Patrick Modiano, Ropero de la infancia
Mi
fiel fantasma
Patrick Modiano publicó Vestiaire de l’enfance en 1989, y al año
siguiente apareció la primera traducción al español, El rincón de los niños, por la editorial Alfaguara. Ahora,
veinticinco años después, Anagrama “rescata” la novela y propone una nueva
traducción, titulada Ropero de la
infancia.
No hay mayores sorpresas para los fans del
francés: acá están el estilo cuidado, delicado, hecho de detalles y omisiones,
la trama policial oculta, invertida o cifrada por las ausencias (como en La hierba de las noches, publicado hace
poco también por Anagrama), los personajes enigmáticos y los procedimientos
prousteanos: párrafos que reportan un pasado en el que se recordó un tiempo
todavía anterior y que remiten –como espejos, como signos– a un presente de
angustia, soledad o desolación.
A la vez, hay cierta cualidad ballardiana
en Ropero de la infancia. En realidad
no serviría para nada indagar si el francés leyó al inglés, pero lo cierto es
que en esta novela aparecen figuras y climas que parecen resonar con algunas
páginas de Vermilion Sands, Noches de
cocaína, Aparato de vuelo rasante o Fiebre
de guerra, especialmente aquellas en que nos encontramos a un hombre maduro
afincado en las ruinas del imperio, dejando pasar los días en una suerte de
presente eterno y de suburbio planetario… hasta que el pasado irrumpe bajo la
forma de una mujer y un montón de recuerdos vueltos carne.
Así, el protagonista de Ropero… es un escritor hastiado y/o
fracasado que ha dejado atrás su nombre “real” y sus ambiciones para instalarse
en un pueblo marino, no queda del todo claro dónde –quizá en España, quizá en
Marruecos, aunque entrando en este juego podría ser casi en cualquier parte
donde haya mar y abundantes días de sol– y vivir de la escritura interminable
de un radioteatro protagonizado por un Luis XVII que no murió en 1795 y escapó
de la prisión del Temple. A medida que nos adentramos en la novela vamos
presintiendo que el protagonista –que se hace llamar Jimmy Sarano pero en
realidad se llama Jean Moreno– huye de un hecho terrible (jamás aclarado, por
cierto), que vuelve obsesivamente a ciertos recuerdos (relacionados o no con lo
que lo forzó a huir de Francia) y que ese pasado ha salido a darle caza, a
arrinconarlo en el pueblo marino en el que se ha escondido.
Lo de Luis XVII es interesante en sí mismo,
ya que en esa posible historia alternativa de Francia –en realidad el tema no
es original: el destino “oficial” del hijo menor de Luis XVI fue cuestionado en
muchas ocasiones para multiplicar las teorías conspirativas, aunque en 2004 una
serie de pruebas genéticas concluyeron que los tenidos por los restos del
Delfín son efectivamente “reales” y que por lo tanto el niño murió torturado y
desnutrido en su cruel encierro– están implícito los temas de ocultamiento y
ausencia que atraviesan la novela, esa historia posible del y si hubiese pasado que….
El protagonista, entonces, no hace sino
narrar interminablemente una historia de impostura, mientras él mismo ha
cambiado su nombre y ha huido de su país, como si de alguna manera la realidad
que eligió y la ficción que ensambla terminen confundiéndose –y él, como su
Luis XVII “alternativo”, no sea sino un fantasma. De manera más interesante
todavía, el radioteatro que escribe Sarano/Moreno es siempre traducido al
español y severamente editado y modificado para su difusión. ¿Qué queda,
entonces, de Francia? Bueno, quedan las ruinas del imperio.
Por supuesto que ese “presente eterno” –por
usar el término ballardiano– se complica. Aparece una mujer que le remueve los recuerdos de días remotos
en París y un periodista que lo reconoce como el escritor que fue e insiste con
una entrevista. Pero cabe preguntarse qué pasa con todo esto; la novela
sencilla, la anécdota redonda, es algo que Modiano evita, feliz, afortunadamente.
Lo que “pasa” en El ropero de la infancia,
entonces, hay que buscarlo en otra parte, quizá en el goce estético de una
escritura que toca la perfección.
Publicada en La Diaria el 30 de octubre de 2015
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