Alt Lit, varios autores
Noticias del norte
Hace un tiempo ya el escritor argentino
Juan Terranova señaló, en un
cuestionario publicado en el blog Buenos
Muchachos, que las redes sociales son la literatura del siglo XXI. Y añadió
que “es tan obvio que ya molesta un poco
decirlo”. Habrá quien piense que la sentencia es una provocación o una
exageración (o al menos, más cautelosamente, que las redes sociales conforman
la literatura del siglo XXI sin agotarla), pero es evidente que ante la
tontería arrinconada o derrotada de las posturas sobre el tema profesadas por
gente como Sandino Núñez, la afirmación de Terranova al menos va, como mínimo,
vinculada a un conocimiento o una exploración de las redes sociales y su
relación posible con la literatura (o con una nueva literatura, mejor). De
hecho, que la literatura del sigo XXI y las redes sociales se alimentan
mutuamente es, sí, una afirmación completamente obvia.
Está, por ejemplo, la llamada alt lit o literatura alternativa
estadounidense. Publicación en la web, e-books
disponibles por descarga gratuita o en páginas web, textos en blogs,
editoriales concebidas como proyectos personales y búsqueda de una construcción
de la figura o el perfil del autor a través de su actividad en las redes
sociales son algunos de los elementos más visibles del movimiento; podríamos entenderlo
entonces como una manera de pensar la literatura desde un mundo donde la
publicación de una obra cobra nuevos sentidos en virtud de posibilidades
inexistentes hasta hace poco más de diez años. La edición en el sentido
tradicional, entonces, se ha convertido en apenas una opción más; los blogs, la posibilidad de creación de
páginas web y la plataforma ofrecida por las distintas redes sociales, han
cambiado todo. Pero esto, claro, es algo sabido desde hace tiempo.
Hay también en este movimiento alternativo ciertas
marcas de escritura y algunas influencias más visibles que otras (Amy Hempel,
Carver, Cheever); en general, los escritores y escritores vinculados a la alt lit tienden a las oraciones cortas,
a un uso ligeramente extrañado de la lengua, al trabajo con elementos de la
cultura popular y a un acercamiento a la llamada “nueva sinceridad”, concebida
por David Foster Wallace en su clásico ensayo “E Unibus Pluram: Television and
U.S. Fiction” y posible respuesta por la negativa al uso de la ironía en la
ficción o el cinismo posmodernos (de todas formas, ninguno o casi ninguno de
los representantes más visibles de la alt
lit mencionan a Foster Wallace como una influencia fuerte, más bien al
contrario).
Seguro quienes todavía se rasgan las
vestiduras por las “bellas letras” (que suelen ser quienes, además, no parecen
capaces de comprender las mutaciones de sentido movidas por la llamada era
digital) no encontrarán en textos encuadrables en alt lit mucho más de lo que creen encontrar en un conjunto de
tuiteos; lo interesante, en todo caso, es pensar qué valores se mueven en
relación a lo literario (es decir qué es un valor en literatura y si de hecho
“literario” es un valor, y qué significa) y cómo la tecnología (esa enemigo permanente del
humanismo más bobo) los ha modificado o desplazado.
Alternativa
rioplatense
Hace poco la editorial argentina Interzona
publicó un compilado de relatos breves titulado Alt lit – literatura norteamericana actual, que ofrece traducciones
a cargo de los compiladores (los escritores Lolita Copacabana y Hernán Vanoli)
de un buen panorama de textos vinculados al movimiento que da título al libro.
Tanto Vanoli como Copacabana parecen de alguna manera ideales para plantear el
diálogo entre la literatura alternativa estadounidense y sus posibles
equivalentes en la escena argentina o, mejor, rioplatense. El primero (además
de haber reflexionado sobre literatura, crítica y redes sociales en diversos
artículos y entrevistas) ha participado de la editorial Tamarisco, que de
alguna manera es incorporable a esa nueva o relativamente nueva zona editorial
de iniciativas independientes y alternativas a los grandes caminos de
producción y difusión de los libros, y Lolita Copacabana es una de las bloggers más relevantes e interesantes de la escena literaria argentina
(de hecho publicó hace ya unos años Buena
leche, un libro derivado de su actividad bloguera); los compiladores son
responsables, además, de un sólido prólogo que sirve de presentación del
movimiento alt lit y, además, de
planteo de avenidas posibles de lectura de los relatos incluidos.
Entre los escritores reunidos por el libro
está Tao Lin (1983), autor de las novelas Eeeee
Eee Eeee (2007), Shoplifting for
American Apparel (2009), Richard
Yates (2010) y Taipei (2013),
estas dos últimas traducidas al español y publicadas por la editorial española
Alpha Decay; Lin, que además es poeta, es de alguna manera una de las figuras
emblemáticas de la alt lit, y también
el fundador de la editorial independiente Muumuu House, que ha publicado a gran
parte de los escritores vinculados al movimiento . Los textos que lo
representan en el libro son una excelente via de entrada al mundo de su
literatura.
También hay que destacar los relatos de
Blake Butler (1979), acaso los mejores del compilado, en particular el ominoso
e inquietante “El vestido de estómago de mi madre”, los de Lilly Down (1989),
en particular “72 horas de intervención: un relato de primera mano”, los de
Noah Cicero (1980), en particular “Cómo lidiar con un crackero cabeza de
tacho”, y también los de Frank Hinton.
Un punto débil o al menos controversial del
libro quizá sea la traducción, o algunos momentos de la traducción. Es cierto
que Vanoli y Copabana advierten que “toda antología y toda traducción son
imposibles sin traición y sin arbitrariedad”, pero su trabajo como traductores
a veces llama la atención por decisiones un poco extrañas y resultados que
probablemente podrían haber sido mejorados. La tónica general es crear una suerte
de habla rioplatense contempránea (lo cual podría entenderse como una manera de
decir que los textos en su lengua original configuran una forma de habla
estadounidense contemporánea), aunque a veces ciertos deslices (o términos que
suenan a desliz o que llaman un poco la atención en su contexto) saltan a la
vista; por ejemplo, en la página 158 se habla de “polis”, lo cual parece, a su
vez, evocar una traducción anterior e incorporada a la lengua hasta llegar a
convertirse en un término que suena natural (lo cual quizá no sea del todo
así), y en la siguiente de “ñoños”, que remite inevitablemente al doblaje de
series como Los Simpson en un efecto
que quizá sea extraño al original. A la vez, en general todos los textos (con
algunas excepciones: Butler, Lin) suenan más o menos parecido, y eso quizá se
trate de un gesto de los traductores destinado a mostrar cierta homogeneidad
lingüística que subraye también a ese nivel la unidad estética del movimiento.
Cierto tono a la traducciones de la revista Rolling
Stone también asoma de vez en cuando, con construcciones que a una sintaxis
más bien estándar, “neutra” o poco coloquial se le imponen términos más
cargados de un significado regional o específico de un grupo social. Llama la
atención también el uso de las comillas, en lugar de rayas, para marcar los
diálogos; esto reproduce la manera tradicional de la literatura en inglés,
quizá a propósito, aunque no logra evitar un extrañamiento que tampoco parece
remitir a un gesto análogo del original.
Es interesante leer Alt lit desde Uruguay y pensar en qué escritores de la escena local
podrían establecer o han ya establecido de alguna manera un diálogo con
escritores como Noah Cicero, Ofelia Hunt, Tao Lin, Lily Dawn, Sam Pink, Blake
Butler y otros de los representados en el libro. La obra narrativa de Agustín
Acevedo Kanopa podría ser un buen lugar para indagar, así como también la de
Daniel Mella y, hecha la abstracción del lenguaje más bien tributario de otras
tradiciones (la del realismo sucio pasado por las traducciones de la editorial
Anagrama, por ejemplo), la Carolina Bello del libro Escrito en la ventanilla, que se desprende del trabajo de escritura
en un blog. De todas formas, los tres
mencionados, y en particular Mella, ocupan (o se acercan a) un lugar más
“central” que “alternativo” en la nueva literatura uruguaya. En cuanto al
aprovechamiento local de las posibilidades ofrecidas por Internet y, en
particular, las redes sociales, está claro dónde está el lugar más sólido: en
la nueva escena historietística. Y, en menor medida, en la crítica.
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