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Mostrando entradas de diciembre, 2017

4 3 2 1, Paul Auster

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El jardín y la novela     Dicen las malas gentes que los libros que empiezan con un esquema también terminan como un esquema, pero eso no siempre es cierto; sí lo es que el que organiza 4 3 2 1, la más reciente novela de Paul Auster tras 7 años de silencio y una racha de libros más bien flojos ( Invisible, Sunset Park, Un hombre en la oscuridad ), es en el fondo simplísimo. La cosa es así, entonces: hay una suerte de prólogo a la manera de la novela decimonónica o de la escritura biográfica más tradicional –donde nos enteramos de los abuelos y los padres de Archie Ferguson, que será el protagonista de la historia–, después pasamos después a los primeros años de la infancia de este Ferguson y, eventualmente (página 57), aparece un acontecimiento específico (el robo de unos almacenes) y sus consecuencias. Pero pocas páginas después, bajo la indicación de capítulo 1.2 (el anterior era 1.1) la narración parece arrancar de nuevo desde un poco más atrás y arribamos a aquel acontecim

Tiempo muerto, Margarita García Robayo

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Lejos de casa Seguramente la mayor de las virtudes de Tiempo muerto, la más reciente novela de Margarita García Robayo (Colombia, 1980), sea su minuciosa construcción de una atmósfera abrumadora, casi podría decirse infernal por lo oscura y mortecina . Página tras página, a medida que va cristalizando la historia del amor evaporado, agonizante entre Lucía y Pablo, una pareja de latinoamericanos de la diáspora, empezamos a sentirnos inmersos en esa tensión, en sus mezquinidades, sus desencuentros y choques. En ese sentido, la novela es básicamente eso: ese ambiente opresivo por el que se mueven los personajes, que lo modelan, lo deforman y lo espesan: un ambiente al que han de algún modo caído, como si hubiesen dejado la utopía de un hogar (sea un lugar físico, una casa, un barrio, una ciudad o un país, o ese que se siente y se ensambla en/desde el amor de pareja). Y si bien esto queda claro desde las primeras páginas –el estilo de García Robayo es austero y expresivo, y carga co

Mi novia preferida fue un bulldog francés, Legna Rodríguez Iglesias

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Aquel solitario universo cubano Si Cuba es –y lo es– un universo paralelo, cabe esperar que sus escritores, los nuevos al menos, escriban una literatura extraña. Y algo de eso hay. Basta con hojear la imprescindible antología Malditos bastardos - Diez escritores cubanos que no son Pedro Juan Gutierrez ni Zoé Valdés ni Leonardo Padura ni… (2014) para sentir la gravitación de un universo pop que no es exactamente el que damos por “nuestro” (porque está ordenado de otra manera, o porque sus ruinas han caído para otro lado) y que logra fascinar tanto como la mejor novela Atompunk, testigo de (por ejemplo) un presente alternativo en el que la Unión Soviética triunfó en la Guerra Fría –y cayó en los primeros años del siglo XXI. Los nombres a tener en cuenta –y a indagar, ya que el mayor problema acá es acceder a estos libros– son ante todo Jorge Enrique Lage (cuya novela La autopista: the movie está entre lo mejor de la narrativa latinoamericana del siglo XXI), Ordany Morales, Anisley

Volver al oscuro valle, Santiago Gamboa

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Volver a las ciudades espléndidas Hay que leer a Santiago Gamboa. No sé –ni tengo ganas de ponerme a especular sobre ello ahora– por qué su obra permanece algo menos presente para los lectores locales que las de otros de sus colegas hispanoamericanos y compañeros de generación (Rodrigo Fresán, Edmundo Paz Soldán, Jaime Bayly, Alberto Fuguet, Ray Loriga), pero está claro que su recientísima visita a la 40 Feria Internacional del Libro de Montevideo ofreció la ocasión perfecta para que fuera distribuida al menos su última novela y se pudiera escuchar por ahí a este colombiano que dejó su país a los 19 años, estudió en Madrid y en París y fue diplomático en India, por ofrecer un esquema demasiado básico de sus desplazamientos por el mundo (a quienes les interese esa faceta les conviene procurar   el precioso libro de viajes Ciudades al final de la noche , que lamentablemente no se consigue en plaza pero, Internet mediante, no es imposible de adquirir). Quizá pensar en ese impul

A new career in a new town, David Bowie

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Volver a chocar el mismo auto A fines de 1976 David Bowie quería escapar de Estados Unidos. Había pasado allí casi dos años y grabado tres álbumes, al menos uno de ellos ( Station to station ) entre los generalmente considerados cuatro o cinco mejores de su discografía. También había actuado en The man who fell to earth, la película de Nicolas Roeg, e intentado colaborar en su banda sonora. A la vez, habían sido años de abuso de sustancias –cocaína más que nada– y de alimentarse con no otra cosa que leche y morrones. Las paranoias de la merca y la mala nutrición (que lo llevó a pesar alrededor de cuarenta quilos) tuvieron sus consecuencias: Bowie se obsesionó hasta el delirio con el esoterismo y las teorías conspirativas, la magia negra y los OVNI, lo que llegó a ocasionar múltiples mudanzas (por miedo a las manchas misteriosas en el fondo de una piscina), huidas a toda velocidad por las calles de la ciudad debido a que se había escapado de un aquelarre de brujas que pretendía c

La procesión infinita, Diego Trelles Paz

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eLa senda de los detectives Una manera especialmente interesante, me parece, de leer La procesión infinita, la tercera y más reciente novela de Diego Trelles Paz (Lima, 1977), es a partir del otro libro publicado este año por su autor, el ensayo Detectives perdidos en la ciudad oscura, que lamentablemente no se consigue en Montevideo (pero sí la novela). En sus páginas Trelles Paz propone y desarrolla la noción de “novela policial alternativa hispanoamericana”, un “modelo en formación dentro de la rama de la literatura detectivesca que nace de la necesidad de conciliar la incompatibilidad manifiesta entre la ideología, el imaginario y los mecanismos narrativos presentes en la novela policíaca, mayoritariamente anglosajona, y la compleja realidad de los países latinoamericanos” (p.363) y que encuentra en Borges a un precursor, pasa por la obra de los mexicanos Vicente Leñero y Jorge Ibargüengoitia y desemboca en Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, su primer momento de ple

Humo y espejos, Neil Gaiman

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El milagro de los monstruos Acaso sea gracias a la exitosa serie de TV basada en su novela American Gods, o quizá a que por fin se abrió camino fuera del recinto de la fantasía, la ciencia ficción y el terror la certeza sobre la gran estatura de Neil Gaiman como narrador –cosa sabida desde Sandman en adelante, por otra parte–, que empieza a ser accesible en castellano la mayor parte de la narrativa breve del autor de Coraline y El océano al final del camino. Salamandra publicó el año pasado Trigger warning (originalmente de 2015 y traducido como Material sensible ) y Roca Editorial se había encargado en 2008 de Fragile things (originalmente de 2006 y traducido como Objetos frágiles ), de modo que ahora, con Humo y espejos ( Smoke and mirrors, de 1998), los tres libros de relatos más importantes de Gaiman quedan traducidos completos al castellano. En cierto modo este último parece a primera vista más disfrutable que el otro publicado por Salamandra; es cierto que ambos repiten

La lluvia sobre el muladar, Martín Bentancor

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La lluvia sobre los cuentos Por cierto tiempo Martín Bentancor fue algo así como un secreto bien guardado en la literatura uruguaya contemporánea. Es decir: durante esos años –que vieron a su vez no pocas publicaciones– Bentancor se las arregló para explorar desde un lugar ligeramente periférico géneros y registros, desde el policial de las novelas que escribiera a cuatro manos junto a Rodolfo Santullo y que eventualmente abandonaría (Santullo, en cambio, persistió en su opción de género y se mantiene como un referente obligado de la novela negra en nuestro país) hasta incursiones en la historieta, cierto realismo costumbrista y el relato histórico. Pero fue con Muerte y vida del sargento poeta (2013) y después El inglés (2015), ambas merecedoras de los premios más prestigiosos de nuestro medio (Narradores de la Banda Oriental y el Premio Nacional de Literatura, respectivamente) que no sólo la producción de Bentancor adquirió un nivel más alto de visibilidad sino que, incluso,

Tiene que llover, Karl Ove Knausgård

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Aprender a tocar la batería (y a escribir novelas)     Lo primero que se me ocurre es esto: con la publicación del quinto volumen de Mi lucha, el impresionante ciclo autobiográfico de Karl Ove Knausgård,  resulta inevitable mirar hacia atrás y repasar lo ya publicado; lo segundo que salta a la vista es que ese quinto volumen, presentado como Tiene que llover (la edición de Anagrama repite los títulos otorgados a cada libro por el traductor al inglés: en noruego se llaman simplemente Mi lucha 1, Mi lucha 2, etc), de alguna manera requiere o demanda esa relectura o vuelta a examinar las entregas anteriores y, por tanto, empieza a esbozar algo que podrá sonar –lo sabremos cuando sea publicado en sexto volumen o cuando la ansiedad y la adicción Knausgård nos lleve a algunos a aprender noruego en un curso hiperintensivo– a una recapitulación o redondeo del proyecto. Y esto, esa apelación a algo que cabe llamar forma (ver página 226 del libro 1) , es interesante en sí mismo, porque pa

Ningún lugar, Hoski

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Cuentos con culos peludos Se me ocurren unas cuantas razones para pensar a Ningún lugar, el reciente compilado de relatos de José Luis Gadea/Hoski, como uno de los libros más interesantes publicados en lo que va del año y, de paso, como una buena refrescada en el contexto de la narrativa del siglo XXI en nuestro país. Eso parece quedar clarísimo a las pocas páginas: a Gadea/Hoski no le importa hacer buena letra ( eso que desvela a no pocos escritores de mi generación) ni prefiere evitar las erupciones románticas o el contraste entre irrupciones de filosofía low-fi (o irrupciones low-fi de filosofía) con líneas de mayor pretensión digamos poética o acaso expresiva, o con la narración pura y dura. Es decir: narra, y bien, pero también le importa –por suerte– hacer otras cosas, y no solo querer deslumbrar (si es que a estas alturas queda alguien que se deslumbre con eso) con un aburrido artesanado narrativo. Por cierto, los momentos “expresivos” abundan y algunos son memorables.