Julio Cortázar y Cris, Cristina Peri Rossi
Empecemos diciendo que Julio Cortázar y Cris, el libro de Cristina Peri Rossi
recientemente publicado por Estuario Editora (en realidad la mitad del volumen
es la reedición de un libro publicado en el año 2000 bajo el título Julio Cortázar, que incluía, además, una
selección de poemas, el capítulo 19 de Rayuela,
una sección de La vuelta al día en
ochenta mundos y los cuentos “Todos los fuegos el fuego” y “La autopista
del sur”) será sin duda una gran fuente de placer para los fans del autor de Las armas secretas. En sus páginas,
aquellos lectores enamorados de los cronopios, el jazz y los caminos de
Oliveira y La Maga por París encontrarán un ameno retrato del autor de Cortázar, algunas lecturas de su obra,
anécdotas de los últimos años de su vida y el testimonio de una mujer que lo
conoció de cerca y compartió buena parte de su sensibilidad y sus búsquedas.
El libro, además, es imprescindible también
para los fans de Peri Rossi, cuya vida y opiniones aparecen íntimamente
entremezcladas con la semblanza de Cortázar y el relato del tiempo que los dos
escritores compartieron. Así, Julio
Cortázar y Cris, como su título lo sugiere, es un retrato doble, una
autobiografía y un testimonio.
A la vez, está claro que podría buscarse otra
dimensión de Julio Cortázar y Cris, una
que pudiera nutrir a lectores interesados en repensar la figura de Cortázar,
investigar zonas oscuras de su vida y tomarle el pulso a la obra de uno de los
escritores más relevantes para la literatura latinoamericana del siglo XX; y es
ahí, precisamente, donde Julio Cortázar y
Cris tropieza varias veces y no siempre se levanta a tiempo, donde se
desinfla o donde resulta por completo olvidable.
Dicho de otra manera: quien se sienta en
sintonía con Cristina Peri Rossi y su sensibilidad humanista trasnochada y
sesentosa, sin duda disfrutará de este libro; quien, en cambio, se aproxime a Julio Cortázar y Cris con una
perspectiva más crítica, terminará seguramente tirándolo por la ventana,
regalándolo a algún amigo o amiga dueño de un axolote y de varios mapas de
París, u olvidándolo en un rincón de la biblioteca.
Bestiario
pop
La primera oración del capítulo número once
da un poco la pauta de las coordenadas
estéticas e ideológicas de Cristina Peri Rossi. “No miro nunca televisión”,
dice, y es fácil pensar en viñetas de Mafalda y en el viejo debate que Umberto
Eco quiso capturar en su clásico Apocalípticos
e integrados ante la cultura de masas. Pero Peri Rossi cuenta algo más,
algo más interesante: resulta que escuchó la voz de Cortázar desde el televisor
(que había dejado prendido la empleada de limpieza), pero no como parte de un
programa de entrevistas o un documental: era nada más y nada menos que un
comercial, una pieza audiovisual “con innobles propósitos publicitarios” que
promociona un nuevo modelo de automóvil y elige hacerlo con una grabación de
Julio Cortázar leyendo “Instrucciones para dar cuerda a un reloj”, uno de los
hits de Historias de cronopios y de
famas. ¿Cómo entender esto? Peri Rossi reflexiona que si el aviso “usa un
relato de Julio para promocionar un auto, es que la literatura está siendo bien
considerada por la economía de mercado, incluso la literatura que no es
comercial”, y que eso “era una buena noticia para los escritores”. Después,
incluso, añade que acaso “el nivel cultural de la gente que mira televisión en
España había subido milagrosamente” o que acaso ese modelo de automóvil estaba
dirigido “a unos consumidores muy especiales (…) que van por las autopistas a
120 kilómetros por hora escuchando a Julio Cortázar, en lugar de heavy metal o pop-rock” (pp 96-97, las itálicas son
mías). Está clara la operación mental: si Cortázar aparece en una publicidad,
la eleva, la acerca a lo sublime, a esa cosa hermosa que es la alta literatura.
Cristina Peri Rossi parece, entonces, incapaz de considerar la posibilidad de
que, en realidad, Cortázar haya derivado en una figura tan pop como cualquier
ícono de ese “heavy metal o pop-rock” al que alude. Claramente, entonces, Peri
Rossi no puede pensar en ese destino
posible para Cortázar, de modo que, por el contrario, debe entenderlo
únicamente (y no problematizar la cuestión, en todo caso, que admite,
evidentemente, muchas lecturas) en la dirección de la transferencia de
maravilla desde su fuente (Cortázar) hasta un ámbito vacío de esa cualidad, es
decir el infame mundo de la publicidad, el consumismo y la televisión.
Del mismo modo, Peri Rossi no cuestiona
jamás la “vida” o la “validez” del programa literario de Cortázar en el
presente o incluso de su obra. Por el contrario, da por sentado que se la reconoce
como viva, vibrante, para nada derribada del pedestal en que se la ubicó por
los tiempos del boom. Es decir que
parece ignorar el largo debate sobre el asunto, incluso en un momento en que
gran parte de los escritores o intelectuales argentinos (o rioplatenses, o
latinoamericanos) ha virado hacia una postura más crítica (por ejemplo la
propuesta por César Aira, donde Cortázar aparece como un autor de segunda fila,
más vinculado a una suerte de rito iniciático o de “entrada” a la literatura
que a una figura a la altura de Borges o Marechal). No se trata aquí de dar por
verdadera –o incluso mayoritaria– esa postur), sino de anotar simplemente que
el entusiasmo de Peri Rossi –o su representación de la obra de Cortázar– es
puesto en evidencia en Julio Cortázar y
Cris como unidimensional, ingenuo y acrítico.
Una
tal Cris
Por supuesto que, tratándose de una
autobiografía (así de hecho lo declara la etiqueta genérica del volumen, arriba
y a la izquierda en la portada), lo que cuenta acá es la sensibilidad y el
horizonte estético de Peri Rossi, que condiciona y formatea su lectura de
Cortázar. Y, en ese sentido, no hace, en este libro al menos, un aporte de
verdadero interés. El Cortázar de Peri Rossi está idealizado al máximo, como lo
está también su época, su encrucijada ideológica. En esta dirección va la
lectura (p.99) de lo “coloquial”, de la destrucción de “la gramática y
especialmente la ortografía, en un afán por obtener mayor libertad”, campo en
el que se convirtió en “quien llevó ese experimentalismo de manera más
extremada, consecuente y lúcida”.
Hay también un cierto interés por pulirle
un poco los bordes a la figura de Cortázar, de volverla un poco más
políticamente correcta para nuestro presente. Pero lo que podría ser, en todo
caso, un aporte interesante de Peri Rossi y un momento de relieve de su libro,
termina siendo algo así como una anotación al pasar, poco convencida y, en
cualquier caso, apenas desarrollada. Ejemplos de esto último serían la
constatación de que Cortázar estaba al tanto del machismo de su hipótesis del
lector hembra y el lector macho (constatación para nada nueva, por cierto: se
la encuentra en varias entrevistas, incluso las que se pueden encontrar en la
edición Archivos de Rayuela,
complementada por un excelente dossier de artículos y entrevistas), de que su
postura hacia la revolución cubana era más crítica de lo que ejercía
públicamente y que era un ferviente opositor a cualquier forma de homofobia. No
se trata acá de señalar que Peri Rossi se “inventa” ese Cortázar más políticamente
correcto (este reseñista no tendría cómo hacerlo, sin acceso a cartas,
documentos o una buena gama de testimonios) sino, por el contrario, de que
habría sido mucho más interesante explorar esas líneas, examinarlas en
profundidad y aportar más documentos (Peri Rossi, de hecho, cita bastantes cartas
y diálogos con Cortázar pero también señala que es descuidada y ha perdido de
vista tantos papeles),
El libro tiene, además, una serie de
perlitas que van desde el desconcierto del lector hasta la constatación de un
hermoso episodio de humorismo involuntario. Ejemplo de lo último podría ser la
afirmación de que Cortázar y ella se habían vuelto expertos en dinosaurios
“mucho antes de que Spielberg los despojara de todo su misterio con películas
para niños y adolescentes” (p.100), sentencia en la que cabe leer el rechazo a
los géneros populares, al cine de Hollywood, a la industria del entretenimiento
y a la tecnología de efectos especiales, así como también el desdén de Peri
Rossi por la posibilidad de que gracias a Jurassic
Park acaso cientos de niños, niñas y adolescentes hayan descubierto su
pasión por la paleontología y, después, enriquecido la disciplina con sus
propios descubrimientos. Acaso porque los dinosaurios de la romántica Peri
Rossi sean cosas mágicas y no animales de carne y hueso que vivieron hace
decenas o cientos de millones de años.
También se habla por ahí (p.116) del
presidente José Mujica como un “filósofo que les explica a los periodistas que
la felicidad no es un buen material [y] que el consumismo nos roba la vida”.
También, en el primer capítulo del libro, aparecen muchas referencias y
alusiones al VIH/Sida (“Julio no tenía cáncer”, “la enfermedad que padeció
Julio no estaba todavía diagnosticada, no tenía un nombre específico, se la llamaba:
pérdida de defensas inmunológicas”,
“raro virus sin identificar”, “masiva transfusión de sangre”, “infecciones
oportunistas”, “sarcoma de Kaposi”) a la vez que se elude nombrarlo (salvo en
dos ocasiones muy puntuales: en relación a un escándalo en la salud pública
francesa y en la sección del libro escrita adrede para la edición de Estuario)
y, si bien el lector entendió perfectamente de qué está hablando, falta la
oración –o alguna variante no desprovista del nombre de la enfermedad–
“Cortázar se murió de sida”, que es lo que Peri Rossi (no importa acá si
atinadamente y con el apoyo de evidencia: podemos creerle, su hipótesis es sin
duda creíble, pero eso no es la cuestión en este momento) nos quiere decir y
efectivamente nos dice. La ausencia del término, entonces, se vuelve
significativa y cabe entonces preguntarse por la causa de esa ausencia. ¿Se
trata de un énfasis retórico, acaso grandilocuente, en una época en la que
desmitificar a esa enfermedad parece una actitud razonable? ¿O de una simple
estrategia digamos poética? Permanece la duda, y acaso en ese tipo de
imprecisión, finta o verónica es que aparece cierta debilidad del libro, cierta
cualidad borrosa o borroneada que empaña lo que podría haber sido un verdadero
aporte a la lectura y la discusión de la obra de Julio Cortázar.
Publicada en La Diaria el miércoles 8 de octubre de 2014
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