David Lynch, cruzando la cortina roja, Juan M. Corral


Es un mundo extraño, ¿verdad?


 
Desde hace cierto tiempo vienen siendo distribuidos en Montevideo los libros de la editorial mallorquina Dolmen, especializada en lo que podríamos llamar “cultura geek”. Se trata en general de trabajos con una fuerte apuesta por lo visual y, en algunos casos, una evidente intención de ofrecer un libro-objeto bello en sí mismo. Es el caso, por ejemplo, de El mundo del Spectrum (escrito por un colectivo de seis especialistas en el tema), cuyo diseño emula la ZX Spectrum, aquella mítica computadora hogareña de la década de 1980 que llegara a nuestro país ante todo bajo la forma del clon (no autorizado) fabricado por la empresa brasileña Microdigital y conocido como TK90-X.
Otros títulos abordan desde diversos puntos de vista la historia de los videojuegos, y cabe destacar en esa línea tanto el dedicado a la evolución de las consolas Nintendo (La historia de Nintendo: más de 125 años de entretenimiento, de Uxío Pérez Rodríguez) como De Super Mario a Lara Croft: la historia oculta de los videojuegos, de David Martínez. Entre lo mejor ofrecido por la gente de Dolmen, en cualquier caso, está el interesantísimo El mundo invisible de Hayao Miyazaki, de Laura Montero Plata, que bajo su aspecto inmediato de libro “visual” ofrece un riguroso y exhaustivo trabajo académico, indispensable para los fans del autor de El viaje de Chihiro, y vale la pena destacar también Alan Moore: la autopsia del héroe, de J.J.Bargas, biografía y análisis de la vida y las obras del proteico creador de Watchmen.

En general, si el punto fuerte de estos libros es tanto su presentación visual como ofrecer buenos compendios y panoramas de temas vinculados al mundo del comic, los videojuegos y el cine de culto, su punto débil es casi siempre el trabajo editorial sobre el texto, que suele quedar descuidado: tanto como para infundir a sus trabajos una a veces incómoda o incluso irritante aura de amateurismo. En algunos casos (como el ya mencionado libro dedicado a la ZX Spectrum que, sin embargo, logra mantenerse como un trabajo de referencia, quizá porque no hay tanta literatura dedicada al tema en nuestro idioma y el evidente cariño aplicado a la edición compensa con creces las torpezas estilísticas) esto no salda un balance negativo para el libro, y precisamente eso es lo que sucede con David Lynch, cruzando la cortina roja, de Juan M. Corral, que llegó hace no tanto a las librerías montevideanas.

Se trata de un completo panorama o repaso de la carrera de Lynch, bien apoyado (como corresponde a las pautas de la editorial) por fotografías del biografiado, fotogramas de sus películas y reproducciones de sus cuadros, que logra un buen equilibrio entre la exposición de corte más periodístico y una verdadera crítica cinematográfica. Es cierto que algunos de los juicios críticos parecen algo consabidos o incluso datados (el rechazo de buena parte de Twin Peaks y una mirada bastante negativa a Corazón Salvaje) y que al momento de exponer sus criterios el autor pone en evidencia cierto conservadurismo que parece chocar con las propuestas del cineasta en cuestión, pero también es cierto que otras tantas secciones exhiben un verdadero conocimiento en profundidad del cine de Lynch: en ese sentido, es un libro escrito por un crítico de tipo cinéfilo, alguien más capaz de acumular referencias casi siempre oportunas a la historia del cine y los entretelones de la creación que de ofrecer una lectura refrescante o sorprendente de la obra en cuestión.

A la vez, la escritura de Corral abunda en muletillas (“en puridad”, “si me apuran…”), en gerundios y en frases no del todo bien resueltas que claramente se habrían beneficiado del trabajo de un editor. De hecho, es curioso que Corral dispare datos técnicos y alusiones a grupos musicales casi underground sin explicar gran cosa y se tome la molestia de aclarar al lector que Jaques Lacan fue “un médico francés que polemizó con una obra que recuperaba la concepción aportada por Freud sobre el inconsciente, matizándola con incorporaciones provenientes de la lingüística, de la filosofía o de las matemáticas”, aunque luego es poco lo que aporta en relación a la presunta influencia de Lacan en Lynch.

Sin embargo, y a pesar de todos sus defectos, David Lynch, cruzando la cortina roja es un libro de gran valor para el admirador del cineasta. No se trata de una presentación destinada a quien desconozca por completo la obra en cuestión y busque cómo entrar a ese peculiar y maravilloso universo cinematográfico (es un trabajo demasiado exhaustivo para eso: quien busque ese enfoque haría bien en recurrir al tomo sobre Lynch de Cahiers du Cinema), ni tampoco un libro que aportará, en términos generales, a quien ya haya leído, pongamos, el compilado de entrevistas Lynch por Lynch (editado en español por El Cuenco de Plata), los estudios David Lynch: El hombre de otro lugar, de Dennis Lim (editado en español por Alpha Decay) y el ya bastante datado David Lynch, de Michael Chion (editado en español por Paidós), o también el más reciente –y fascinante en todos sus aspectos– Espacio para soñar (Reservoir Books), una autobiografía escrita a dúo, pero sí logra instalarse con comodidad en una zona intermedia: la dedicada a quienes hayan visto dos o tres películas (o apenas la fabulosa tercera temporada de Twin Peaks) y pretendan ahora orientarse para seguir adelante en el examen de la obra completa.

A la vez, Corral hace los suficientes aportes propios (en el sentido de un valor añadido a la exposición de lo ya dicho en otros libros o de lo que se puede encontrar en Wikipedia) como para que el libro termine confirmado en su valor: si bien todos estos temas podrían ser un poco más desarrollados, es especialmente interesante la atención dedicada al lado musical de la carrera de Lynch, con buenas reseñas de discos como el hermoso álbum dark ambient Polish Night Music, de 2007, o a la exposición de algunas conexiones de Lynch con artistas como el colectivo The Residents. Es interesante también constatar que Corral hace sus esfuerzos para salvar (con acierto, al menos en mi opinión) algunos aspectos de Dune, la película de 1984 que el propio Lynch ha considerado el nadir de su carrera, y que su evidente amor por el cineasta  hace que cada observación negativa que arriesga quede compensada por una más entusiasta por otro aspecto de lo comentado: esa suerte de empatía con Lynch logra, entonces, contagiar de entusiasmo al lector, que sin duda cerrará cada capítulo con ganas de ver o volver a ver la o las películas en cuestión. Se trata, en última instancia, de un libro sumamente recomendable, que no llega a quedar malogrado por sus defectos o apresuramientos: de hecho, en muchas ocasiones salta a la vista que de haberse contado con un trabajo de edición más riguroso, el libro ocuparía cómodamente el lugar de un texto de referencia ineludible entre el volumen de lo escrito en castellano sobre el autor de Inland Empire.

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