Ernesto Blanco, Leo Lagos, Diego Martino, Superhéroes de la física
Superciencia y superhéroes
La conexión entre la ficción de superhéroes y la ciencia ficción es evidente. Más allá de arcos narrativos que hacen un uso más que visible del arsenal conceptual del género –Linterna verde de DC comics y Los 4 fantástico, de Marvel serían ejemplos clarísimos– o de personajes que le son fácilmente incorporables, como el alienígena Superman, también es cierto que los personajes menos “sobrenaturales” como Batman y Flecha Verde podrían ser incorporados si se quisiera dados los componentes de especulación tecnológica que están tan presentes en sus historias. Ahora bien, la ciencia ficción clásica (es decir la publicada en revistas y libros entre 1938 y 1953) fue definida en su momento en base a cierta libertad de imaginación y exploración de las posibilidades humanas y tecnológicas, y también a un fuerte anclaje o bien a lo científicamente posible dada la frontera investigativa del momento o bien a una especulación más o menos justificada que no apelara a la magia o lo fantástico. Es decir, las naves espaciales de los cuentos y novelas de Fundación, de Asimov , por ejemplo, parecían violar el límite establecido por Einstein a la velocidad de los cuerpos con masa (que no puede superar a la de la luz, 300.000 kilómetros por segundo) pero, dado que el autor había dedicado algunas líneas por ahí a apelar a un concepto de uso más o menos estándar en la ciencia ficción de la época –el Hiperespacio, que podía ser discutido en base a posibilidades abiertas por la Teoría de la Relatividad General, como los agujeros de gusano o el puente Einstein-Rosen, ambas formas de “atajo” entre puntos remotos del espaciotiempo– la saga fue –y es– leída como ciencia ficción y no como fantasía. Algunos autores, como Arthur C. Clarke, fueron todavía más allá y plantearon una adecuación todavía más cercana de sus historias con el conocimiento científico, como sucede por ejemplo en la excelente Cánticos de la lejana Tierra, del mencionado Clarke, en la que los viajes interestelares llevan generaciones.
Ya que la ficción de superhéroes pertenece al género ciencia ficción, es tentador ponerse a especular con la plausibilidad científica de sus tramas y personajes. De ahí que el programa de TV Superhéroes de la física, en sus diez entregas, se propuso hacer divulgación científica tomando como eje esa contrastación de la realidad con lo presentado en las historietas, pero presentándola sin estrechez de miras y con una gran generosidad. En el primer episodio, por ejemplo, destinado a examinar la física detrás del vuelo de Superman, el conductor Ernesto Blanco dice, memorablemente: “un poco de física basta para destruir una fantasía, pero un poco más de física puede rescatarla”, lo cual funciona como actitud subayacente a toda la serie. Es decir, parece fácil refutar de acuerdo a la física el vuelo de Superman o la velocidad de Flash, pero con un poco de imaginación y especulación, sin perder de vista lo pautado por la ciencia, es posible generar un punto de vista que vuelva al menos posible lo que había sido desestimado originalmente. Esa actitud está, además, en el corazón de la ciencia ficción más interesante desde el punto de vista científico y, empleado como vehículo de divulgación, sumado al conocimiento enciclopédico sobre comic de superhéroes del co-guionista Leo Lagos, genera una alternativa excelente al clásico programa de divulgación presentado por un científico gracioso o pintoresco –nada personal contra Beakman y la rata Lester, pero convengamos que ese molde está ya completamente agotado.
Los poderes terrenos
Los poderes terrenos
Los diez capítulos de la primera temporada de Superhéroes de la física (todos disponibles en <www.multiverseros.com/sf>) tocaron los siguientes temas: el vuelo de Superman; la supervelocidad de Flash ; Los Cuatro Fantásticos; los superhéroes gigantes como Ant-Man de los Vengadores o el Jefe Apache de los Súper Amigos de Hannah Barbera/DC Comics; Hulk; el uso de ultrasonidos por personajes como Canario Negro de DC Comics o Banshee; el uso de infrasonidos en relación al célebre “sentido arácnido” de Spiderman o las habilidades de comunicación de Aquaman; los héroes y villanos provenientes de mundos del sistema solar, como J’onn J’onzz, el “detective merciano” de DC Comics; los riesgos de catástrofes provenientes del espacio exterior, como por ejemplo el meteorito de Kryptonita que amenaza a la Tierra en Superman/Batman Enemigos Públicos; y la tremenda velocidad de reacción de héroes como Batman.
La estrategia de abordaje del tema central del episodio es variada; algunos están centrados en un héroe o grupo de héroes en particular (Hulk, Los Cuatro Fantásticos), que sirven de pretexto para hablar de los rayos gamma y de las posibilidades energéticas de la acción muscular (en cuanto al gigante verde) y de los rayos cósmicos y su poder generador de mutaciones (en cuanto a la Antorcha Humana, Mr. Fantástico, La Mujer Invisible y La Mole). Otros capítulos funcionan a la inversa y parten de un tema para llegar a ejemplos de las historietas, como sucede en el par de capítulos sobre sonidos no audibles, que consideran los poderes de Aquaman, Spiderman, Daredevil, Banshee y otros héroes y villanos.
Quizá los capítulos más memorables sean el tercero y el octavo. Este último, con el astrónomo Julio Fernández (uno de los responsables de la definición de planeta en vigencia y del descubrimiento de la nube de Kuiper de cometas más allá de la órbita de Neptuno) como invitado especial, incluye una recorrida por el Sistema Solar en una nave imaginaria al mejor estilo Cosmos, de Carl Sagan, además de unas divertidas especulaciones gráficas sobre las posibilidades evolutivas de los seres humanos que colonicen planetas alrededor de otras estrellas a cargo del historietista Alejandro Rodríguez Juele (que demuestra aquí estar tan capacitado para la ciencia ficción como para la historieta histórica), un homenaje a las novelas juveniles de Lucky Starr, escritas por Isaac Asimov, y una interesante lectura del libro La vida maravillosa, del biólogo Stephen Jay Gould. El tercero se detiene a reflexionar sobre los poderes de Los Cuatro Fantásticos y tras hacer un poco de historia con el descubrimiento de los rayos cósmicos a cargo de Theodor Wulf, Robert Millikan y otros, se embarca en un viaje vertiginoso (y activador de eso que los escritores clásicos de ciencia ficción llamaban el “sentido de la maravilla”) hacia el origen del universo a partir del arco narrativo de los números 530 al 532 de Los cuatro fantásticos, en el que Mr. Fantástico retrocede en el tiempo hasta el momento mismo del Big Bang, convirtiéndose en su causa, abordando temas fascinantes como las paradojas temporales y el principio de autoconsistencia elaborado por el físico ruso Igor Dmitriyevich Novikov. ¡Y todo en media hora!
Otro punto interesante de Superhéroes de la física es su bibliografía. Los capítulos suelen mencionar libros que discuten y proponen soluciones a los (frecuentes) conflictos entre ciencia y ficción de superhéroes, pero también a ficciones y ensayos que abordan temas vinculados. Aparecen por ahí algunos cuentos de Ray Bradbury y uno (todo un clásico) de Heinlein, “Todos ustedes zombies”, que aparece en la poco arriesgada Obras maestras, un compilado de cuentos preparado por el escritor Orson Scott Card (El juego de Ender) y publicado en castellano por Ediciones B, fácilmente conseguible en Montevideo. Son mencionados también libros más específicos, como Godzilla from a zoological perspective (“Godzilla desde una perspectiva zoológica”), de Pere Christiansen –que aporta varias razones a un hecho evidente: la pésima calidad de la película Godzilla, de 1998, y la superioridad (en varios sentidos) de las películas originales japonesas–, Becoming Batman: the possibility of a super hero (“Convirtiéndose en Batman: la posibilidad de un superhéroe”), de Paul Zehrm, y Fantastic Voyages: learning science through science fiction films (“Viajes fantásticos: aprendiendo ciencia a través de películas de ciencia ficción”), de Leroy W. Dubeck, Suzanne E. Moshier y Judith E. Boss, que merece una crítica muy acertada y justa. Otro libro mencionado es el excelente Time Travel in Einstein's Universe: The Physical Possibilities of Travel Through Time (“Viajes por el tiempo en el universo de Einstein: las posibilidades físicas de viajar por el tiempo”), del astrofísico John Richard Gott, uno de los principales teóricos sobre la posibilidad de moverse a través del tiempo y defensor de la idea de que la mejor manera de superar las paradojas implícitas (por ejemplo la clásica historia del hombre que retrocede en el tiempo y mata a su abuelo) es apelar a la interpretación de los Muchos Mundos de la mecánica cuántica, que establece que cada decisión que tomamos genera un mundo alternativo en el que las cosas sucedieron de otra manera.
publicada en La Diaria, martes 2 de agosto 2011
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