Entradas

Mostrando entradas de 2010

César Aira, "El error"

Imagen
Incomprensión de la máquina El error , la nueva novela de César Aira, no es fácil de leer. Esta dificultad se da ante todo en contraste con la aparente facilidad de la prosa (que fluye con agilidad desde la primera hasta la última página sin dejar de exhibir cierta elegancia sobria) y asoma cuando el lector comienza a sospechar que no tiene en sus manos una novela en la que se pueda esperar asunto, trama o argumento, y no porque carezca de historias –que de hecho las tiene, y en abundancia (hay al menos cuatro: la de una pareja que atraviesa un momento difícil de su relación y viaja a El Salvador a visitar a unos extraños amigos, la saga de aventuras de un fuera de la ley salvadoreño, la de una mujer que huye tras haber asesinado a su marido y la de otra mujer que escribe cartas desde la cárcel a un escultor)– sino porque esas historias están presentadas a modo de digresión anticlimática, de perpetuo cambio de perspectiva. Es decir: en el momento álgido de cualquiera de ellas el narr

ciencia ficción uruguaya

La generación subterránea Diagramando una historia hipersimplificada de la ciencia ficción en lengua inglesa podría decirse que existe un conjunto de precursores (Mary Shelley, Poe, Wells), una primera generación “clásica” que consolida el lenguaje del género (Asimov, Clarke, Bradbury, Heinlein), una segunda promoción “parricida” que asalta los cimientos del género (Dick, Ballard, Aldiss, Silverberg, Delany), un intento de restauración o heterogéneo retorno al ideal clásico (Scott Card, Niven, Varley, Gibson) y una posthistoria, en la que se encontraría el género en la actualidad, dominada por figuras de la literatura mainstream que incursionan en la ciencia ficción y logran generar las ficciones señeras de su época (Chabon, Stephenson, Mitchell). Por supuesto que esta extrema esquematización de un proceso histórico sumamente complejo dista de ser satisfactoria (cuesta incorporar a Angela Carter y a Doris Lessing, por ejemplo, y no ofrece un modelo realmente adecuado del rol cumplido p

Lo mejor de Connie Willis

Imagen
Cuando se escriba la historia de la ciencia-ficción en Hispanoamérica deberá dedicarse (ya se ha hecho parcialmente, en revistas) un espacio importante a las diversas colecciones propuestas en el mercado editorial. Serían de mención ineludible la pionera Nebulae (donde aparecieron por primera vez clásicos como Yo, robot , de Asimov, o El hombre que vendió la luna , de Robert Heinlein), los títulos de Minotauro ( Crónicas marcianas , de Bradbury, El mundo sumergido , de Ballard, entre otros), la colección Acervo ( Dune , de Frank Herbert), Superficción (con gran parte de la obra novelística de Philip K Dick), y las ediciones en bolsillo y rústica de Ultramar (donde pudo encontrarse incluso algún cuento de Levrero), con las geniales portadas del artista catalán Antoni Garcés, por nombrar las más relevantes, al menos en cuanto a cantidad de títulos y presencia de los clásicos. De todas estas colecciones la única que ha sobrevivido es la de Minotauro, que está en estos momentos ampliando e

Carlos Rehermann, Dodecameron

Imagen
En su ensayo "Magias parciales del Quijote" ( Otras inquisiciones ), Borges elabora un prolijo inventario de juegos realidad/ficción, puestas en abismo, regresos al infinito y otros recursos ficcionales y metaficcionales. Las mil y una noches , por ejemplo, apelan a la insinuación de un infinito cuando, en la noche central, la narradora comienza la historia de una mujer que para salvar su vida cuenta a un sultán una serie de historias encadenadas; en Hamlet , otra de las obras señaladas por Borges, asistimos a un desdoblamiento de personajes en espectadores al fingirse un escenario en algún rincón del espacio de lo representado, para mostrarnos una tragedia que no es otra cosa que una variación de la historia del príncipe enlutado que busca buscar su venganza. También cabría añadir Si una noche de invierno un viajero , de Italo Calvino, Vacío Perfecto y Magnitud imaginaria , de Stanislaw Lem, La trilogía de Nueva York , de Auster, y El atlas de las nubes , de Dave Mitchell,

Philip K. Dick, La transmigración de Timothy Archer

Imagen
Con su última novela Philip Dick logró lo que venía persiguiendo desde el principio de su carrera: pu blicar por fuera del género ciencia ficción. No era la primera vez que lo intentaba; de hecho, novelas como Confesiones de un artista de mierda , Ir tirando y Voces de l a calle , publicadas póstumamente, habían sido escritas a lo largo de la década de los 60 y los 70, mientras, para ganarse la vida, PKD escribía (dicen) un cuento por semana y una novela en seis días de escritura sin pausas, con los auriculares llenos de Beethoven y Wagner y una buena dosis de anfetaminas, siempre dentro del género y dinamitándolo desde adentro. Se ha dicho que estas novelas “costumbristas” carecen del sentido del humor y el ingenio de su producción más canónica (dentro de la CF y también un poco por afuera), como por ejemplo El hombre en el castillo y ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? , por nombrar los ejemplos más conocidos y no necesariamente los mejores (en mi opinión personal

Eduardo Mizraji, En busca de las leyes del pensamiento

Imagen
A fines del siglo XIII el filósofo mallorquín Ramón Llull id eó una máquina de pensar. Consistía en ruedas concéntricas con nombres, predicados de filosofía y teología y conectores; quien la manipulara, entregado a una suerte de fervor combinatorio, podría reconstruir un número de sentencias que funcionarían a manera de los juicios que estudia la lógica. Si los círculos fueran lo suficientemente completos, cabe adivinar, si estuviesen diseñados de acuerdo a una compartimentación adecuada y exhaustiva del mundo, de su uso deberían –necesariamente- desprenderse todas las verdades posibles, así como también todas las mentiras. Una máquina de pensar. Siglos después –consigna Borges en “La máquina de pensar de Raimundo Lulio”, del libro Textos cautivos recogido en Obras completas IV - Jonathan Swift se burlaría de la inspiración Llulliana en la tercera parte de Gulliver , apelando a un razonamiento análogo a aquel chiste que dice que un gran número de monos obligados a mecanografiar día y n