Visiones para Emma, Daniel Mella
1. El del 2013 fue el invierno más frío que puedo recordar. El 16 de julio había nacido mi primera hija, Amapola, y con Fio pasamos los meses que siguieron en una casa a la que recién nos habíamos mudado y que, extremadamente mal aislada y en el fondo de una azotea al borde de Pocitos, nos costaba sobremanera mantener caliente. Vivíamos casi todo el tiempo en nuestra habitación, con la bebé, la computadora, una pequeña tele CRT y un viejo reproductor de DVD en el que miré alguna vez, feliz como nunca lo había estado antes y con Poppy dormida en brazos, los documentales que acompañan las ediciones extendidas de El Señor de los Anillos. Después, cuando la bebé y Fio se dormían y yo me sentía en posesión de un momento libre, escribía lo que terminó por convertirse en El orden del mundo, algo así como la más vieja de mis novelas que no me produce vergüenza ajena (y de la que algunas páginas todavía hoy puedo decir que me gustan). Pero ese invier...