La chica mecánica, Paolo Bacigalupi
Paolo Bacigalupi (Colorado, USA, 1971) es sin lugar a dudas uno de
los autores de ciencia ficción contemporáneos más interesantes. La
Chica Mecánica (2009, edición en español de Plaza & Janés, 2011) es
su primera novela, y ha pasado a convertirse en un referente indudable
del subgénero biopunk, uno de los derivados del ciberpunk, focalizado en
las alternativas y dilemas de la ingeniería genética y la
biotecnología.
Ambientada en el siglo XXIII y en Tailandia, la novela nos presenta un mundo en el que el calentamiento global y la crisis energética han alterado tremendamente las vidas de los seres humanos. Encontramos
entonces nuevas pautas climáticas, nuevos sistemas políticoeconómicos (la globalización económica es cosa del pasado, por ejemplo), nuevas enfermedades y epidemias y nuevas especies animales diseñadas como un nuevo recurso en un mundo en el que los combustibles fósiles ya casi no existen y el derroche de recursos del siglo XX no es más que un recuerdo remoto de tiempos donde la humanidad vivía en una fiesta de autoindulgencia.
Entre las diversas creaciones de la imaginación de Bacigalupi encontramos a los “Cheshires”, gatos capaces de cambiar de color famoso y bautizados en homenaje al personaje de Alicia en el país de las maravillas, los Megadontes, elefantes alterados genéticamente para remedar a los Mamuts, y los “neoseres”, androides creados con fines militares o para servir como esclavos sexuales (un poco al estilo de los replicantes de Blade Runner, aunque con un costado de “autómatas” que podría pensarse como un guiño de Bacigalupi a la estética steampunk), originarios de Japón y prohibidos en Tailandia.
Emiko, la protagonista del libro, es un neoser que trabaja en un bar de streepers ofreciendo un show de
sexo explícito; un día se entera de que hacia el norte, en dirección a Japón, existe una ciudad gobernada
y habitada enteramente por neoseres, y se propone partir en busca de la que entiende como una comunidad utópica. En su deseo de abandonar Tailandia, su camino tocará el de los otros personajes principales, Anderson Lake –un pirata genético que trabaja para una corporación occidental en el robo de variedades de frutas y hortalizas diseñadas en Tailandia–, Hock Seng –un antiguo jerarca del imperio chino refugiado en Tailandia tras la caída de su gobierno– y Kanya –una funcionaria del estado tailandés que investiga los movimientos tanto de Lake como de Seng.
La chica mecánica es una novela de lectura ágil y entretenida, especialmente lograda al nivel de los
detalles, que generan un futuro convincente y por momentos fascinante. Si bien no está a la altura
en concepto o alcance imaginativo de clásicos fundadores del subgénero biopunk –como Ribofunk,
de Paul Di Filippo o la trilogía Lilith’s blood de Octavia Butler–, la novela de Bacigalupi es sin duda un referente obligado para los lectores interesados en el presente y futuro inmediato de la ciencia ficción.
Uno de sus mayores aciertos, más allá de la historia atrapante, está en la representación de una economía
que se aparta de las pautas de derroche que todavía imperan en nuestra sociedad; también –y esto
por supuesto requeriría un artículo mucho más largo que esta reseña– vale la pena pensar en la imagen de
la naturaleza presentada por Bacigalupi: el mar invasor cuyo avance perpetuo no podrá ser contenido para siempre, las plagas,los virus que mutan libremente y amenazan los cultivos de los que viven los seres humanos.
Publicada en el número 5 de Fhtagn! Magazine, el 11 de noviembre de 2012
Ambientada en el siglo XXIII y en Tailandia, la novela nos presenta un mundo en el que el calentamiento global y la crisis energética han alterado tremendamente las vidas de los seres humanos. Encontramos
entonces nuevas pautas climáticas, nuevos sistemas políticoeconómicos (la globalización económica es cosa del pasado, por ejemplo), nuevas enfermedades y epidemias y nuevas especies animales diseñadas como un nuevo recurso en un mundo en el que los combustibles fósiles ya casi no existen y el derroche de recursos del siglo XX no es más que un recuerdo remoto de tiempos donde la humanidad vivía en una fiesta de autoindulgencia.
Entre las diversas creaciones de la imaginación de Bacigalupi encontramos a los “Cheshires”, gatos capaces de cambiar de color famoso y bautizados en homenaje al personaje de Alicia en el país de las maravillas, los Megadontes, elefantes alterados genéticamente para remedar a los Mamuts, y los “neoseres”, androides creados con fines militares o para servir como esclavos sexuales (un poco al estilo de los replicantes de Blade Runner, aunque con un costado de “autómatas” que podría pensarse como un guiño de Bacigalupi a la estética steampunk), originarios de Japón y prohibidos en Tailandia.
Emiko, la protagonista del libro, es un neoser que trabaja en un bar de streepers ofreciendo un show de
sexo explícito; un día se entera de que hacia el norte, en dirección a Japón, existe una ciudad gobernada
y habitada enteramente por neoseres, y se propone partir en busca de la que entiende como una comunidad utópica. En su deseo de abandonar Tailandia, su camino tocará el de los otros personajes principales, Anderson Lake –un pirata genético que trabaja para una corporación occidental en el robo de variedades de frutas y hortalizas diseñadas en Tailandia–, Hock Seng –un antiguo jerarca del imperio chino refugiado en Tailandia tras la caída de su gobierno– y Kanya –una funcionaria del estado tailandés que investiga los movimientos tanto de Lake como de Seng.
La chica mecánica es una novela de lectura ágil y entretenida, especialmente lograda al nivel de los
detalles, que generan un futuro convincente y por momentos fascinante. Si bien no está a la altura
en concepto o alcance imaginativo de clásicos fundadores del subgénero biopunk –como Ribofunk,
de Paul Di Filippo o la trilogía Lilith’s blood de Octavia Butler–, la novela de Bacigalupi es sin duda un referente obligado para los lectores interesados en el presente y futuro inmediato de la ciencia ficción.
Uno de sus mayores aciertos, más allá de la historia atrapante, está en la representación de una economía
que se aparta de las pautas de derroche que todavía imperan en nuestra sociedad; también –y esto
por supuesto requeriría un artículo mucho más largo que esta reseña– vale la pena pensar en la imagen de
la naturaleza presentada por Bacigalupi: el mar invasor cuyo avance perpetuo no podrá ser contenido para siempre, las plagas,los virus que mutan libremente y amenazan los cultivos de los que viven los seres humanos.
Publicada en el número 5 de Fhtagn! Magazine, el 11 de noviembre de 2012
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