Encantado, Amir Hamed
Genealogía
del conde
En el prólogo a su ensayo La pasión erótica, Ercole Lissardi
califica su exploración de lo que él llama el “paradigma fáunico” (una serie de
temas vinculados a la representación del deseo y la sexualidad en Occidente) de
“fantasía cultural”, y añade que por el término fantasía entiende, en el sentido músical, “una pieza breve,
imaginativa y virtuosista”, al que añade una “dimensión utilitaria”.
Esta noción de Lissardi, me parece, resulta
de especial utilidad a la hora de armar una lectura posible de Encantado, el más reciente libro de Amir
Hamed.
Que Hamed y Lissardi comparten cierta
sensibilidad literaria no es secreto: hay por ahí un diálogo en contraportadas
y también alguna mención a la nouvelle Semidiós
en el contexto de la ficción de Lissardi (de hecho una suerte de leyenda urbana
señala que cuando nadie conocía el nombre “real” detrás del pseudónimo “Ercole
Lissardi” alguien arriesgó la hipótesis de que el verdadero autor de Aurora lunar y Últimas conversaciones con el fauno era no otro que Amir Hamed);
pero incluso si no existiera esa nómina de conexiones estaría más que claro que
“pieza breve, imaginativa y virtuosista” es una descripción perfecta de Encantado, suerte de ensayo con momentos
de tensión narrativa y alto contenido sináptico, dedicado a rastrear y exponer
las conexiones posibles entre el Rey de las Hadas (o también Rey de Otromundo)
y Drácula, además de ofrecer una serie de variaciones sobre la noción de estar
“encantado” o del “encantamiento”.
Bueno, dicho así suena como mínimo curioso,
pero lo interesante es la construcción extremadamente verosímil (o convincente)
armada por Hamed; o, mejor dicho, es interesante que el texto se lea como
verosímil o convincente, o la manera en que Hamed logra construir –incluso
desde el malabarismo trabajoso– cierta verosimilitud. O cierto encantamiento,
claro está.
Así, apenas importa si su libro “sirve o no
sirve” para algo (por retomar lo de “dimensión utilitaria” que citaba de
Lissardi) desde un punto de vista más cercano a lo académico o lo científico.
En todo caso, lo que sí importa es que desde
el romance anónimo Sir Orfeo (citado
por Hamed como Romance of King Orfeo, y
que también puede encontrarse como King
Orfeo and Queen Herodis), poema narrativo escrito en inglés medio y datado
hacia el 1300 que, en conjunción del mito griego de Orfeo y la mitología celta
cuenta la historia del rey inglés Orfeo, su esposa Heurodis y el rey de las
Hadas (lo de “Rey de Otromundo” es un feliz hallazgo hamediano para dar cuenta
de “King of the Otherworld”), hasta la célebre novela Dracula, de Bram Stoker, pasando por Las mil y una noches, los cuentos de los hermanos Grimm, el Edgar
Poe de “El extraño caso del señor Valdemar”, los relatos del baital –una
criatura de la tradición india capaz de habitar y animar los cuerpos de los
muertos–, el Asno de oro (o Las metamorfosis) de Apuleyo, El espíritu del cristianismo, de Hegel,
y el Johannes de Silentio de Kierkegaard, Hamed se instala cómodamente en el
bosque de símbolos y conecta, vincula, lee, relee y explica, nos guía y nos
pasea.
En un mundo postgoogle, donde la
información, los datos y las referencias son tan fáciles de encontrar como el
sustento en el mítico jardín del Edén (por dar un simil aparatoso), acaso lo
que cuenta, lo que muta claramente el sentido (y el valor) de la “vieja”
erudición es, precisamente, la posibilidad de establecer conexiones, vínculos.
Hay, entonces, un saber, una competencia
detrás del aparato de relaciones tramado por Hamed: hay una imantación, un
campo magnético, digamos, que es, en sí, una tomada de partido, una alineación,
compartible o no. La postura de Hamed está clara (se la puede buscar en sus
columnas para interruptor y sus
artículos para H enciclopedia) y ha
moldeado su figura desde sus primeras publicaciones allá por fines de la década
de 1980
En cualquier caso, además de la bella
lección de virtuosismo que nos ofrece en su Encantado,
además de las conexiones más o menos novedosas o deslumbrantes, también vale la
pena pensar en los vínculos entre este libro y la obra previa de Hamed
entendida como un proyecto vivo y orgánico. Si lo leemos como un ensayo “a
secas” bien podría vincularse al proyecto de Retroescritura; si atendemos a su narrativa latente, a la
presentación narrativa de los temas digamos, acaso Encantado pueda pensarse como una suerte de prolongación de Cielo ½, el libro que Hamed publicó el año
pasado, también concierto o florilegio de mitos, filosofías, literatura y
relatos. O, quizá, más que “prolongación” podría hablarse de un capítulo
desgajado que luego siguiera su propio curso o desarrollo, ya libre del
andamiaje autobiográfico que enlazaba los episodios de exposición mitológica.
Está, además, la escritura de Hamed, su
“estilo”, digamos, especialmente visible (por lo concentrado) en este libro
(ejemplos: “barullo de carnes”, “estrábico desenvainar de espadas”,
“cataléptico collar de cuentos”, por citar ejemplos al azar, por descuidar
quizá lo más importante, la entonación de
Hamed, músico a fin de cuentas). Es decir: podrá gustar o no gustar, exasperar o deleitar, pero es evidente que en
su articulación hay siempre un algo más que va siendo dicho, una afirmación
sobre la literatura o sobre el arte de escribir, vinculada a esa “toma de
partido” de la que hablaba más arriba. Esto
es escribir, parece decir Hamed, cuya escritura se acerca a cierta tradición
latinoamericana del barroco o neobarroco, también entre la exuberancia verbal
de Lezama Lima, la erudición de un Mujica Lainez y la precisión de un Borges.
Si esos son (algunos entre) sus referentes, está claro que la escritura de
Hamed se instala exitosamente allí donde se propone pertenecer. Encantado lo confirma en ese sentido, y
en muchos otros.
Publicada en La Diaria el 22 de agosto de 2014
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