Cuna de gato, Desayuno de campeones, Kurt Vonnegut
Cuna de campeones
Desde fines de 2012 la editorial argentina
La Bestia Equilátera viene publicando nuevas traducciones de las novelas de
Kurt Vonnegut. Las dos primeras, Cuna de
gato y Desayuno de campeones se
pueden encontrar en nuestro país, mientras que la última, Payasadas, lamentablemente aún no ha sido distribuida por acá. Las
tres han sido traducidas por Carlos Gardini, uno de los más importantes
escritores argentinos de ciencia ficción.
Cuna
de gato, publicada en 1963, se podía conseguir en castellano años atrás
en las ediciones de Anagrama y de Plaza & Janés, ambas con la traducción de
Ángel Luis Hernández Francés. Si dividimos la carrera de Vonnegut en un antes y
después de Matadero Cinco, para
muchos su mejor novela, Cuna de gato, cuarto
trabajo novelístico de su autor, podría pensarse como lo más interesante de esa
primera etapa. Si bien todavía no están del todo explotados recursos tan
distintivamente vonnegutianos como la anticipación constante de elementos de la
trama (que descomponen o hacen estallar la linealidad del relato), aparecen sí
la ironía y el humor cínico tan típicos de su autor. Por ejemplo con la
invención del bokoninismo, una religión absurda (o, mejor, del absurdo) cuyos
preceptos incluyen la idea de que todas las religiones están llenas de mentiras
y el bokononismo no es una excepción. Fundado por un ilustre residente de la ficticia
república de San Lorenzo, accedemos a las ideas básicas del bokoninismo –como
por ejemplo el concepto de karass, “equipos
que cumplen la voluntad de Dios sin percatarse de lo que están haciendo” y el
de sinookas, los “zarcillos” que
atraen y conectan a los integrantes de un karass–
gracias a Jonás, el narrador de la novela, que está escribiendo un libro sobre
lo que hacían los creadores de la bomba atómica el día en que ésta fue arrojada
sobre Hiroshima. Su investigación lo pone en contacto con los tres hijos de uno
de los científicos (ficticio, cabe aclarar) que trabajó en el proyecto
Manhattan y, de paso, con una de las armas más terribles jamás inventadas,
incluso más que la bomba atómica. La novela ha sido leída, entre otras cosas,
como una suerte de sátira de la Guerra Fría y la carrera armamentística. Por
supuesto que es eso y mucho más: a través del bokononismo Vonnegut dispara sus
misiles contra cualquier pretensión de “saber” con certeza de qué va el mundo y
qué pasa en la cabeza de los seres humanos.
Desayuno
de campeones, de 1973 y séptima novela del autor, se
conseguía hasta hace poco en la colección Panorama
de narrativas de la editorial Anagrama, con la traducción de María José
Guitián y Cecilia Ceriani. Favorita de este reseñista, pude leérsela como un
informe sobre la humanidad escrito para extraterrestres, ilustrada por el
propio Vonnegut y llena de genialidades tan brillantes como “Cuando Dwayne
Hoover y Kilgore Trout se conocieron, su país era por lejos el más rico y
poderoso del planeta. Tenía la mayor parte de los alimentos, los minerales y la
maquinaria, y disciplinaba a los demás países amenazando con dispararles
grandes cohetes o con arrojarles cosas desde aviones. La mayoría de los demás
países no tenía nada de nada. Muchos ya ni siquiera eran habitables. Tenían
demasiada gente y muy poco lugar. Habían vendido todo lo que era valioso, y no
les quedaba nada para comer, y aun así la gente seguía copulando sin parar. La
copulación era el modo en que se hacían los bebés”. (p.28).
El libro sigue los pasos de un buen número
de personajes, pero entre los dos o tres principales está Kilgore Trout, el
escritor de culto creado por Vonnegut e invitado especial de buena parte de sus
libros. En Desayuno de campeones
Trout es reconocido como un gran escritor por primera vez, para su propio
asombro, pero, además, resulta que otro de los personajes del libro, Dwayne
Hoover, cree que cierto escrito de Trout no sólo es verdad y no ficción sino
que, especialmente, es una suerte de misiva destinada a explicarle que el mundo
está poblado de zombies o androides y él, Hoover, es el único ser humano de
verdad. La novela permanentemente anticipa lo que sucederá unas cuantas páginas
más adelante y, además, incluye un juego metanarrativo que termina colocando al
autor (un autor ficticio) entre sus personajes. No hay página que no tenga
algún detalle genial; curiosamente, no estaba entre las favoritas de su autor, al
menos según una calificación impuesta por Vonnegut a su propia obra desde su
libro de 1999 Bagombo Snuff-box, no
traducido al castellano hasta la fecha.
La traducción de Gardini de Desayuno… es especialmente acertada a la
hora de crear el particular tono del libro; curiosamente, esa y otras virtudes
no son tan visibles en su trabajo sobre Cuna
de gato, que adolece de un lenguaje extrañamente descafeinado (por ejemplo,
en el capítulo 10 del texto en inglés leemos que uno de los personajes era “one
of those kids who made model airplanes and jerked off all the time”,
literalmente “uno de esos pibes que armaban maquetas de aviones y se hacían la
paja todo el tiempo” pero traducida, acaso para no ofender a las posibles
ancianitas remilgadas y a la vez curiosas por leer a Vonnegut, como “uno de
esos chicos que se dedican al aeromodelismo y la masturbación”) y poco
imaginativo a la hora de reconstruir en castellano secciones del texto
vonnegutiano especialmente brillantes, entre ellas los versos bokononistas, de
los que Gardini ofrece soluciones correctas pero, notoriamente, carentes por
completo de gracia.
Siempre vale la pena volver a Vonnegut, uno
de los escritores más importantes de la literatura estadounidense del siglo XX;
estas preciosas ediciones de La Bestia Equilatera, con ilustraciones de portada
de Liniers, son sin lugar a dudas el mejor pretexto.
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