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Mostrando entradas de abril, 2016

Francamente, Frank, Richard Ford

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Después de la tormenta Sin lugar a dudas Frank Bascombe, protagonista de las novelas de Richard Ford The Sportswriter  ( El periodista deportivo ), Independence Day ( Día de la independencia ) y The Lay of the Land ( Acción de gracias , todas las mencionadas editadas en castellano por Anagrama), es uno de los dos o tres personajes más significativos de la literatura estadounidense contemporánea. Francamente, Frank (en inglés Let Me Be Frank With You, con el doble sentido de “dejame ser franco/Frank contigo”), publicado en inglés en 2014 y armado con cuatro relatos o cuasi-cuentos sutilmente entrelazados, es la última etapa hasta la fecha en una historia editorial de treinta años y 1.352 páginas –según hace notar la reseña de Jonathan Miles para Sunday Book Review– y acaso pueda leerse como un epílogo al ciclo propuesto por las tres novelas que lo preceden. O, también, como un signo de que Ford, francamente, está un poco cansado de su personaje. ¿Por qué? Bueno, en inglé

Las constelaciones salvajes, Pola Oloixarac; Las redes invisibles, Sebastián Robles; El brujo, Matías Bragagnolo; Cataratas, Hernán Vanoli

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Idas y vueltas de la ciencia ficción argentina   Mucho se ha escrito sobre el presunto “agotamiento” de la ciencia ficción. La idea básica es simple: en un mundo en que el cambio tecnológico resulta tan vertiginoso como en el nuestro, la idea misma de una literatura que explore el futuro parece problemática. Y podemos sumar otra idea similar: que en los países del llamado Tercer Mundo las circunstancias que condicionan al desarrollo científico afectan severamente la posibilidad de una tradición literaria de ciencia ficción. Ambas ideas son como mínimo discutibles, pero parece clarísimo que en los últimos años la ciencia ficción ha dado pocas señales de agotamiento en tanto nuevas tendencias han seguido apareciendo, nuevos nombres de interés han surgido en el mercado editorial y no dejaron de ser publicados libros que podrían reclamar el estatuto de clásicos del género (como Historias de tu vida, de Ted Chiang, de 2002, o El problema de los tres cuerpos, de Liu Cixin, publ

Blackstar, David Bowie

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Sonido y visión La carrera de David Bowie (nacido David Jones en 1967) demoró en arrancar. De sus esfuerzos de la década de 1960 no hay mucho que rescatar más allá de la curiosidad de los fans más acérrimos, aunque Bowie fundó e integró no pocas bandas (The Konrads, The King Bees, Davie Jones and the King Bees, The Manish Boys, The Lower Third, The Buzz, The Riot Squad, para adoptar el apellido “Bowie” recién a comienzos de 1967) y lanzó un álbum solista ( David Bowie, de 1967) antes de obtener su primer éxito creativo y de público. Que fue, por supuesto, de la canción “Space Oddity”, inspirada por 2001: a Space Odyssey y oportunamente llevada a las disquerías cinco días después del lanzamiento del Apolo 11 para resultar en el primer hit del cantante. Pero esa conquista no se repitió de inmediato. Los álbumes Man of words/Man of music (1969, relanzado en 1972 como Space Oddity ), The man who sold the world (1970) y Hunky Dory (1971) no llegaron a posiciones significa

La zona de interés, Martin Amis

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Devolver la mirada Uno de los momentos más interesantes (por no decir el más… ) de La Zona de Interés, la última novela de Martin Amis, está en su epílogo no ficcional. Allí el autor considera las respuestas posibles (o la falta de respuesta posible) a la pregunta de por qué en relación al Holocausto. ¿Cómo se puede explicar una atrocidad semejante? ¿Cabe la posibilidad de buscarle causas, de comprenderlo ? ¿Y eso, además, no trae implicado un problema ético, como si comprender de algún modo estuviera cerca de justificar ? No hay respuestas fáciles, por supuesto, y Amis lo sabe. Toda su novela, en cierto modo, gira en torno a esa cuestión punzante y, por qué no, urgente. Quizá pueda describirse La Zona de Interés como un magnífico ejemplo de virtuosismo narrativo, además. De hecho, la novela inmediatamente anterior de Amis, Lionel Asbo o el estado de Inglaterra , queda claramente expuesta como una obra menor si se la compara con La zona… Ahora sí Amis se jugó, digamos,

Camba, Martín Avdolov

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Todos los perros van al cielo Durante muchos años, el concurso de narrativa joven organizado por la filial Jai de B’nai B’rith (que contó en su jurado a Marosa DiGiorgio, María Esther Burgueño, Tomás de Mattos y Rafael Courtoisie) ofreció un espacio para la publicación de cuentos de autores emergentes. Allí vieron algunas de sus primeras publicaciones escritores de notoria presencia en el mapa de la narrativa uruguaya contemporánea, entre ellos Rodolfo Santullo, Jorge Alfonso, Sebastián Pedrozo, Martín Bentancor y Horacio Cavallo. También aparecieron allí otros escritores que han ocupado hasta ahora lugares acaso más marginales –en términos de visibilidad, es decir– o, sencillamente, se ocuparon de otras cosas. Es el caso, por ejemplo, de Leticia Feippe, Horacio Bernardo, Laura Chalar y Fernando Foglino, a quienes cabe sumar a Martín Avdolov, que publicó recientemente Camba, su segunda novela (la precedió la infanto-juvenil Violeta corazón, de 2014). Los cuentos publicado

El perro de Fogwill, Mario Bellatin

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Entender al monstruo   La palabra “monstruo” está al principio y al final de El perro de Fogwill, el último libro de Mario Bellatin editado en Montevideo, y entre esas dos apariciones (p.7 y p.99, segunda y penúltima) acaso pueda trazarse una línea de lectura que una los tantos puntos y trace algo parecido a una figura, a una constelación. Se trata, en cualquier caso, de un libro enigmático, inquietante, incluso ominoso por momentos: si hubiera que proponerle una “trama” básica cabría señalar que se habla de un encuentro con Fogwill en un restaurante de Buenos Aires (en el que el narrador –un Mario Bellatin ficcional, digamos– y el gran escritor argentino devoran “trozos de la misma res” en “un asqueroso rito”, p.64) y que pronto al narrador se le ofrece un saluki, una variedad de lebrel también conocida como “perro real de Egipto” y que aparece representada en documentos con una antigüedad de más de 6000 años. Pronto se nos habla del regalo de un muerto (Fogwill murió cinco