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Mostrando entradas de 2011

Carolina Bello, Escrito en la ventanilla

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Retrovisor Allá por 1968 el primer disco de la banda británica Jethro Tull se tituló This was , lo que podría traducirse como “esto fue” o quizá “esto era”; el segundo, del año siguiente, llevó el nombre de Stand up , o sea algo así como “ponerse de pie” o “ponete de pie”. Muchos años después, Ian Anderson, vocalista, multiinstrumentista, compositor y líder de la banda, declaró en una entrevista que su interpretación de los primeros dos títulos de su discografía era que el primer trabajo señalaba lo que había sido su etapa formativa, como si dijera “esto era hasta acá, ahora hemos evolucionado, ahora tomaremos este camino”, y que “ponerse de pie” se volvía por lo tanto una suerte de comienzo de la obra “sólida” de la banda. El libro Escrito en la ventanilla , de Carolina Bello (1983) podría pensarse como un This was que promete el Stand up futuro. Encontrarle defectos es fácil, como también lo es listar sus virtudes. La etiqueta “promisorio” suele ser incómoda, como la

Jonathan Franzen, Libertad

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Las amenazas de nuestro mundo Desarrollo sustentable, calentamiento global, emisiones de CO2, cambio climático, crisis, modelos económicos, business as usual, recesión, deterioro ambiental y social… es fácil seguir añadiendo tópicos a esta lista y así armar  una aproximación nebulosa a un zeitgeist o “espíritu de los tiempos” posible para estas primeras décadas del siglo XXI, en tanto yuxtaposición de los asuntos que suenan importantes e ineludibles, que compromenten a cualquier persona que guste de considerarse interesada en el camino que está tomando el mundo. En esa línea, es tentador leer Libertad , la cuarta novela de Jonathan Franzen (1959), como una aproximación a la “gran novela americana”, en el sentido de una narrativa capaz de dar cuenta y ofrecer un modelo a escala satisfactorio de la sociedad estadounidense (y también, tenue pero ineludiblemente, globalizada) en un momento dado, de, precisamente, un zeitgeist, del que el texto se vuelve “representativo”; una novela que

Philip K Dick, Exégesis

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Teorías salvajes y el secreto del universo Un día de febrero de 1974 el escritor estadounidense Philip K. Dick fue al dentista. Hacía días que el dolor en una de sus muelas del juicio se había vuelto insoportable y era necesario extraerla. El proceso implicó el uso de pentotal sódico como anestésico, pero para cuando Dick regresó a su casa el dolor arreció, así que llamó por teléfono a una farmacia cercana y ordenó analgésicos. Al rato una empleada le trajo el pedido; tras abrirle la puerta Dick se quedó absorto por unos instantes: la chica llevaba un colgante con un símbolo que el escritor no reconoció, con forma de dos semicírculos entrelazados para sugerir la forma de un pez… Y brillaba. El colgante arrojaba un extraño resplandor inagotable, para el asombro de Dick, que no atinó a otra cosa que a preguntarle a la muchacha el significado de aquel símbolo. Se trataba del llamado “signo del pez”, por la palabra “pez” en griego koiné, formada con las iniciales de algo así como “Jesús C

Christian Font, El proyeccionista del Cine Unión

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Canchereo cinéfilo Un niño descubre que en la oscuridad de un baratillo del barrio Unión son proyectadas películas todos los sábados. El mismo niño mira una película, luego otra, luego otra. Total: siete películas ( Escándalos romanos, de 1933; Ben Hur , 1959; La conquista del Oeste, 1962; Ivanhoe , 1952; Infierno en la torre, 1974; El golpe, 1973; Doce del patíbulo , 1967); después de la última, el cine cierra. Fin. Este resumen cubre casi la totalidad del asunto narrado en El proyeccionista del cine unión , la primera novela de Christian Font (Montevideo, 1978); sumándole las excusas que da el niño para ausentarse de su casa los sábados y alguna que otra referencia infaltable a los partiditos de fútbol y a las también infaltables pequeñas historias/chusmeríos de vecinos y vecinas, no queda mucho más que consignar, más allá del claro homenaje a Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore. El narrador es el niño, y cuenta su historia desde nuestra época (cabe pensar por las refe

Exhibición de atrocidades (Freeway) de noviembre

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  Viajes en el tiempo    El 7 de mayo de 2005 se celebró en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) la “Convención de viajeros en el tiempo”. La hora y el lugar fueron especificados con un máximo de precisión: el encuentro se llevaría a cabo a las 22:45 (tiempo del este de Estados Unidos) en 42,360007º latitud norte y 71,087870º de longitud oeste. A partir de esa hora 300 invitados del presente esperaron a sus compañeros del futuro; las horas pasaron y ningún visitante del futuro hizo su entrada dramática. Algunos años atrás, de hecho, el físico Stephen Hawking había dicho que la mejor evidencia en contra del viaje en el tiempo era el hecho de que no estamos rodeados de turistas del futuro deseosos de contemplar la Montevideo del 2011 y llevarse de vuelta al futuro su precioso ejemplar de Freeway ; tampoco está claro que las torres del Wall Trade Center hayan caído bajo la atenta mirada de emocionados visitantes del porvenir, quienes tampoco habrían presenciado, hasta don

Jonathan Lethem, Chronic City

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La realidad de los incrédulos En el prólogo a la antología The secret history of science fiction ( La historia secreta de la ciencia ficción ), los compiladores James Patrick Kelly y John Kessel recuerdan un artículo titulado “Close encounters: the squandered promise of science ficion” (algo así como “Encuentros cercanos: la promesa desperdiciada de la ciencia ficción”), publicado por Jonathan Lethem en 1998. El argumento que desarrollaba era más o menos así: en 1973 la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción de América otorgó el premio Nebula (la distinción más prestigiosa dentro del género) a Arthur C. Clarke, por su novela Rendez-vous with Rama ( Cita con Rama ), en lugar de dárselo a Gravity’s rainbow ( El arcoíris de la gravedad ), de Thomas Pynchon; ahora bien, de haber recibido esta novela el galardón (razona Lethem), toda la historia subsiguiente de la ciencia ficción hubiese sido otra: Para empezar, habrían sido abolidas las barreras que separan al género de la “literat