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Mostrando entradas de octubre, 2013

¡Alemania, Alemania!, Felipe Polleri

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Pautas para Polleri Quizá valga la pena decir, como punto de partida, que la literatura de Felipe Polleri es o parece ser (o juega a ser o a presentarse como) algo parecido a un género.    Una manera en que semejante afirmación podría dar paso a una reflexión interesante pasa por pensar que los géneros pautan un acuerdo con el lector, que le ofrecen una ecuación balanceada entre reiterar ciertas pautas consagradas y ensayar cierta novedad, que le dan al lector lo que el lector sabe que puede encontrar y que, de hecho, desea encontrar, que, también, la historia de un género determinado es también la de sus hitos, la de aquellas propuestas que han reformulado las reglas o tensado sus límites. Pensados desde estas coordenadas, los libros de Polleri resultan, sí, más o menos siempre iguales a sí mismos, siempre capaces de dar al lector –a los lectores y fans de Polleri– aquello que están esperando y que desean encontrar, a la vez que, de vez en cuando (Polleri, después de tod

El hombre que despertaba, Luis Fernando Iglesias

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El hombre que alternaba Posiblemente uno de los desafíos más difíciles que enfrentaran quienes abordan la escritura de relatos de fantasía o fantásticos es qué hacer con los tópicos del género. Se trata, podría pensarse, de o bien renovar (“revolucionar”) por completo esos temas y estrategias ofreciendo algo que el lector no dude en calificar de “nuevo” (el juego con paradigmas epistemológicos o cosmológicos perimidos de Ted Chiang, por ejemplo, que si bien podría rastrearse al “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” de Borges, propuesto desde la ciencia ficción posibilitó que su autor se convirtiera en una de las voces más originales que ha visto el género en los últimos 20 años) o bien hacer un uso virtuoso, enciclopédico, de todos los lugares comunes   para establecerlos, por ejemplo, dentro de los contornos de un acto metanarrativo o metaliterario, algo así como tratarlos como un vocabulario y ofrecer así el equivalente de enunciados que puedan percibirse como investidos de esa aur

Entre jíbaros, Valentín Trujillo

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Reduciendo detalles En el prólogo a Nuestro iglú en el ártico , la recopilación de cuentos de Mario Levrero editada el año pasado por Criatura Editora, el compilador Ricardo Strafacce señaló memorablemente, a propósito de cierta zona de la literatura levreriana, que “en los cuentos y novelas deben ocurrir hechos extraordinarios”. A la vez, en una entrevista reciente, dijo Gustavo Espinosa que “cada frase debe ser un pequeño espectáculo”. No parece difícil articular entre esas dos declaraciones una suerte de economía de lo que es dable exigir de un libro, pero a una escritura espectacular y a una narración de hechos extraordinarios cabe añadir, también, una serie de ideas maravillosas (como en la narrativa de Philip K. Dick), la construcción en palabras de una sensibilidad inquietante (como en Salinger o Daniel Mella) o, incluso, una fuerza avasallante (como en Thomas Bernhard). El caso, en última instancia, es que podemos pensar que el lector tiene “derecho” a exigir algo