Una palabra vale más que un millón de imágenes (entrevista a Amir Hamed)
Conocí a Amir Hamed en persona una tarde de 2009 en que caminaba por la calle Jackson con Martín Fernández Buffoni, editor de HUM y Estuario. El encuentro, de hecho, fue producto del azar y breve; por aquel entonces yo ya había leído Artigas Blues Band y algunos artículos y ensayos de Amir, y, un poco en broma, le comenté a Fernández Buffoni que, si yo la escribía, él debía publicar mi respuesta a la novela arriba mencionada. En rigor jamás la abordé, pero en ese momento yo pensaba, ante todo, en una novela larga y monstruosa, ilegible y atroz (en relación al fondo gris y al sentido común de la literatura uruguaya contemporánea, por supuesto). No sé si Amir recordará ese encuentro, del que, honestamente, no puedo decir de qué hablamos; lo cierto es que, un tiempo después, comencé a trabajar bajo su dirección en un proyecto de la ONG Social Watch y, más adelante -con Amir como supervisor y editor en jefe- escribí para La Guía del Mundo y el informe anual de Social Watch. De esa experiencia de trabajo surgieron muchas cosas -Amir, de hecho, hizo una interesante y útil lectura de mi novela La vista desde el puente, que me sirvió muchísimo en el proceso de corrección y de reescritura previo a la publicación del libro-, en particular muchos y fecundos diálogos sobre los gnósticos, los nusayrís y los neoplatónicos, entre otros temas, además de los primeros planes para las Veladas Beatnik, una serie de encuentros entre literatura y rock en los que participé (en sus dos primeras ediciones, 2010 y 2011) con una banda de covers creada a propósito y bautizada, muy gnósticamente, Pleroma. Me alegra contar a Amir entre mis amigos, y siempre he creído que si hay 4 o 5 escritores uruguayos contemporáneos que vale la pena leer y que tienen el poder de fascinar la curiosidad y la inteligencia del lector, uno de ellos es, tiene que ser, Amir Hamed (y agrego que otra experiencia de gran interés es conversar con Amir, un ejercicio sináptico como hay pocos). Hace poco mi editor en La Diaria, Gonzalo "Tüssi" Curbelo, me propuso entrevistar a Amir en relación a su trabajo en la web H enciclopedia; el resultado, en una versión un poco más larga que la publicada, va a continuación:
Contame,
para el que nunca entró a H enciclopedia, qué se puede encontrar en esa web.
Mucha gente entra a H enciclopedia y no se
entera. Porque Google los manda y entran a la página directamente. Mucha gente
busca, por ejemplo, “Platón”, y cae en H enciclopedia. Porque hay un muestrario
de temas importante, hay muchos artículos y está bien catalogado por Google,
que le da lugares prioritarios en las búsquedas.
¿Cómo
comenzó H?
Bueno, H enciclopedia surgió en 1999. Fue
una idea que tuve viendo la penetración que ya en ese momento tenía Internet y
además tomando en cuenta mi participación en algunos medios uruguayos. En ese
momento yo era columnista de Insomnia,
en Posdata. Y me di cuenta de que
Internet tenía la posibilidad de almacenar todo, algo que no sucede con los
diarios, con las revistas. Había cosas que habían salido en su momento, por
ejemplo La república de Platón, del
diario La República, que la dirigía Sandino Nuñez. Ahí
había cosas que eran interesantes y que valía la pena volver a poner en
circulación en Internet. Las mismas cosas que había en Insomnia, y que también valía la pena…
O
sea que viste en Internet la posibilidad de una enciclopedia que se fuera
construyendo.
Exacto. Claro, por eso es enciclopedia con
H, porque se construye al revés. No se construye a partir de la necesidad de
encontrar contenidos para llenar la próxima letra, sino que lo que existía se
iba indexando de acuerdo a las letras.
Es
decir que la necesidad del momento generaba el artículo, que luego sería
indexado y conservado…
Sí, y tiene un registro, que todavía gusta
bastante a pesar de los cambios en Internet. Y es el de los vínculos internos,
una cosa que lleva a la otra. Y esto fue anterior a Wikipedia, que, claro, es
una red global y tiene un desarrollo tecnológico enorme que es el de la wiki.
Pero sí percibí de alguna forma la necesidad de enciclopedizar saber en
Internet de una forma accesible. Y, digamos, también otra cosa: Uruguay se
encerró. Uruguay estaba totalmente encerrado. Yo recordaba que la cultura
uruguaya era la cultura de Marcha, una
publicación que se leía en toda América Latina. Pero para los noventa la
cultura uruguaya era una toldería. Entonces, Internet daba la posibilidad de
intercambiar con gente de fuera, con gente de cualquier parte de pudiera leer.
Y en aquel momento había mucho más lectores de escritura uruguaya desde fuera
del país que desde dentro. Yo veía la necesidad de que pensáramos como seres
humanos, no como uruguayos. Como gente capaz de discutir con cualquiera. Los
temas están ahí y uno puede hablar. Todavía perdura ese fervor estúpido de la
identidad nacional, que en aquellos momentos era obligación. Ahora se hace una
ley de medios que dice que se tiene que respetar la identidad nacional. No
saben de qué están hablando. Digamos, yo, hasta el día de hoy, no me enteré de
qué es la identidad nacional: pero cuando la identidad nacional es una cosa que
sólo parece indicar que uno debe tomar mate y escuchar murga, ahí estamos en
problemas. Verdaderamente va en contra de la cultura y es una forma de
fascismo.
Entonces
fue contra ese espíritu que empezaste a buscar maneras de usar Internet…
Claro. Era una herramienta que estaba ahí.
Pero una cosa es empezar una página y otra, que era lo más difícil en aquel
momento, entender qué se hace con un medio en Internet. Un medio en Internet,
para usar un término cliché, tiene que ser inclusivo. ¿Vas a rechazar a
alguien, vas a hacer una bolsa? O si no vas a hacer una publicación cerrada, lo
cual no tenía mucho sentido dado lo que queríamos hacer. Y la generosidad de Inosmnia, de Aldo Mazzucchelli en aquel
momento, que me dijo “llevate lo que quieras”, hizo que para aquel momento la
página fuese muy profesional. Que los contenidos fuesen muy profesionales. Y
eso desestimulaba al escritor amateur y antojadizo, y no recibíamos casi, y así
siguió hasta estos años, materiales que tuviésemos que rechazar. La calidad de
los materiales funcionó como un filtro.
Entonces
lo que tenemos es que la enciclopedia funcionó haciendo acopio de una serie de
artículos publicados, por varios autores, en Insomnia…
En Insomnia,
en La república de Platón. Álvaro
Buela fue generoso también: él sacaba una revista de cine y me dijo también
“usá lo que quieras”. Más los artículos de ocasión, directamente publicados por
H enciclopedia, que alguien quisiera escribir.
Una
suerte, entonces, de gran rescate de artículos dispersos por varios medios. ¿Y
quiénes eran más activos en la producción de la página, aparte de vos?
En el diseño colaboró Sandino Nuñez, y el que
se sumó enseguida fue Carlos Rehermann. Ahora, en todo este tiempo quien ha
mantenido la página a flote, ha sido Sandra López Desivo. La página está en pie
porque ella ha venido administrándola. Y ella es la editora de la enciclopedia.
¿Qué
está haciendo H enciclopedia ahora?
Desde agosto del año pasado empezó a sacar
una columna semanal. Se llama Interruptor,
tiene un concejo editorial integrado por Sandra López Desivo, por mí, por
Gustavo Espinosa, por Carlos Rehermann y por Aldo Mazzucchelli. Menos Sandra,
que es la editora, todos escribimos columnas para Interruptor. Fue creada con el fin de intervenir, desde la cultura,
en la esfera pública uruguaya, algo que parecía prohibido en los últimos años.
Notábamos que los medios uruguayos, los pocos que sobrevivían, no estaban muy
dispuestos a publicar determinadas cosas. Y entonces fuimos hablando, pensando
que teníamos este medio hecho entre todos y que hace mucho que está ahí… Lo que
yo pensaba, más que nada, es algo hay que
hacer. Porque la situación era insostenible para un intelectual. Y la
palabra intelectual hay que decirla
todavía, aunque le caiga gorda a alguna gente. En la medida en que uno se ha
dedicado toda la vida a esto, ha estudiado, ha trabajado, etcétera, uno es un
intelectual, y la verdad es que lo que sucede estos días es espantoso para un
intelectual. No se abrían espacios que solicitaran la intervención de un
intelectual, y ahí nos dimos cuenta… nosotros
tenemos el medio, ¿por qué no lo usamos? Hagámoslo desde ahí y veamos. Y yo
supongo que, más allá de los 16.000 y pico suscriptores que tiene al día de
hoy, Interruptor
está teniendo mucha repercusión. Las pocas veces que salgo, la gente con que
hablo me lo dice; otra gente nos escribe
con comentarios relativos a cada columna, y así.
La
idea de generar vos mismo o ustedes mismos ciertos espacios que no estaban
disponibles, ¿también la podemos vincular con otra dimensión de H, que es la
editorial?
La propuesta de la editorial fue
desarrollada con Carlos Rehermann. Habíamos hablado de entrada de hacer un cluster de proyectos que tuvieran que
ver con la cultura, y Carlos desde un principio estuvo a cargo de H Editores.
Repasemos
para los lectores. En H Editores se reeditó tu novela Artigas Blues Band…
...la primera novela de Gustavo Espinosa,
el primer libro de ensayos de Oscar Larroca, la obra completa de Amanda
Berenguer, publicó SofiRichero y ahora acaba de publicar mi libro Cielo ½, y publicó un par de libros míos
más, Semidiós y Buenas noches América. Hoy día en H Editores, además del consejo
editorial, a cargo están Silvia Guerra y Sandra López Desivo, y creo que hay
necesidad de publicar cosas. Oscar Larroca acaba de publicar Luego existen, y abrió un sello para
hacerlo. Hay la necesidad de hacer cosas y si no está el espacio hay que
armarlo.
¿Estás
de algún modo detectando un vacío en el medio editorial uruguayo?
Bueno, para que Alfaguara publicara a
Levrero, Levrero se tuvo que morir. Levrero era el mismo escritor siempre pero
no lo publicaba ninguna editorial importante. Hay una cita que me parece muy
sabia de Bustos Domecq: “el buen actor sólo entra a escena cuando han
construido el teatro”. Pero la lección con Uruguay es que el teatro nunca
existe: hay que construirlo, desde la época de Herrera y Reissig, de la generación
del 45, que también tuvo que hacer editoriales. En Uruguay las cosas tienden a
desvanecerse. A los artistas e intelectuales les es obligado andar con un
tablado ambulante porque las puertas se cierran mágicamente, las cosas decaen
en entropía, se vuelve todo muy dificultoso y uno no sabe por qué… y entonces
hay dos posibilidades: ponerse a llorar y ese tipo de cosas o hacer algo si es
que uno cree que tiene algo para hacer o para decir. Hay que combatir con los
hechos: no hay obligación de no pensar, de no discutir, de no elaborar
intelectualmente. Y si no están esas puertas hay que abrir nuevas. Yo estoy
contento con que H me vuelva a publicar y saque este libro que difícilmente
pueda salir en otro lado, porque es un libro grande, complicado por el tamaño y
complicado por el contenido. Y hoy parece haber desaparecido la figura del
editor de cultura: el editor que no está sólo para vender libros sino que
entiende que una editorial es un proyecto cultural. Las editoriales tienen que
volver a ser un proyecto cultural: esa es la razón de ser de una editorial. Veo
que en Argentina están volviendo a salir editoriales; hay que recuperar el
lugar que han tomado, y no para bien, las editoriales españolas, en particular
las catalanas. Buenos Aires y Argentina están tratando de recuperar el lugar, y
cada uno tendrá que hacerlo en la medida de sus posibilidades. La imagen de las
últimas décadas es una imagen muy torpe; es una
imagen vale más de mil palabras. Eso es mentira. Una imagen no vale nada.
Una palabra vale un millón de imágenes; una imagen sin un pie de foto no quiere
decir nada. Parece que la reflexión intelectual debiera estar abolida por la
inmediatez de la comunicación de la imagen, pero esa es la comunicación de
nada. La obligación de todos los que escribimos es restituir sentido a la
palabra, y para hacerlo hay que recurrir a los medios que estén a nuestra
disposición.
Publicada (en una versión ligeramente más breve) en La Diaria el jueves 13 de junio de 2013.
Comentarios
Publicar un comentario