La hierba de las noches, Más allá del olvido, Patrick Modiano
El tiempo recobrado
Como cabía esperar, la reciente adjudicación
del Premio Nobel de Literatura al francés Patrick Modiano (1945) sirvió para
repoblar de sus libros las librerías. Además de verdaderos clásicos
contemporáneos como La trilogía de la
ocupación, Dora Bruder y Un pedigrí,
han aparecido en los últimos meses las novelas La hierba de las noches (en edición de Anagrama, publicada en
francés en 2012) y Más allá del olvido(en
edición de Alfaguara, publicada en francés en 1996).
Sería difícil no advertir el parecido entre
ambos libros, el tipo de reconocimientos que lleva a ciertos lectores a decir
cosas como “Modiano escribe siempre la misma novela”, juicio que podríamos
extender (quizá con ciertas reservas o rápidamente incurriendo en un intento de
periodización) al británico J.G.Ballard y al uruguayo Felipe Polleri. Así, en Más allá del olvido encontramos la
narración en primera persona a cargo de un escritor veterano que recuerda
ciertos acontecimientos de su juventud en París, durante los primeros momentos
de su vocación literaria; una mujer recordada sirve de núcleo a un enigma
apenas reconstruido y capaz de levantar puentes entre tiempos distintos para
que, finalmente, nos preguntemos hasta qué punto hemos asistido a una disección
de ese bagaje de cosas y eventos que hacen a una identidad. Esa mujer, esos
acontecimientos, han construido a una persona, y la memoria, entonces, detalla
ese genoma difuso.
A la vez, en La hierba de las noches encontramos una narración en primera
persona a cargo de un escritor veterano que recuerda ciertos acontecimientos de
su juventud en París, durante los primeros momentos de su vocación literaria;
una mujer recordada sirve de núcleo a un enigma apenas reconstruido y capaz de
levantar puentes entre tiempos distintos. ¿Qué pasa, entonces? (algo parecido
podríamos decir de Dora Bruder, acaso
la mejor novela de Modiano). Partiendo del dictamen del lector apresurado vale
la pena pensar hasta qué punto dos libros pueden ser el mismo siendo, a la vez,
dos libros distintos, un poco como si estuviéramos ante un set de variaciones, las Diabelli
de Beethoven o las Goldberg de Bach,
por poner dos ejemplos archiconocidos, y tuviéramos qué indagar la economía de
lo otro y lo mismo en cada una de las piezas que integran las obras. Esto, por
supuesto, nos lleva a preguntarnos por la naturaleza del “parecido” en
literatura, en particular dentro de los límites establecidos de la obra de un
autor. ¿Se parecen los libros por la reiteración de tropos, de artificios? ¿Se
parecen las tramas porque cuentan hechos similares? De ser así, en La hierba de las noches hay un hecho
criminal mucho más claro que en Más allá
del olvido, mientras que en esta última la mujer misteriosa del pasado
reaparece en un tiempo más cercano al presente de la narración (no así en La hierba…). Pero también el narrador de
una novela se parece al de la otra (escritor, detallista, midnight rambler, aficionado a andar por ahí tomando notas en una
libreta) aunque nada indica que sea “el mismo”, en el sentido de que, digamos, Los cazadores del arca perdida y La última cruzada incluyen al mismo
personaje; en ese sentido podemos quizá leerlo –para volver a esa idea– como
una “variación”, como el resultado de un procedimiento que (cabe proponer como
hipótesis) hace a la maquinaria de la obra de Modiano y que arroja variantes de
la misma persona como núcleo del parecido básico entre diversos libros que, en
cierto modo (y acá hay otra manera de establecer un “parecido”) trabajan el
mismo tema, el de la identidad o, mejor, el de la relación de la identidad con
la memoria y la historia. Un buen número de lecturas críticas proponen,
invocando el concepto de autoficción, que esa sucesión de “personas” traza algo
así como un desfile de alter-egos del propio Modiano.
Agencia
de detectives Marcel Proust
Además de (o relacionado con) traer a
colación el tema o los procedimientos de la autoficción, es un lugar común también
acercar la figura de Modiano a la de Marcel Proust. Evidentemente la
recuperación del pasado mediante la memoria (que en Proust, de todas formas,
comienza siempre como involuntaria, cosa que no marca la tónica del abordaje de
Modiano al tema) es central en ambas narrativas, pero quizá, más allá de las
diferencias que cabe encontrar, haya algo así como una “procedimiento estrella”
que anuda tiempo y memoria en la escritura. Exégetas prousteanos como Malcolm
Bowie han escrito páginas y páginas sobre esos párrafos de la Busca que barajan tres o cuatro tiempos
diferentes (el difuso presente de la narración o escritura, un tiempo remoto
evocado en el recuerdo, una instancia intermedia en que ese momento fue también
recordado o con el que es comparado, etcétera) y, especialmente en los bordes
del gigantesco mosaico narrativo (en
particular en Por el camino de Swann, primer
tomo de la novela, y El tiempo recobrado,
el último), construyen algo así como una delicada eternidad. El mismo
procedimiento, pero extendido ya no a lo largo de párrafos sino más bien en
episodios o secciones, aparece tanto en La
hierba de las noches como en Más allá
del olvido. Siempre se evoca un pasado distante y un momento entre este y
el presente en que operó cierta coincidencia o analogía: ese camino que se
hacía en 1968, por inventar un ejemplo, era repetido en 1988 para constatar que
las cosas habían cambiado (o que no habían cambiado), y ese proceso afecta al
presente desde el que se habla. Modiano emplea este artificio con sutileza y elegancia,
de eso no cabe duda, y a lo largo de sus novelas (no sólo las acá mencionadas,
claro está) el efecto de “indagación”, que logra que el lector se convierta en
algo así como un agente activo de la reconstrucción de una cronología, se
equipara a los hechos de sus personajes, que, en palabras del escritor
argentino Nicolás Mavrakis, “avanzan como detectives perplejos por el enigma de
su propia identidad” (artículo publicado el 12 de enero de este año en la
revista online Paco).
El trabajo detectivesco también se apoya en
las notas que constantemente toman sus narradores y en el proceso de conservar
documentos. En La hierba de las noches, por
ejemplo, los nombres de los posibles implicados en cierto crimen saltan de las
páginas de la libreta que siempre acompaña al narrador, del mismo modo que
nombres de calles y de restaurantes, números de teléfonos y contenidos de
carteles.
Quizá el término “detective” se vuelve
entonces inevitable. En cierto sentido, La
hierba de las noches es una novela policial al revés, con el crimen
expuesto al final y el culpable sugerido en las primeras páginas, pero también Más allá del olvido hace uso del arsenal
de trucos de la novela negra y el policial, particularmente a la hora de
generar intrigas y articular secretos. Opera quizá algo así como una pareidolia
inducida: ciertos elementos de la trama son asimilados como “misterios” o
incluso “enigmas” porque vamos leyendo el libro como se leen los policiales (o
pasamos a leer el libro como un policial porque sale a nuestro encuentro algo
que parece un enigma; ambas maneras de abordar la cuestión parten de la
atribución de un significado narrativo especial a determinados acontecimientos
o personas). El caso es que finalmente quizá nada de eso esté allí, o, mejor
dicho, seguramente nada de eso importe (la “resolución” del misterio en La hierba… tiene poca importancia a los
efectos narrativos si leemos la novela como la exposición de una serie de
hechos significativos en la juventud del narrador), pero la lectura se da en
esos códigos aunque los libros de Modiano difícilmente sean colocados en los
estantes de las librerías junto a los de Sue Grafton.
De hecho, la contraportada de La hierba de las noches cita al crítico
Denis Cosnard en su afirmación de que Modiano habría inventado el género de la
“autoficción poético-policial”, algo que, dejando en suspenso lo de “poético”
(término más que problemático), podría acercarlo al Levrero de Dejen todo en mis manos, nouvelle cuyo
narrador además de identificable con el autor real (es escritor, sus libros no
venden, sostiene relaciones con sus editores que podemos vincular a las que,
según tantos testimonios que andan por ahí, habría sostenido Levrero con los
suyos, etc) se ve inmerso en una indagación de corte policial. El mismo crítico
habla también de una “aparente novela negra”, y la contraportada de Más allá del olvido señala que el lector
está a punto de meterse en una “novela romántica, policial, de aventuras y road movie”.
Finalmente habría que decir algo sobre la
escritura de Modiano, sobre ese efecto “poético” (por usar el término tomado de
una de las contraportadas) logrado por su minuciosidad y su elegancia. Otros
escritores esforzados por ser “literarios” (es decir por trabajar con
procedimientos y artificios consagrados como elementos de una práctica
literaria) terminan ofreciendo una escritura agotada e inane. Está clarísimo
que eso no sucede con Modiano, quizá porque, en última instancia, lo
marcadamente visible de su estilo (como pasaba con el mejor Ray Bradbury y con
casi todo H.P.Lovecraft) sí logra crear un mundo, sí logra mesmerizar al
lector, sí logra fascinar incluso con un párrafo. Así, La hierba de las noches y Más
allá del olvido, pero en particular La
hierba de las noches, están sin duda entre los libros más bellos
publicados, al menos en castellano, en lo que va del siglo XXI.
Publicada en La Diaria el 13 de marzo de 2015
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