El malestar del presente, Fernando Pessoa
El
anticristo pagano
En su artículo “Joyce, modernism, and
postmodernism” (“Joyce, modernismo y posmodernismo”, recogido en The Cambridge Companion to James Joyce),
el académico estadounidense Christopher Butler habla del combo “neopaganismo,
libertinaje e impiedad” popular entre los poetas de los primeros años del siglo
XX y asociado a la “transvaloración de todos los valores” nietzscheana. Es un
hecho, por cierto, que la literatura de comienzos del siglo pasado bebió de
nuevas y renovadas y reinventadas doctrinas esotéricas como la de la Golden Dawn (una logia neopagana
inglesa), la teosofía y el espiritismo; la modernidad, entonces, con su costado
cientificista y progresista, también tuvo su lado más bien “oscuro” o incluso
“oscurantista”. En el ensayo de Butler el asunto funciona como marco a la
juventud de Joyce y sus primeras armas en la literatura, pero también, para lo
que nos interesa acá, podemos trasladarlo a la figura de Fernando Pessoa
(1888-1935).
De hecho, los mencionados neopaganismo y
transvaloración articulan una más que adecuada puerta de entrada a El malestar del presente. Escritos de
Antonio Mora, recientemente publicado por la editorial argentina Cuenco de
Plata.
El libro compila los escritos del
heterónimo Antonio Mora en relación a una profunda crítica –de cuño
nietzscheano– al cristianismo (y de paso a las grandes religiones monoteístas)
y a una encendida defensa al neopaganismo.
Recordemos que Pessoa urdió una complicada
matriz de hasta 72 heterónimos (el
término fue inventado por él, y no cabe la designación “pseudónimos” en tanto
se trata de “personajes” o “personalidades” que se ofrecen como autores de
textos de tono, lenguaje, estilo e inspiración marcadamente diferentes entre sí
y que, además, adquieren un espesor biográfico), de la que el centro o corazón
es el poeta neopagano/panteísta/antimetafísico Alberto Caeiro, “maestro” de
muchos de los otros heterónimos y autor del libro O Guardador de Rebanhos, un conjunto de poemas escrito en 1914 y
publicado en 1925.
Entre sus discípulos –además de “Fernando
Pessoa”, desdoblamiento del yo “real” de Pessoa en otro de los heterónimos– se
encontraba Antonio Mora, cuya biografía queda esbozada en el primero de los
textos recogidos en el libro de El Cuenco de Plata y cabe ser leído como el
momento más nietzscheano del proceso literario/filosófico de Pessoa y sus
heterónimos, en particular en cuanto a la virulencia de su crítica al
cristianismo. Algunos ejemplos: “nacido en un período de decadencia, y en el
que la decadencia era de varias razas (…) el cristianismo fue una religión cuya
naturaleza era decadante, cosmopolita (...), una religión con una predilección
universal por todo cuanto es debilidad, decadencia e incapacidad” (p.67), “[en
el cristianismo] la noción de lo sobrenatural invitaba al descreimiento en la
utilidad, en la estabilidad de lo concreto. Esta nueva noción del milagro
llevaba al desprecio, cuando no a la indiferencia, a la posible existencia de
leyes naturales” (p.70), crítica extendida, además, a la filosofía como un
todo, en tanto “la filosofía trabaja a partir de un primer error, que consiste
fundamentalmente en atribuir a la Materia cualidades que nos vienen de analizar
o “tener conciencia” de nuestro espíritu (…) la filosofía es un antropomorfismo en todos los sistemas: atribuir a
la Naturaleza las cualidades que tenemos nosotros” (p.136).
El libro incluye un “posfacio” firmado por
Mario Cámara, autor además de la selección y la traducción de los textos; en
sus quizá un poco escasas cuatro páginas se nos ofrece una paráfrasis atenta y
clara de los escritos de Mora, con énfasis en su concepción de los comienzos
del siglo XX (el “malestar” ante un momento entendido como “resultado de una
historia decadente”, p.151) y con la justa aclaración de que la crítica al
cristianismo de Mora no implica una crítica a la religión sino a ciertos
“fundamentos filosóficos” que hacen a la religión de Pablo de Tarso, junto a la
propuesta de que, en el conjunto de estos “escritos”, la única salida a ese
“malestar” y a esa “decadencia” es la que puede encontrarse en el paganismo,
“antídoto y crítica del idealismo” (p.152).
Vale la pena leer esa apelación al
paganismo en relación al pensamiento de otros grandes “neopaganos” más o menos
contemporáneos de Pessoa, entre ellos el poeta irlandés William Butler Yeats
(1865-1939) y los ocultistas Aleister Crowley (1875-1947) y Edward Waite
(1854-1924). De hecho, Pessoa –aficionado a la escritura de cartas astrales
hasta el punto que una buena cantidad de sus heterónimos tuvieron las suyas
calculadass– sostuvo con Crowley una extensa correspondencia (800 páginas
rematadas en 2008) y se consultaban mutuamente en relación a asuntos
astrológicos y esotéricos. Crowley –no en vano llamado “el hombre más perverso
del mundo”– sostenía una persona
considerablemente más activa y extrovertida que cualquiera de las (escritas) de
Pessoa, pero más allá de sus diferencias vale la pena buscar puntos de contacto
entre dos figuras que cabe pensar como representativas de algunas de las
facetas más esquivas de esa cosa tan compleja a la que convenimos en llamar
“modernidad”.
En cualquier caso, El malestar del presente es una excelente oportunidad de acercarse
al drama em gente de Pessoa, así como
también una muestra brillante de ese momento pagano y anticristiano de la
modernidad.
Publicada el 17 de julio de 2015 en La Diaria
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