La chica mecánica, Paolo Bacigalupi
Futuro
a pedal
El ciberpunk fue un movimiento temático y
estilístico surgido en la década de 1980 y asimilado inmediatamente como un
subgénero dentro de la ciencia ficción. Entre sus obras centrales están la Trilogía del Sprawl, de William Gibson (Neuromante, Conde cero y Mona Lisa Acelerada), la antología Mirrorshades, editada por Bruce
Sterling, los anime Akira y Ghost in the Shell y la película Blade Runner. Existe, además, un
creciente número de derivaciones y variantes, que toman algunos elementos del
planteo ciberpunk original y los extrapolan a contextos diferentes, muchas
veces dejando de lado ejes temáticos como la realidad virtual, la mitología
urbana de los hackers y los
conflictos entre megacorporaciones en un futuro post-industrial. Para empezar,
existiría una “segunda generación” ciberpunk (muchas veces reunida bajo el
término “postciberpunk”) que minimiza las connotaciones distópicas y es más
fácilmente vinculable a las tradiciones clásicas de la ciencia ficción; un
texto central a esta corriente podría ser La
era del diamante, de Neal Stephenson.
Otros derivados hacen uso de un concepto
retrofuturista y extrapolan el avance de la tecnología desde estéticas pasadas;
el ejemplo más conocido es el steampunk,
basado en la estética victoriana y centrado en el uso del vapor como
propulsión; el término fue creado para referirse a las novelas de Tim Powers,
James Blaylock y K.W.Jeter, pero las obras que quizá han atraído más la
atención del público son, además de algunas antologías, la novela La máquina diferencial, de William
Gibson y Bruce Sterling y la novela gráfica La
liga de caballeros extraordinarios, de Alan Moore y Kevin O’Neill. También
cabe nombrar las corrientes Teslapunk,
generalmente más vinculada a la escritura de ucronías y basada ante todo en la
tecnología eléctrica de Nikola Tesla, Atompunk,
centrada en futuros o presentes alternativos extrapolados de la tecnología
pre-digital de los primeros años de la Guerra Fría, y Dieselpunk, influida por el art deco y la estética de las revistas pulp (un buen ejemplo visual de esta
corriente podría ser la película Sky
Captain y el mundo del mañana).
Entre los derivados que prescinden del
recurso ucrónico o retrofuturista hay que mencionar al Nanopunk, centrado en los avances de la nanotecnología, y al Biopunk, que se propone explorar las
consecuencias de la llamada “revolución biotecnológica”, desde la difusión de
los alimentos transgénicos hasta la clonación.
El biopunk ha logrado convertirse en una de
las tendencias principales de la ciencia ficción, desde fines de la década de
1990 hasta el presente. Es, de hecho, el único de los derivados del ciberpunk
que ha sido explorado más o menos extensivamente por la ciencia ficción
uruguaya, a través de la serie de novelas gráficas Genética Grunge, ilustrada por Zalozábal (Gonzalo Mendizábal) y
guionada por el propio Zalozábal y Roberto Bayeto.
Una de las obras más relevantes de esta
tendencia es La chica mecánica (una
traducción más fiel del título original –The
windup girl– podría ser La chica a cuerda),
del estadounidense Paolo Bacigalupi (1972), autor de un compilado de cuentos (Pump Six and Other Stories, 2008), una
novela juvenil (Ship Breaker, 2010)
y, recientemente, una secuela de la recién mencionada (The drowned cities, 2012). Ninguno de estos trabajos está traducido
al español, aunque se puede leer uno de los cuentos que integran Pump Six en el número 50/51 de la
revista argentina de ciencia ficción Cuásar.
La ficción de La chica mecánica está ambientada en Tailandia, en un futuro no
especificado (aunque la mayor parte de las reseñas disponibles lo estiman hacia
el siglo XXIII y la contraportada establece que se trata del XXII) en el que la
civilización se ha recuperado de una terrible crisis energética. En este mundo
las computadoras funcionan con generadores a pedal y la mayor parte del
transporte de carga pesada se lleva a cabo con elefantes genéticamente
alterados (los “megodontes”) para maximizar su fuerza y su eficiencia
energética. La electricidad (y la refrigeración de bebidas y alimentos) es un
lujo, y los ingenieros genéticos se esfuerzan día a día por diseñar especies de
cereales y hortalizas resistentes a las nuevas plagas, muchas de ellas
derivadas de antiguas armas biológicas.
Bacigalupi hace un uso magistral del
dosificado de detalles e información; poco a poco, a medida que vamos
adentrándonos en la novela, nos enteramos de que la globalización económica
desapareció con la crisis energética y que el último proceso de corte
imperialista fue llevado a cabo por China, aunque fracasó en lo que parecería
dos o tres generaciones atrás de los hechos de la novela; no sabemos gran cosa
del resto del mundo (no hay referencias a Estados Unidos, muy pocas a Europa y
ninguna a África y Sudamérica, y está claro que no existe Internet ni un sistema
difundido masivamente de comunicación mundial), pero sí que en el sudeste
asiático el avance de China fue detenido en gran medida por una nueva facción
fundamentalista islámica (los “pañuelos verdes”) y que la mayoría de los chinos
afincados en Tailandia son considerados prácticamente parias. De Japón llegamos
a saber muy poco, pero lo que da a entender el narrador (la novela, muy en el
estilo de Philip K. Dick, está narrada en tercera persona con rotación de
“puntos de vista” según el personaje en que se centre el capítulo en cuestión)
es esencial: en algún momento de la historia reciente Japón fue la capital de
la ingeniería genética enfocada a los “humanos mejorados”, los “neoseres”.
Algunos fueron creados con propósitos militares (y por tanto con fuerza,
reflejos y agilidad notoriamente aumentados) y otros para ser esclavos de
placer (a los que se les incorpora a nivel genético la compulsión a obedecer y
a la sumisión). La “chica mecánica” del título, Emiko, es uno de esos neoseres,
y se desempeña como performer en un show porno. La sociedad tailandesa que
presenta Bacigalupi tiene un fuerte tabú con respecto a los neoseres, que son,
de hecho, ilegales en el territorio, por lo que Emiko encuentra extremadamente
difícil moverse por la ciudad sin llamar la atención y correr peligro de vida.
Un detalle interesante es que muchos de estos neoseres fueron construidos de
manera que sus movimientos resultan en apariencia antinaturales, como si
remederan los de los viejos autómatas victorianos (aquí es evidente que
Bacigalupi hace un guiño a la corriente steampunk).
La trama está pautada por cuatro
personajes: Anderson Lake, un pirata genético que trabaja para una corporación
occidental y busca “robar” los genomas de las especies protegidas por el estado
tailandés; Emiko, la chica neoser que descubre que muy al norte del continente
existe una comunidad independiente de neoseres; Hock Seng, un anciano chino que
busca salir adelante con un gran negocio que jamás logra concretar y Kanya, una
funcionaria del estado tailandés que va adquiriendo un protagonismo creciente y
resulta esencial para los acontecimientos del final de la novela.
La
chica mecánica es una novela de lectura ágil y por
momentos fascinante, llena de detalles deslumbrantes y pequeñas felicidades
ocultas. Es fácil ponerla en relación con clásicos como Blade Runner o Neuromante, pero
el futuro planteado por Bacigalupi es fresco y sugerente, y si bien ninguna de
sus “invenciones” es enteramente sorprendente, la articulación de los detalles
que construyen ese mundo no tiene nada que envidiar a la narrativa de
referentes ineludibles de la ciencia ficción como Frank Herbert o Robert
Silverberg. Gustará sin lugar a dudas a quienes se dejen atrapar por una buena
trama de aventuras presentada de un modo inteligente y también, por supuesto, a
los lectores de ciencia ficción, que podrán ponerse al día con el género a
través del buen hacer de uno de sus nuevos valores. De hecho, Bacigalupi obtuvo con esta novela
los premios Hugo y Nebula, los más importantes para la ciencia ficción y la
fantasía, el primero compartido con The
city & the city, la última novela de China Miéville, otro nombre
ineludible en el mapa de la ciencia ficción anglosajona y, junto al autor de La chica mecánica y a Ted Chiang (los
tres casi inéditos en español), una excelente razón para recordar lo
equivocados que están quienes, década tras década, proclaman el “agotamiento” del
género.
Publicada en La Diaria el lunes 11 de junio de 2012
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