El problema de los tres cuerpos y El bosque oscuro, Cixin Liu


18 notas sobre El problema de los tres cuerpos

  
1.Policial relativista. Hay un cuento de Isaac Asimov titulado “La bola de billar”. Fue publicado por primera vez en 1966 y quizá, si bien es uno de los más conocidos, no está entre lo mejor de su autor. Tiene algo de policial, o al menos de crimen, y está narrado por un periodista que intenta reconstruir las circunstancias de la muerte de un físico. Central al asunto es una teoría de “antigravedad” formulada para el cuento con cierto nivel de detalle; al final queda bastante claro que un colega o rival del muerto puso en juego ciertas implicaciones de esa antigravedad para cometer el asesinato. Si se entiende la física cuidadosamente explicada por Asimov, se entiende el crimen. Ahora, en El problema de los tres cuerpos, de Cixin Liu (Liu Cixin a la manera china de colocar primero el apellido), uno de los personajes dice que el cuento de Asimov es una “tontería”. Quizá tenga razón, pero eso no importa. Ya se verá por qué.

2.Incalculable. En mecánica clásica, el “problema de los tres cuerpos” (o, si vamos al caso, de los n cuerpos) consiste en generalizar en el tiempo las posiciones y velocidades para tres (o n) cuerpos vinculados por la fuerza de la gravedad, sabiendo sus masas, posiciones y velocidades en un momento dado y empleando las leyes de la gravitación universal. Para n=2 (digamos el “problema de los dos cuerpos”) las soluciones son sencillas, pero no hay manera de resolver el problema mediante el cálculo para n=3, hecha la excepción de algunos casos particulares. En la práctica, a la hora de calcular movimientos de tres masas (digamos dos satélites y un planeta, por dar un ejemplo) se emplean estrategias como reducirlo a un sistema de 2 cuerpos y luego considerar el tercero como una perturbación.

3.Soluciones narrativas. Si se remplaza la dudosa antigravedad asimoviana por el problema de los tres cuerpos y sus encares, el libro de Cixin Liu no es tan diferente al cuento de Asimov. Quizá ahí esté la ironía: en el fondo, ninguno de los dos ha de ser tan tonto. Y su no-tontería, o su tontería, pasa por su carácter de género: ciencia ficción dura.

4.Durezas relativas. Hace muchos años, en una galaxia muy lejana, la ciencia ficción era un género narrativo. Con esto quiero decir que se lo podía definir con cierta precisión (como al policial, por ejemplo) y que por tanto se sabía bastante bien qué entraba dentro del género y qué no, qué cosas eran fantasía (El señor de los anillos, por ejemplo) y qué ciencia ficción (La historia del futuro de Heinlein, por ejemplo). Pero después pasaron cosas. De pronto,  hacia la mitad de la década de 1950, ya no quedó tan claro qué era ciencia ficción; se publicaban como ciencia ficción ficciones que años atrás hubiesen sido rechazadas en cualquier revista del género y que, en rigor, no parecían admitir otro rótulo que el difuso “literatura”, quizá porque por una vez los escritores –esa nueva generación de escritores de ciencia ficción– no eran científicos o ingenieros (Asimov era bioquímico, Heinlein era ingeniero, Clarke era técnico en radares) sino literatos o egresados de humanidades, gente interesada tanto en ciertas ciencias como en el surrealismo o las vanguardias. Hacia los sesenta, entonces, se produjo la llamada “nueva ola”, que vendió como ciencia ficción libros que de ciencia no tenían nada (o, a lo sumo, bebían de las ciencias sociales) y parecían más bien experimentos en ciertas líneas de vanguardia o del alto modernismo anglosajón. Con el tiempo, sin embargo, la ciencia ficción se equilibró: empezó a hablarse de “ficción especulativa” para evitar la referencia a la ciencia, algunos prefirieron oponer “ciencia ficción dura” (la más científica) a “ciencia ficción blanda” (la más humanística), se pusieron de moda relatos centrados en tópicos clásicos como las batallas espaciales y las invasiones extraterrestres, se multiplicaron las trilogías y las sagas y, para los ochenta y con la irrupción del ciberpunk y sus derivados, la ciencia ficción se convirtió en poco más que una etiqueta para reunir editorialmente (o en los estantes de las librerías) a un gran número de microgéneros: viajes en el tiempo, mundos paralelos, invasiones alien, horror lovecraftiano, etc. Pero pasó algo más: tras décadas de ninguneo, el mundo académico empezó a interesarse por la obra de los más “literarios” de los escritores de los años cincuenta y sesenta, en particular Philip K. Dick y J.G.Ballard, de modo que ahora gente que en principio no tenía mucho que ver con el mundillo de las revistas y editoriales y convenciones de ciencia ficción empezaba a pensar y repensar qué daba vida  a esos relatos. Sucedió entonces que algunos escritores de “literatura general” –insisto: esos ajenos al mundillo– empezaron a incorporar elementos de ciencia ficción a sus textos: Pynchon, por ejemplo, pero también Philip Roth, Cormac McCarthy, Margaret Atwood, Doris Lessing, Jonathan Lethem, Rodrigo Fresán (en Uruguay cabría pensar en Natalia Mardero y Martín Lasalt) y otros tantos. Cierta ciencia ficción pareció ponerse de moda, mientras que en el mundillo los escritores que siempre habían curtido al género se miraban confundidos, como si algo les hubiese sido usurpado. ¿Qué hacer? Una solución simple fue repensar a la ciencia ficción como género y así volver a una definición clásica, a una imposición de límites: ciencia ficción es esto y aquello, no lo que hace aquel advenedizo; así, lo que quedaría más a mano a la hora de blindar los contornos de la ciencia ficción en tanto género es aquel tipo de texto más fácil de definir como ciencia ficción, o sea aquellos donde –como en “La bola de billar”– la ciencia es fundamental para el relato y, de hecho, es su eje o corazón. En otras palabras: pasado el primer auge de la ciencia ficción escrita por extraños al género y su mundillo, desde mitad de los dosmiles hasta acá se viene produciendo el movimiento complementario: el auge de la ciencia ficción dura. O, si se prefiere, de la ciencia ficción neo-dura o la neo-ciencia ficción dura, en oposición a esa otra que cabría llamar pos-ciencia ficción (porque está propuesta desde la idea de que la ciencia ficción no es un género y por tanto no es otra cosa que “literatura”). Dicho de otro modo: la ciencia ficción será dura o no será (un género).

5.China dominará el mundo. El caso de Cixin Liu es interesante. Para empezar, está clarísimo que lo que hace es ciencia ficción dura (o neodura, como se prefiera). Después, el autor es chino. Y eso llama la atención en un contexto dominado ante todo por autores de lengua inglesa. Es cierto que hay una más que pujante literatura de ciencia ficción en Latinoamérica y que la ciencia ficción soviética llegó a ser algo así como un subgénero, pero las tradiciones más visibles de la ciencia ficción pasan por autores de Estados Unidos o el Reino Unido, casi inevitablemente. China, en ese sentido, parece un recién llegado al juego; por eso, es interesante que la irrupción de la ciencia ficción china se haya producido de la mano de un tan notorio practicante de la versión dura del género, como si Liu y sus colegas compatriotas pudiesen decir “hacemos ciencia ficción dura porque todo lo demás no es ciencia ficción y somos ajenos a esos debates sesenteros sobre la nueva ola: eso no nos interesó jamás”.

6.El problema del problema de los tres cuerpos (1). Sí, como quedó dicho más arriba, el problema de los tres cuerpos (en la física) es esencial para El problema de los tres cuerpos (la novela). Por eso, resumamos, la de Cixin Liu es ciencia ficción dura. Y si alguien quiere pensar en algo esencialmente “chino” en todo esto, no seré yo (no sé lo suficiente).

7.Más Asimov. Otro de los cuentos más conocidos de Asimov, y seguramente un mejor ejemplo de su talento literario, es “Anochecer”, publicado en 1941. La cosa es así: hay un planeta que orbita alrededor de seis soles y, por lo tanto, sus habitantes viven en un día eterno: cuando uno o dos de los soles se ponen otros tantos persisten en el cielo, la mayoría más bien pequeños y distantes pero lo suficientemente brillantes como para generar un “día”. A la vez, resulta que cada 2000 años –aunque nadie en este planeta lo sabe– cinco soles se ponen y el que queda en el cielo es eclipsado por un satélite hasta entonces desconocido; el resultado es la noche, hasta que sale el primero de los otros soles y el ciclo recomienza. Esas horas de oscuridad –recordemos que en 2000 años siempre hubo luz– generan pánico colectivo y la civilización se va al demonio. Los pocos sobrevivientes empiezan más o menos desde cero y pocas generaciones después nadie sabe explicar nada, de modo que las misteriosas “estrellas” que aparecen en la terrible “noche” quedan reducidas a una superstición. Y creo que fue Sagan –¿en Cosmos acaso?– el que dijo que la recurrencia de las estaciones y la predictibilidad de los eclipses y el movimiento en apariencia ordenado de las estrellas hizo que la humanidad pudiera desarrollar la ciencia y su noción de un orden del mundo.

8.El problema de los ocho cuerpos. Es fácil pensar a “Anochecer” como un problema de ocho cuerpos (el planeta, el satélite y los seis soles); si bien en su versión general es irresoluble, el caso concreto puede ser eventualmente calculado (si se conservaran las observaciones de posición, masa y velocidad, cosa que en el cuento de Asimov no sucede porque la civilización es destruida periódicamente) y un científico del planeta del cuento podría llegar a predecir fecha y hora del eclipse fatal. Pero, a la luz de lo dicho por Sagan, y dada la dificultad del sistema de perturbaciones y registros implícitos en el cuento, quizá la ciencia no llegaría a desarrollarse en esos 2000 años. No sería tan fácil, es decir. Y, de hecho, en el cuento es poco lo que saben los científicos.

9.¿Con tres es más fácil? Uno de mis asuntos favoritos de la novela de CIxin Liu es que en su trama hay un videojuego. O, mejor dicho, una suerte de sistema de interacción masivo online que funciona como un juego altamente intelectualizado que transcurre en un planeta que orbita alrededor de dos soles. Como los soles son más grandes o están más cerca que en el cuento de Asimov, los ciclos involucran tiempos de duración impredecible en los que no hay luz (y toda la vida sobre el planeta muere) o hay demasiada (y toda la vida sobre el planeta muere); para resolver el problema y predecir la duración de las condiciones favorables a la vida habría que resolver el problema de los tres cuerpos, y como eso es imposible (además, las características del sistema de los dos soles y el planeta hacen sumamente difícil reducirlo a un sistema de dos cuerpos y una perturbación) nadie sabe cuánto durará la vida. Los habitantes del planeta (los “trisolarianos”) pueden deshidratarse y así “hibernar” hasta que las condiciones hacen posible la vida, pero todo lo que construyen y descubren es aniquilado por las sucesivas “eras caóticas” (por lo de impredecibles, por la variedad de sus circunstancias) que se suceden hasta la aparición de una “era estable” que permita la vida, la civilización y la ciencia.

10.El problema del problema de los tres cuerpos (2). Es, entonces, esa “ejemplificación” o incluso “dramatización” del problema de los tres cuerpos (en la física) lo que hace a la premisa básica de El problema de los tres cuerpos (la novela). Ciencia ficción dura; ciencia ficción asimoviana, y un notorio –y más o menos disimulado– homenaje a “Anochecer”.

11.Ciencia ficción roja. Claro que el de Asimov es un cuento y la de Cixin Liu es una novela, y que entre Liu y Asimov pasaron setenta años, no en vano poblados de ciencia ficción dura y no tan dura. Por no mencionar asuntos no (tan explícitamente) literarios, como la Revolución Cultural. Así, para desarrollar una novela a partir de una idea básica de corte científico (para hacer una novela de ciencia ficción dura, es decir, porque pareciera que las premisas de la ciencia ficción dura en tanto procedimiento se llevan mejor con los cuentos, y de hecho las novelas de Asimov no son ni por asomo “tan” duras como algunos de sus cuentos) hay que convocar más sustancia, no necesariamente científica, y Liu lo hace, en parte, involucrando la historia de su pueblo.

12.El arte de la novela. Quizá ahí es donde falla Cixin Liu. Está claro que la parte científica de la novela es brillante y que el autor entiende muy bien su física, pero el único recurso que tiene a mano para involucrar la ciencia en su ficción es hacer que los personajes hablen de ciencia, que lo expliquen todo. Los diálogos, entonces, se ponen un poco espesos cuando se entiende que así funciona la novela. Hay, incluso, una perorata lanzada por un personaje para defender las ficciones “clásicas” contra las “posmodernas”: lo que cuenta al final, dice, son los personajes (y se vuelve inevitable y un poco incómodo pensar que esa es la postura de Cixin Liu: démosle, de todas formas, el crédito necesario como para pensarlo como otra ironía). De hecho, si lo dicho por el personaje fuera verdad, nadie se acordaría (nadie se acordará) de El problema de los tres cuerpos.

13.El arte de la traducción. No voy a repetir que las traducciones son a priori inferiores a los originales porque ya Borges resolvió esa cuestión hace décadas. Pero esto no quiere decir que no haya traducciones malas o traducciones que nos rechinan. La historia de la ciencia ficción en Latinoamérica, en rigor, está hecha de la lectura de malas traducciones (españolas casi siempre) de textos de habla inglesa, y ahora me cuesta pensar en hasta qué punto cabe achacarle a los traductores al castellano de El problema de los tres cuerpos y su continuación El bosque oscuro (falta una tercera parte por traducir: al inglés ya fue traducida como Death’s end, “El final de la muerte”) las irrupciones de un lenguaje que se busca poético y termina por resultar chapucero y cliché, o la aparatosidad de buena parte de los diálogos (casualmente cuando no se habla de ciencia). Es fácil sospechar otra vez algo inherente a la lengua en que escribe Liu o a la literatura china, pero también parece, por momentos, que los traductores sabían más chino que castellano, o al menos que saben suficiente chino como para entender los significados pero no lo suficiente de escribir novelas en castellano como para que esos significados vivan en el lector. De todas formas, queda en eso: sospechas. Por ahora no pretendo aprender chino. Quizá más fácil sea leer la traducción al inglés, hecha por el excelente escritor chino (emigrado a Estados Unidos a los once años) Ken Liu.

14.El arte de la trilogía (1). En inglés la trilogía se llama Remembrance of Earth’s Past, título que juega con la traducción clásica de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, al inglés, Remembrances of Things Past, o sea algo así como “Recuerdos de cosas pasadas”. En el caso de la trilogía de Cixin Liu podría quedar, en castellano, como En busca de la Tierra perdida, y eso generaría una suerte de alusión (otra) a la obra de Asimov, dado que la búsqueda de una Tierra perdida es el tema de la última de sus novelas del ciclo de Fundación (Fundación y Tierra). Se eligió, en cambio, dejarla como La trilogía de los tres cuerpos.

15.El arte de la trilogía (2). Es posible hablar bastante más sobre defectos y virtudes de la novelas de Cixin Liu, pero lo cierto es que cuando se termina la segunda se quiere –se necesita– leer la tercera.

16.El problema del problema de los tres cuerpos (3). Hay que tener cuidado con los spoilers, pero diré esto: los pequeños enigmas que impulsan al lector por los dos libros hasta ahora traducidos se resuelven implacablemente (lo que gustará a los lectores que desprecian los “cabos sueltos” y los agujeros en las tramas) y de manera un poco desilusionante. No por la solución en sí, sino porque cuando aparece faltan 10 o 15 páginas para terminar el libro y eso genera cierta sensación de gusto a poco.

17.El arte de la trilogía (3). Una cosa está clara: el peligro planteado por la trama de El problema de los tres cuerpos (la novela) queda resuelto al final de El bosque oscuro. Si pensamos en estructuras de trilogías, esto a lo mejor se parece un poco a The Matrix, donde lo planteado por la primera (el elegido, la profecía, el espíritu humano triunfando en libertad y voluntad sobre las máquinas) queda anulado por la segunda (el elegido y la profecía no son otra cosa que una consecuencia de la programación de la Matriz y por tanto el espíritu humano no otra cosa que algoritmos). Pero en la trilogía de Matrix la tercera reinstaura el misterio y propone una síntesis hegeliana para la tesis espiritual de la primera y la antítesis cibernética de la segunda. ¿Habrá algo similar en la trilogía de Cixin Liu? Las trilogías, es decir, tienen sus reglas, y a veces se falla en el tercer término. Alien ofrecía una casa embrujada en el espacio y un demonio de mal incomprensible, mientras que Aliens propuso un fuerte del oeste espacial, asediado por monstruos que protegían la fertilidad de su madre (o sea que, como en Beowulf, la lógica es que va primero el monstruo y luego la madre del monstruo); ¿cuál sería el tercer término? Alien 3 quiso proponer un retorno a la claustrofobia de la primera, y no le salió del todo bien. ¿Y para El Padrino? Otra tercera parte desilusionante. En rigor, El bosque oscuro es más bien una continuación lineal de El problema de los tres cuerpos, de modo que probablemente la “trilogía” no sea tal sino que, como en el caso de El Señor de los anillos, más bien un libro larguísimo partido en tres largos.

18.Dureza final. Otra manera de verlo: si El problema de los tres cuerpos  (la novela) tenía como eje de su dureza cienciaficcional el problema de los tres cuerpos (de la física), el equivalente en El bosque oscuro es la llamada Paradoja de Fermi. Esta plantea que si bien la física como la conocemos postula que la vida debería ser abundante en el universo, lo cierto es que (delirios OVNI aparte) no hemos dado aún con evidencia real acerca de civilizaciones extraterrestres. O, dicho de otro modo, ¿dónde están? Y hay varias respuestas: quizá somos los primeros, al menos en nuestra región de la galaxia; quizá la vida no sea tan frecuente como creemos; quizá toda civilización termina por autodestruirse (Trump es un buen argumento a favor de esta idea, en más de un sentido); o quizá algo se encarga de “barrer” con las civilizaciones apenas emergen en el cosmos. Y para no spoilear más termino acá este artículo.

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