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Mostrando entradas de enero, 2019

selección 2018 (1)

Mil de fiebre, Juan Andrés Ferreira.   El maximalismo oriental en su irrupción inesperada y el acontecimiento literario del año al este del río Uruguay. ¿Maximalismo oriental? Repítame eso, por favor. El primer término de la formula debe a la (criticable pero buen punto de partida) propuesta de Stefano Ercolino y el segundo debería ampliarse al ámbito rioplatense (aunque se podría argumentar que las novelas de Pola Oloixarac proponen una suerte de maximalismo a escala ), como si se dijera que Mil de fiebre es tan grande que no cabe en la literatura uruguaya (algo parecido se dijo de Levrero, creo recordar), lo cual no deja de ser curioso para una novela tan paradójicamente “localista” como la de Ferreira, incrustada en Salto, allá en la frontera norte con el portuñol. Pero a no engañarse: el mundo de Mil de fiebre no es el nuestro: como en uno de sus modelos más claros, La broma infinita, la desviación con la realidad es pequeña como una astilla y está clavada en el punto más sensib

Los primeros editores, Alessandro Marzo Magno

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Imprimir en Venecia Es muy simple: quien tenga sus dudas acerca de que la historia de los primeros editores venecianos pueda ser fascinante, que lea Los primeros editores, de Alessandro Marzo Magno. No hay mucho más que agregar en ese sentido; el italiano elabora una serie de historias que nos transportan hasta fines del siglo XV y todo el XVI, y lo hace con gracia y elegancia. Uno de los ejes del libro es la labor de Aldo Manuzio, fundador de la industria imprentera veneciana y, a todos los efectos, el padre de la tal y como la seguimos (en gran medida) entendiendo hoy en día; así, el título de “primer editor” es presentado de manera convincente y entusiasta, e incluso en aquellos capítulos no centrados en Manuzio, la proyección de su figura fundante y su trabajo seminal establecen el fondo conceptual y narrativo del libro. Pero en realidad es un poco más complejo, porque hay más en Los primeros editores que el relato de las peripecias de estos antiguos imprenteros y

La silicolonización del mundo, Éric Sadin

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¿Dónde quedaron los buenos valores (en los que creíamos)? El texto de contraportada de La silicolonización el mundo, de Éric Sadin, puede hacer creer al lector que lo que está a punto de leer es una historia de Silicon Valley y el proceso por el que las tecnologías y filosofías agitadas en esa región de California se abrieron camino por el mundo. Sin embargo, si bien hay algunos capítulos dedicados a esa historia, no es ese el objetivo del libro. Se trata, más bien, de una suerte de manifiesto, un texto eminentemente político planteado como negación de los procesos de “silicolonización”. Que haya libros “políticos” en este sentido es fundamental para el debate sobre el camino de la cultura contemporánea, por supuesto, pero el gran problema de La silicolonización del mundo está, curiosamente, en lo poco que dice por fuera de ciertos lugares comunes, lo poco o nada que argumenta. Ese “poco” es, en todo caso, una estrategia retórica; cuando Sadin hace historia, y comienza

La muerte del comendador, Haruki Murakami

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Crónica del retrato que desarmaba un mundo Dado el rechazo que despierta en cierta intelligentsia (cuyos miembros rara vez han leído algo más que Tokyo Blues ) la obra narrativa de Haruki Murakami, debo confesar que tenía muchísimas ganas de que La muerte del comendador, su última novela, fuese una obra maestra. Pero malas noticias: no lo es. O, mejor, no lo parece aún. Hay cierta perplejidad en estas dos afirmaciones, y esta nota intentará hacer algo de sentido a partir de ello. Para empezar, no estoy tratando de decir que no estemos ante un libro disfrutable, incluso una buena novela, o una novela fascinante por momentos. De hecho es todas esas cosas, y ya sólo por eso vale la pena. Pero pasa, en rigor, que si bien es fácil reconocer en su trama una suerte de deliciosa summa de tópicos presentes en las mejores novelas de su autor, se vuelve inevitable intuir una suerte de condición descafeinada o aguachenta, un Murakami más light, aunque no uno zero . Pero aten