradición del Isaac Asimov de Fundación, el Arthur C. Clarke de La ciudad y las estrellas y el Frank Herbert de Dune.

Otra vertiente es la influida por el llamado “new weird”, un género híbrido entre ciencia ficción y horror que vio sus primeros ejemplos en la década de 1990. Los escritores y escritoras de esta vertiente apuestan por temas clásicos de la ciencia ficción más convencional, como el contacto entre seres humanos y extraterrestres, pero lo hacen desde la idea de que la comunicación o el entendimiento son imposibles y con un énfasis en lo perturbador o lo inquietante. Entre los autores más importantes de esta tendencia se encuentran el británico China Miéville y el estadounidense Jeff VanderMeer, cuya novela Aniquilación, sobre una “zona” del paisaje norteamericano contaminada o invadida por una presencia alienígena, fue llevada al cine en 2018 por Alex Garland. A su vez, la ciencia ficción más especulativa y heredera del new weird tiende a radicalizarse hacia una literatura de vanguardia, como se aprecia en la obra de autores menos conocidos (y todavía menos traducidos al castellano) que publican en editoriales independientes o alternativas y proponen textos híbridos de narrativa y poesía, o de ficción y teoría. El filósofo iraní Reza Negarestani, por ejemplo, saltó a la notoriedad con la novela experimental (o teoría-ficción) Ciclonopedia, en la que la teoría y la filosofía de Deleuze y Guattari, Michel Serres y Nick Land se fusionan con los relatos de H. P. Lovecraft y sus Mitos de Cthulhu. Otros autores, como el estadounidense Mike Corrao, el británico Ansgar Allen y el australiano-checo Louis Armand, proponen textos experimentales, verdaderos collages visuales influidos por la estética glitch y los memes de Internet.

Más reciente todavía es la ciencia ficción de inspiración afrofuturista, que conecta una poderosa consciencia y militancia de raza y género con una apertura a modos más especulativos o fantásticos/fantasiosos del género, entre ellos el llamado “tecnofantasy” popularizado en las décadas de 1970 y 1980 por Robert Silverberg (con el Ciclo de Majipur) y Gene Wolfe (El libro del sol nuevo), a la vez que reconoce en escritores afroamericanos como Samuel Delany y Octavia Butler una influencia decisiva. Sin duda la obra señera en este contexto es la Trilogía de la Tierra Fragmentada, de la escritora J. K. Jemisin, cuyas novelas La quinta estación, El portal de los obeliscos y El cielo de piedra  obtuvieron en 2016, 2017 y 2018 el premio Hugo, algo así como un Oscar de la ciencia ficción.

En Latinoamérica ha alcanzado un lugar preponderante la ciencia ficción influida por el new weird.  Así, los colombianos Luis Carlos Barragán y Karen Andrea Reyes, con sus novelas El gusano  y Zen’no, respectivamente, combinan tópicos de tradiciones y subgéneros diversos de la ciencia ficción con radicales especulaciones de corte posthumanista o transhumanista. Entre no pocos ecos de Olaf Stapledon y su clásico Hacedor de estrellas, la novela de Reyes narra una inteligencia posthumana que abarca el universo completo e interviene retrospectivamente en la historia de su propio desarrollo. En Argentina, la escritora Teresa P. Mira de Echeverría se ha convertido en la principal representante de una ciencia ficción inspirada por el new weird y el afrofuturismo a la vez que informada por las tradiciones de pueblos originarios del continente, como queda expuesto en su cuento “Les Pi’Yemnautas”, donde se especula con una extrapolación de los saberes ancestrales de América del Sur a un futuro posible en el que esas formas de conocimiento o magia permiten la construcción de vehículos espaciales. El texto está escrito por entero en lenguaje inclusivo y fue publicado en El tercer mundo después del sol, una antología a cargo de Ediciones Minotauro que reúne textos de catorce escritores latinoamericanos.

 

 

Tecnología y humanidad

Entre los escritores de ciencia ficción más importantes de las últimas décadas es imprescindible nombrar al estadounidense Ted Chiang (1967). Sin inscribirse enfáticamente en ninguna de las tendencias recién mencionadas, su obra, que hasta la fecha está compuesta únicamente de cuentos y un par de novelas cortas, aborda temas como la relación entre el ser humano y la tecnología y el contacto entre humanos y extraterrestres, pero a diferencia de los escritores de novelas distópicas/tecnófobas y de los cultores del new weird, la perspectiva de Ted Chiang podría pensarse como optimista. Por ejemplo, su cuento “La historia de tu vida”, llevado al cine en 2017 por Denis Villeneuve bajo el título La llegada, relata un primer contacto difícil, pero finalmente exitoso, entre humanos y alienígenas, en marcado contraste con lo presentado por VanderMeer en su novela mencionada más arriba.

La obra de Ted Chiang abarca “apenas” 18 cuentos, reunidos los ocho primeros en el libro La historia de tu vida  y los siguientes en Exhalación (con la excepción del más reciente, “It’s 2059, and the Rich Kids are Still Wining”, publicado en 2019 por el New York Times y todavía no traducido al español).

En ambos libros se puede detectar una división en dos grandes áreas temáticas. La primera abarca los relatos que ante todo exploran las relaciones entre los seres humanos y la tecnología en el futuro cercano, a la vez que evitan el modo distópico y tecnófobo sin recaer en los entusiasmos de una tecnofilia ingenua. En La historia de tu vida un ejemplo de esta categoría es el cuento largo “Comprende”, que indaga sobre posibles mejoras cognitivas en el cerebro humano, mientras que en Exhalación cabe resaltar “El ciclo de vida de los objetos de software”, relato de la “vida” de entidades cibernéticas a mitad de camino entre una mascota y un niño, capaces de aprender a partir de la interacción con sus usuarios humanos. En la tradición de clásicos de la ciencia ficción ciberpunk como Snow Crash, de Neal Stephenson, el mundo futuro construido en este relato está dominado en términos de vida social por grandes redes interactivas a las que se accede por medios de realidad virtual: cada usuario se “conecta” bajo la imagen de un “avatar” que lo representa y a través del cual interactúa con más ciudadanos de estas comunidades digitales o con las “mascotas” virtuales capaces de aprender. El texto se vuelve rápidamente una compleja reflexión sobre la condición de sujeto de derechos, de persona y de ciudadano, aplicable –o no– a estas entidades digitales.

Otro cuento de Exhalación en esta línea es “La ansiedad es el vértigo de la libertad”, que presenta una tecnología capaz de permitir el contacto con mundos paralelos que difieren en cuanto a las decisiones tomadas. En ese mundo futuro esta tecnología es de acceso masivo, y pronto aparecen casos de adicción al contacto con esos mundos paralelos donde, digamos, no nos hemos casado, hemos dejado la universidad o, simplemente, no vimos tal o cual película en una ocasión específica. En la gran tradición especulativa borgeana de “El jardín de senderos que se bifurcan”, el cuento de Chiang se vuelve una reflexión sobre el libre albedrío y el determinismo, pero también sobre la empatía y la solidaridad.

 

Arqueologías del saber

El otro gran subconjunto de la obra de Ted Chiang está conformado por cuentos que toman una concepción del universo perimida (como el sistema geocéntrico ptolemaico) o acientífica (como la cábala y la alquimia) y la extrapolan en términos de una realidad posible. De los cuentos de Exhalación, “El comerciante y la puerta del alquimista” aborda, en un tono que evoca la proliferación narrativa de Las mil y una noches, el tópico de los viajes en el tiempo y el determinismo en el contexto de la alquimia islámica medieval, y propone una máquina del tiempo construida como una puerta que conecta el presente con veinte años en el pasado o veinte años en el futuro (ecos de esta idea se encuentran en películas como la floja Looper, de Rian Johnson, y la mucho más interesante Primer, de Shane Carruth).

El más enigmático “Exhalación” extrapola la tecnología decimonónica del vapor hasta una realidad habitada por autómatas que se preguntan por la naturaleza del universo y la Segunda Ley de la termodinámica, mientras que “Ónfalo” presenta un universo en el que el Creacionismo de la Tierra Joven (es decir la creencia en que la tierra no tiene más de 8000 años de existencia) es una realidad comprobable empíricamente y en el que el gran problema al que se enfrenta la ciencia humana es la pregunta de si la tierra es en efecto el centro del universo y, por tanto, la humanidad la creación privilegiada.

Este procedimiento digamos “arqueológico” es seguramente el aporte distintivo de Ted Chiang a la ciencia ficción contemporánea, pero su mejor realización narrativa se encuentra no tanto en estos cuentos de Exhalación sino más bien en los anteriores de Historia de tu vida, particularmente “La torre de Babilonia”, donde la humanidad literalmente está a punto de perforar los cielos, y “El infierno es la ausencia de dios”, en el que los ángeles son reales y terribles.

Es fácil ver la influencia de Borges en este grupo de relatos y de paso pensar en Ted Chiang como un escritor más bien “intelectual” y enfocado ante todo a las ideas. En ese sentido, su textos, accesibles a quienes no han recorrido extensivamente el género, siempre inteligentes e imaginativos, proponen más una refrescante aventura del pensamiento o una crónica del futuro cercano que un festín de imágenes y sensaciones o los meandros y las ciénagas de la llamada literatura del yo. Por otro lado, a la vez, demuestran que es posible emocionarse hasta las lágrimas con los pensamientos de autómatas que comprenden el final inevitable de todas las cosas o con la vida de tamagotchis evolucionados que aprenden a leer y a escribir y pretenden convertirse legalmente en ciudadanos, mientras sus “dueños” o “usuarios” buscan hacer entender al resto de la sociedad que se los puede amar como otros aman a sus hijos. Grandes ideas, especulación provocadora, sentido de la maravilla, relatos tan efectivos como inquietantes o emocionantes: de eso se trata, precisamente, la ciencia ficción. 


Publicada en El País Cultural el 18 de julio de 2021

Comentarios

Entradas populares de este blog

César Aira, El marmol

Finnegans Wake, James Joyce (traducción de Marcelo Zabaloy)

Los fantasmas de mi vida, Mark Fisher