Francamente, Frank, Richard Ford
Después
de la tormenta
Sin lugar a dudas Frank Bascombe,
protagonista de las novelas de Richard Ford The
Sportswriter (El periodista deportivo), Independence
Day (Día de la independencia) y The Lay of the Land (Acción de gracias, todas las mencionadas
editadas en castellano por Anagrama), es uno de los dos o tres personajes más
significativos de la literatura estadounidense contemporánea. Francamente, Frank (en inglés Let Me Be Frank With You, con el doble
sentido de “dejame ser franco/Frank contigo”), publicado en inglés en 2014 y
armado con cuatro relatos o cuasi-cuentos sutilmente entrelazados, es la última
etapa hasta la fecha en una historia editorial de treinta años y 1.352 páginas
–según hace notar la reseña de Jonathan Miles para Sunday Book Review– y acaso pueda leerse como un epílogo al ciclo
propuesto por las tres novelas que lo preceden. O, también, como un signo de
que Ford, francamente, está un poco cansado de su personaje.
¿Por qué? Bueno, en inglés el libro lleva
el subtítulo “a Frank Bascombe book”, que podría leerse como “un libro de la
serie sobre Frank Bascombe” o “un libro protagonizado por Frank Bascombe” o
incluso “un libro con Frank
Bascombe”; cualquiera de las opciones sugiere sutilmente –la sutileza es,
después de todo, uno de los ases bajo la manga de Richard Ford– que hay una
diferencia entre este libro y los anteriores, casi como si Francamente, Frank fuera un spin-off
(es decir un relato derivado de una obra narrativa precedente, que se
detiene en algún detalle, tema o personaje en particular) o un texto que hay
que medir con otros criterios, un trabajo acaso “menor” en comparación a las
tres grandes novelas que lo preceden.
O quizá esa diferencia pase más bien por la
sustancia del libro: cuatro cuentos largos en lugar de una novela de más de 500
páginas obligan a un tono diferente, incluso a una suerte de urgencia o
inmediatez. Así, en Francamente, Frank, Bascombe
es más directo –no olvidemos que el título ya nos propone que alguien será
“franco” con nosotros–, más insistente y más caricaturesco, si se quiere. O,
para usar un término más amable, estilizado.
Se entiende más rápido, se apela a lo
que ya sabemos, a lo que esperamos
del personaje. Un libro más pop, en cierto sentido.
Los cuatro relatos transcurren en 2012 y
2013, poco tiempo después del huracán Sandy. La entrada correspondiente en
Wikipedia presenta a este huracán como el segundo más costoso de la historia de
Estados Unidos, en términos de daños a la propiedad, pues llegó a afectar
–entre fines de octubre y principios de noviembre de 2012– a 24 estados,
incluyendo la costa oriental completa entre Florida y Maine, a la vez que el
daño producido fue estimado en 71.000 millones de dólares. Su impacto en la
cultura popular fue importante, tanto por la cobertura mediática (se lo llamó
en algún momento “supertormenta Sandy”) como por tantas de sus consecuencias,
entre ellas –más allá del daño a la propiedad y el impacto digamos humano del fenómeno– el cierre del
mercado de valores entre el 29 y el 30 de octubre, algo que no pasaba desde
1888, y su más que obvia resignificación en el debate sobre el cambio
climático.
Quienes hayan leído las ya mencionadas
novelas sobre/de/con Bascombe recordarán que por mucho tiempo el personaje se
desempeñó como agente inmobiliario. Francamente,
Frank lo encuentra ya retirado y al borde de convertirse en un viejo
cascarrabias, si es que no lo es ya. Los relatos están configurados como el
monólogo interior de Frank, y lo acompañamos cuando se queja de sus achaques y
malestares y cuando vuelve una y otra vez a temas como el desapego, la
resignación, la soledad y la muerte, siempre, por cierto, desde lo que la
cuidadísima escritura de Ford nos presenta como lucidez, cierta valentía, no
poca misantropía y de paso bastante cinismo. Ese tema de después de la tormenta, por llamarlo de alguna manera, es también
el de la vejez y la cercanía del fin, temas literarios donde los haya; al principio –volvemos al tema de la astucia
artesanal: Ford dispone la mayor visibilidad del tema literal de las consecuencias del huracán en el primero de los
relatos– se reflexiona sobre cambios en los precios, apuros para comprar/vender
y la pésima suerte de los que encontraron su inversión más reciente hecha pedazos;
más adelante en el libro, a medida que nos alejamos del centro de los
escombros, empezamos a acercarnos a otra clase de ruinas. Así, en el último
relato (“Muertes de otro”), la visita a un antiguo conocido a pasitos de la muerte
por cáncer hace sonar –a través de un ringtone–
en los oídos de Frank un verso de la canción principal de la película Cabaret: start by admiting from cradle to
tomb isn’t that long a stay (algo así, un poco más figuradamente, como
“empezá por admitir que desde la cuna a la tumba no es un paseo tan largo”). Y
Bascombe, por supuesto, lo sabe desde hace tiempo.
Es posible que este no sea el mejor libro
de Ford ni el mejor entre los centrados en Bascombe, pero quienes valoren con
militancia los cuentos (o crean el verso ya viejo de “los tiempos que corren y
las formas narrativas breves”) lo recibirán con alegría. Y quienes, de paso, se
deleiten con una expresión más que competente (iba a decir exquisita) de los tópicos centrales del canon narrativo, quienes
aprecien el artesanado del relato y las astucias de un viejo narrador, quienes
asuman la caracterización como uno de los dos o tres valores fundamentales de
la narrativa, sin duda lo apreciarán más que… bueno, déjenme ser franco con
ustedes, más que yo.
Publicada en La Diaria el 26 de abril de 2016
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