La trama nupcial, Jeffrey Eugenides
Comedias románticas
Ejemplos de novelas sobre escritores
abundan, desde La mitad siniestra, de
Stephen King, hasta Chicos prodigiosos,
de Michael Chabon, pasando por El escritor
fantasma, de Philip Roth, y Sivainvi,
de Philip K. Dick, por nombrar ejemplos relativamente pop y contemporáneos.
La literatura sobre críticos literarios o
eruditos de la literatura, por otro lado, parece menos abundante. Algunos
ejemplos surgen con facilidad, de todas formas, entre ellos la sección “La
parte de los críticos” de 2666, de
Roberto Bolaño, así como también Pálido fuego,
de Nabokov. Más recientemente, La trama nupcial,
de Jeffrey Eugenides, podría ser felizmente incluida en esa categoría.
El primer párrafo de la novela, de hecho
(entre los comienzos más brillantes de la narrativa reciente en inglés, sin
lugar a dudas), nos introduce –a través del listado de los libros en los
anaqueles de la protagonista– en el mundo de Madeleine, una amante de las
letras que está estudiando literatura en la universidad y busca un eje temático
para su carrera.
La trama arranca en 1982, cuando Lyotard,
Foucault, Barthes y Derrida eran verdaderos héroes en los campus y era cool matricularse en cursos sobre La arqueología del saber o De la gramatología. Madeleine pronto
descubre que le interesa escribir sobre la llamada “trama nupcial”, categoría
generalmente empleada para referirse a aquellas obras –Sentido y sensibilidad, Middlemarch, etc– cuyo argumento está
centrado en los rituales de cortejo, los obstáculos enfrentados por la pareja y
la eventual boda, que puede servir –o no– a modo de desenlace. La novela de
Eugenides, entonces, puede leerse como un comentario narrativo sobre la lectura
de novelas incorporables a la trama nupcial, en tanto el narrador, focalizado
en Madeleine, nos facilita reflexiones al respecto, entre ellas, en la página
38: “Su plan [el de Madeleine] consistía en empezar con Jane Austen. Después de
un breve examen de Orgullo y prejuicio,
Persuasión, Sentido y sensibilidad, todas ellas, en esencia, comedias que
acababan en boda. Madeleine iba a pasar a la novela victoriana, donde las cosas
se complicaban y se hacían considerablemente más oscuras: Middlemarch y Retrato de una
dama no acababan en boda. Empezaban con los pasos tradicionales de la trama
nupcial –los pretendientes, las proposiciones, los malentendidos–, pero después
de la celebración de la boda la historia continuaba. Estas novelas seguían a
sus heroínas valerosas e inteligentes, Dorothea Brooke e Isabel Archer, en sus
decepcionantes vidas de casadas, y es aquí donde la trama nupcial alcanza su
más alta expresión artística. En 1900 la trama nupcial había dejado de
existir”. Esta línea metanarrativa está indudablemente apuntalada por la
elección de personajes interesados en las letras: una novela sobre críticos
literarios, entonces, no puede sino hablar sobre literatura.
También cabe leer La trama nupcial como una novela de –precisamente– la trama
nupcial, con pretendientes, proposiciones y malentendidos. Cada sección del
libro, de hecho, parece ofrecernos su propio arreglo de esas tres categorías. Los
pretendientes son básicamente dos: Leonard Banhead, un estudiante de medicina
que padece de depresión, y Mitchell Grammaticus, aspirante a teólogo, y las
proposiciones y malentendidos que los involucran son numerosas y recurrentes.
Entre las mejores secciones de la novela, además, están los capítulos dedicados
a la exploración de esos personajes, en particular el viaje que hace Mitchell
apenas culmina sus estudios de grado, que lo lleva a Paris y a la India.
La crítica anglosajona ha insistido en esta
última avenida de lectura, y es fácil encontrar por ahí reseñas que presentan
al libro como una suerte de actualización “posmoderna” (como señala el artículoescrito por James Lasdun para TheGuardian) de la trama nupcial. Quizá valga la pena, entonces, destacar
otras líneas muy visibles: la construcción de una personalidad según las
preferencias de lectura, por ejemplo, o la hábil intercalación de un Bildungsroman (o novela de aprendizaje)
centrado en la búsqueda de la espiritualidad, notorio en las secciones que
abordan al personaje de Mitchell Grammaticus, probablemente el más interesante
del libro. Es destacable también el abordaje de la depresión –especialmente en
la tercera sección de la novela, centrada en Leonard–, que por momentos
recuerda a algunos capítulos de La broma
infinita, de David Foster Wallace.
Eugenides ha escrito una novela atrapante,
que por momentos logra incluso fascinar. La soltura de la escritura es avasalladora
y envidiable, y el tono y el pulso narrativo elegidos consiguen que historias
que podrían fácilmente decaer en cursilerías se mantengan siempre de este lado
del cliché. Por otro lado, es fácil pensar en La trama nupcial como una apuesta segura, un trabajo esencialmente
poco arriesgado, al menos en comparación con Middlesex, la anterior novela del autor y, hasta el momento, casi
con total seguridad, su mejor trabajo.
Publicada en La Diaria el 28 de mayo de 2013
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ResponderEliminarborré accidentalmente el comentario anterior, así que lo reproduzco acá:
ResponderEliminarMuy buena reseña aunque no esté especialmente de acuerdo con esa afirmación que haces en el párrafo final ("... un trabajo esencialmente poco arriesgado"), en mi opinión es la más ambiciosa de sus tres novelas y afortunadamente la más lograda, aunque por diferentes motivos también me gustaron mucho las otras dos.
Ya sabes que Eugenides se toma su tiempo entre obra y obra, lo cual me parece estupendo, y eso nos hará tener que esperar un tiempo indeterminado hasta la próxima novela pero seguro que valdrá la pena...
Saludos.-
y mi respusta: me dejaste pensando. Quizá sí pueda pensarse como la más lograda y, de paso, la más ambiciosa. Tengo que revisar eso. Gracias por pasar y comentar!
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