Mario Levero, El alma de Gardel
La
invasión de las almas
La cosa es más o menos así: el alma de
Gardel, que se comunica con nuestro mundo desde “otras dimensiones del
espacio-tiempo”, está involucrada en una batalla cósmica contra una entidad
llamada Carson, o contra una entidad que, en la Tierra, adopta el nombre de
Carson. Para cumplir este objetivo (que es también una forma de defensa, en
tanto “Carson” atenta contra la permanencia del alma de Gardel en nuestro
mundo) debe reclutar seres humanos capaces de asistirla. En otro momento de la
trama leemos que el “alma (que) había encarnado una vez en Carlos Gardel” era
en realidad “una fuerza que había sido dirigida hacia aquí desde una remota
Galaxia con la misión de conquistar nuestro planeta” pero que, sin embargo,
había usado su “poder especial” para transformarse (a la manera del Ziggy
Stardust de David Bowie) en “un ídolo de multitudes”.
En cualquier caso, El alma de Gardel también es otras historias. Está el narrador, por
ejemplo, un hombre maduro enamorado de una muchacha y que no se permite dar los
pasos necesarios para concretar ese romance; también podemos encontrar al mismo
hombre, casi un anciano, y su colección de objetos dejados por mujeres con las
que ha tenido alguna relación sentimental, y además a este hombre (que tomará
partido por el alma de Gardel y su batalla cósmica) intentando ordenar sus
recuerdos en palabras y sabiendo que al hacerlo sólo logrará mentir, es decir
crear una ficción; en ese proceso accederá a una retorcida red de palabras y
recuerdos que eventualmente iluminarán algunos asuntos de esas mujeres que
pasaron por su vida y apuntarán a una en particular, Julia, que ha dejado una
huella especial en el narrador.
El
alma de Gardel fue publicada en 1996, al mismo
tiempo que El discurso vacío, pero la
que podríamos llamar la etapa más autoreferencial o metanarrativa de Levrero no
eclosiona plenamente en esta nouvelle (en el sentido de configurarse como una
lectura hegemónica que convierta a las otras posibles en subordinadas o
satélites), y sí en El discurso vacío;
de hecho, El alma… es un texto
especialmente difícil de aproximar a otras obras levrerianas. El escritor
cordobés Martín Cristal, por ejemplo, en su esquema de interrelaciones “la
molécula Levrero”, la acerca a la serie formada por La novela luminosa, El discurso vacío y los textos “Diario de un
canalla” y “Apuntes bonaerenses” (ambos en El
portero y el otro), aunque no establece una relación de enlace; también
apela a la categoría “novela fantástica/surrealista/kafkiana” para describirla,
lo cual por supuesto funciona a la perfección con la faceta “cósmica” de la
nouvelle, que también, por su apelación a ciertos conceptos y juegos
psicoanalíticos podría vincularse a La
banda del ciempiés y a Nick Carter,
con las que comparte la imaginación salvaje o hipertrofiada. Por otro lado, el
final abrupto y absurdo, y el uso de lo fantástico o cienciaficcionero como
irrupción también vincula El alma de
Gardel a Los carros de fuego,
especialmente al cuento que da título al volumen. Otra filiación posible, en
tanto esta nouvelle apuesta a cierta dificultad a la hora de “interpretar” o de
discernir con cierta claridad una figura narrativa (en lo que podría
describirse como una constelación de sentidos), podría darse con Paris, la última parte de la Trilogía Involuntaria.
Si bien, como decía más arriba, lo
metanarrativo no aparece en tanto faceta principal o núcleo, es fácil armar una
lectura que lo privilegie como avenida productora de sentido. No sólo por las
reiteradas reflexiones sobre el estatuto de la ficción en relación al recuerdo
y a la puesta en palabras de la experiencia sino también por la naturaleza digamos
“verbal” de las indagaciones del narrador, que lee signos en la ciudad, en su
casa, en los libros que estudia, en los ómnibus y narra la gravitación que
ejercen ciertos términos sobre su mente, casi siempre ofreciendo anagramas (o
pseudoanagramas) de los nombres más relevantes del libro: “Sor Caín”, “Caorsi”,
“Carson”, “sin roca”.
Sería interesante dedicar más tiempo a
indagar las relaciones entre la obra de Levrero y la de Philip K. Dick; las
experiencias “inefables” de La novela
luminosa (donde Dick es mencionado a través de la novela SIVAINVI) parecen un buen punto de
partida, pero también cabe considerar que la trama de conspiraciones cósmicas
entrevista en El alma de Gardel, con
sus entidades extraterrestres cuasidivinas o espirituales moviéndose entre los
seres humanos e implicándolos en sus quehaceres, tiene cierto parecido con La invasión divina, que junto a SIVAINVI y la más realista La transmigración de Timothy Archer
forman una suerte de trilogía final en la obra de Dick.
Publicada en Leedor.com el 29 de marzo de 2012
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