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Mostrando entradas de agosto, 2018

La estética de los túneles

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3 .La mejor trampa es volver inevitable la interpretación. A cambio, que esa interpretación sea deseada, que interpretar, con todos los riesgos que conlleva, se vuelva no sólo inevitable sino también un disfrute.   2 .Porque la interpretación expone, deja desnudo al interpretador, lo señala, lo muestra de la peor manera: como es, como no puede dejar de ser, con todos sus vacíos, sus taras, sus rictus. 1 .Entonces: si el lector o el espectador no tiene más remedio que interpretar, y si desea hacerlo, y si disfruta al hacerlo (a pesar de todo), entonces cayó en la trampa y a través de ella al mundo del texto. Se sabe, por otro lado, que hay gente que piensa que no zambullirse es elegante. Atrapar al pez dorado en el océano púrpura de la conciencia. Una solución acaso sea ver Twin Peaks The Return y dejarse llevar por el deseo de interpretar. Es quizá la actitud más sana, por decirlo así: sabemos que el juego de la interpretación no nos dará sino un placer solitario, mastu

El problema de los tres cuerpos y El bosque oscuro, Cixin Liu

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18 notas sobre El problema de los tres cuerpos     1.Policial relativista. Hay un cuento de Isaac Asimov titulado “La bola de billar”. Fue publicado por primera vez en 1966 y quizá, si bien es uno de los más conocidos, no está entre lo mejor de su autor. Tiene algo de policial, o al menos de crimen, y está narrado por un periodista que intenta reconstruir las circunstancias de la muerte de un físico. Central al asunto es una teoría de “antigravedad” formulada para el cuento con cierto nivel de detalle; al final queda bastante claro que un colega o rival del muerto puso en juego ciertas implicaciones de esa antigravedad para cometer el asesinato. Si se entiende la física cuidadosamente explicada por Asimov, se entiende el crimen. Ahora, en El problema de los tres cuerpos, de Cixin Liu (Liu Cixin a la manera china de colocar primero el apellido), uno de los personajes dice que el cuento de Asimov es una “tontería”. Quizá tenga razón, pero eso no importa. Ya se verá por qué.

Algo huele a podrido en Vermilion Sands

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Hace ya bastante tiempo que el realismo capitalista convirtió a la nostalgia en un bien de consumo y un paradigma cultural; esto no es novedad, pero creo que la noción es inevitable a la hora de pensar en Stranger Things y más allá . Los motivos parecerán obvios para quien haya visto la serie, pero merecen ser explorados con cierto detenimiento. Mark Fisher, cuya noción de “realismo capitalista” podría resumirse, de acuerdo con la contraportada de la reciente edición de Los fantasmas de mi vida a cargo de la editorial Caja Negra, como “la creencia generalizada de que no es posible una alternativa al capitalismo, de que estamos obligados a enterrar en el pasado cosas como la solidaridad de clase o el concepto de lo público a cambio de seguir conectados al circuito privado de consumo y entretenimiento”, nació en 1968 y cabe pensar que me separa de él –en tanto nací en 1978– una peculiar brecha generacional. La de Fisher, es decir, fue posiblemente la última generación tocada de a

Los fantasmas de mi vida, Mark Fisher

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Nostalgia del futuro Es tentador, y acaso también fácil, leer los tres libros de Mark Fisher ( Realismo capitalista, de 2009; Los fantasmas de mi vida, de 2014 y el póstumo Lo raro y lo espeluznante, de 2017) como etapas en una progresiva exploración de la cultura en los tiempos del capitalismo tardío. Si bien no fue su primer libro (antes había editado Jacksonismo, publicado en inglés en 2009 y en español, por la editorial argentina Caja Negra, en 2014) y funciona también como una puesta a punto de temas ensayados anteriormente en su blog K-Punk, Realismo capitalista plantea el tema de base. Después de la caída de los socialismos reales, razona Fisher, pareció confirmarse el aserto de Margaret Thatcher acerca de que no había alternativa al capitalismo. La caída del muro y la de la URRS hicieron creer, entonces, que el capitalismo neoliberal era el único modelo viable, y esta suerte de desencadenamiento final de los procesos capitalistas terminó por arrasar todos los