El monstruo en el fondo de todas las cosas
Un punto de partida sencillo: el monstruo como aquella entidad que vulnera (o destruye) la integridad del sujeto humano. Y de inmediato precisamos: ¿por qué se da esa vulneración? ¿Es que el monstruo busca algo? ¿Qué pretende de nosotros ? ¿Qué planes son los suyos y por qué? ¿Acaso los tiene? ¿Acaso piensa ? La narrativa de horror puede ordenarse, como sugirió Nick Land [1] , a partir de estas preguntas. En el extremo derecho del espectro podemos pensar la entidad concreta y comprensible, el monstruo definido, único y singular, dado desde una historia de sí, de su móvil, de sus intenciones: o todavía más, el «monstruo humanizado», del que se nos ofrece no sólo una agencia, una voluntad, un propósito o incluso un plan reductible a los términos de lo humano, sino también el vínculo de la empatía: sympathy for the devil . Así, en la Dracula de Francis Ford Coppola, entendemos que al monstruo lo han movido siempre el amor, la pérdida y la soledad, elementos de la finitud y constitu