Revolución en sepia, Valentín Trujillo
Revolución en sepia, la segunda y más reciente novela
de Valentín Trujillo (Maldonado, 1979), se encuentra a mitad de camino entre la
película That thing you do (Eso que tú haces, Tom Hanks, 1999) y las
llamadas ucronías o novelas de
historia alternativa. Desarrollar esta afirmación es el propósito de esta nota.
Para
empezar, la película aludida narra las aventuras y desventuras de The Oneders
(el nombre suena igual que wonders, del
mismo modo que Beatles suena igual
que beetles, o sea escarabajos, pero
con la alusión al beat, o pulso,
ritmo, etc), una banda ficticia estadounidense en la estela de los Fab Four al
poco tiempo de estallada la Beatlemania. Parte del interés de la historia contada
pasa por su construcción del pop de los sesenta (en particular del subgénero
llamado beat music o merseybeat, etiqueta que, fuera de
comentarios de corte historicista o del hábito de algunos musicólogos formados
con textos algo quedados en el tiempo, cayó en desuso poco después de que el
subgénero en sí pasara de moda, hacia 1967: de hecho, las bandas que
sobrevivieron al cambio en los gustos del público lo hicieron abrazando
etiquetas más amplias como rock o
incluso pop a secas) y su comentario
más o menos explícito de la propia historia de The Beatles; la banda, a todas
luces ficticia, es plausible, en el
sentido de que pudo haber existido: su plausibilidad, de hecho, es la
estrategia por la que la película comenta el mundo del pop sesentero y su
vértigo. Así, los Oneders no logran hacer más que alcanzar un éxito radial para
poco después desintegrarse, de manera que su influencia en la historia del
pop/rock es nula y, por lo tanto, no dejaron huella alguna ni cambiaron la
música como la conocemos.
Las
ucronías, por su parte, son narraciones que se desarrollan en historias
diferentes a la real; imaginemos, por tanto, una ucronía musical: hacia 1966
corrieron rumores de que The Beatles se habían separado y que cada uno de ellos
seguiría su propia carrera individual. Esto, obviamente, no sucedió, pero
imaginemos lo contrario: una historia de la música sin Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, sin el Álbum
Blanco, sin Let it be ni Abbey Road. Parte del desafío de pensar una ucronía
consiste en proponer los cambios; así, digamos (por ejemplo) que sin el Peppers no se
dieron todos los factores que contribuyeron a la ignición del rock progresivo,
y por tanto la separación de The Beatles termina “causando” que no existan como
las conocemos (o que toquen música fundamentalmente distinta a la que
eventualmente los distinguió en “nuestra” historia real) bandas como Pink
Floyd, The Nice, Procol Harum o Soft Machine, ni tampoco King Crimson, Yes o
Genesis. Sin el pico de popularidad de estas bandas la llamada revolución del
punk habría sido como mínimo menos acusada, o quizá incluso no habría existido:
ahí, entonces, tenemos que pensar en un mundo sin la primera oleada punk del 77
y, sobre todo, sin las bandas notoriamente más interesantes que siguieron, como
Joy Division, Talking Heads o The Human League, por nombrar sólo algunas. Y así
podríamos seguir: una década de los 80 completamente distinta, lo mismo para
los 90s y quién sabe dónde estaríamos parados en 2019: Evidentemente esto no es lo que hace That thing you do, y por lo tanto, la película escrita y dirigida
por Hanks no es una ucronía.
Revolución en sepia, finalmente, es la historia de un
grupo de músicos uruguayos que arman una banda, Los Shepards (nótese el juego, similar al de Oneders/Wonders o Beatles/Beetles,
entre Shepard, que suena a un apellido, como si se dijera que el grupo
comprende a la familia Shepard o Sheppard, y el término shepherd, “pastor”), que graba su primer disco en Buenos Aires y
alcanza rápidamente (como haría Soda Stereo más o menos una década y media
después) el éxito al nivel latinoamericano. Ahí es fácil ver la historia
alternativa: en efecto, tal cosa no
sucedió; no hubo, es decir, una banda pop uruguaya que hacia 1968 o 1969
(las fechas exactas están cuidadosamente difuminadas en la novela, y esta es,
de hecho, una de las muchas astucias de Trujillo en esta novela, que lo
confirma como un narrador hábil y de múltiples recursos) saliera de gira por
Latinoamérica para convertirse en un fenómeno pop a esa escala. ¿Esto permite
que pensemos en Revolución en sepia
como una ucronía? Lo es a ese nivel, por cierto; sin embargo, y sin arriesgar
un spoiler, las circunstancias
históricas no solo no son desarrolladas (y por tanto no es construida una
historia alternativa más allá de las premisas, que podríamos pensar como qué hubiese pasado de haber existido una
banda uruguaya con tal nivel de éxito en la región) sino que, hacia el
final, el efecto de lectura construido es que los acontecimientos desembocan en
lo que sabemos que en efecto sucedió en la historia uruguaya (la dictadura, es decir, porque es
concebible que la acción de la novela termine hacia 1971 o 1972).
Podemos ver esto en mayor detalle. La (por
llamarla de alguna manera) renuncia a
construir un desarrollo de los hechos de historia alternativa, o de la premisa
ucrónica, puede fácilmente hacernos pensar que Trujillo no se propuso construir
una ucronía, al menos no en el sentido convencional que hace a libros como El hombre en el castillo, de Philip K.
Dick, en el que a la premisa (“la Alemania nazi ganó la segunda guerra
mundial”) se sigue un desarrollo especulativo (“y por tanto hacia 1962 Estados
Unidos está dividid en una zona de ocupación alemana, una zona japonesa y un
estado intermedio mayoritariamente despoblado”), sino más bien jugar con las
potencialidades implícitas en la música pop de la década de 1960, en particular
desde la recepción de esta en el Río de la Plata. De hecho, en la carrera de
los Shepards puede apreciarse algo así como el germen de lo que la música
uruguaya exploraría entre fines de los 60 y la década siguiente, en particular
la fusión del pop con el candombe, presentada por Trujillo como precisamente
una potencialidad implícita a la idea de tocar música afín a la de The Beatles
en el Río de la Plata; y si bien para 1968 los Fab Four ya habían transitado
por caminos experimentales y de vanguardia, la novela de Trujillo se hace cargo
del lugar privilegiado, en la recepción rioplatense de la música Beatle, de los
primeros años de la banda y su sonido merseybeat
pre-Help. Queda así sugerida la idea
de una evolución digamos paralela: los
Shepards no replican exactamente la trayectoria de The Beatles (del pop a lo
experimental y luego vuelta a las raíces, por resumirlo brutalmente) sino que,
pasado un punto de inflexión (que en los ingleses estaría entre Help y Rubber Soul, hacia 1965 o 1966, pero que en los uruguayos ocurre
más tardíamente, hacia 1969 o 1970), una banda avanzaría hacia el barroquismo
conceptual y el rock progresivo/psicodélico (el Pepper’s y Magical Mistery
Tour) mientras que la otra apostaría –o intentaría hacerlo: las
circunstancias narradas modifican esto, como verá el lector que recorra la
novela– por una apelación a lo “auténtico” local, al fusionar rock/pop con
candombe. La sugerencia implícita, por supuesto, es que ese era el camino a tomar entonces si se quería ir más allá de la
factura pulcra de covers más o menos
disimulados; y, por supuesto, ese fue
el camino tomado por tantas bandas locales. En ese sentido, el interés de
Trujillo no es tanto lo ucrónico o alternativo sino, más bien, ensayar
variaciones sobre lo que de hecho fue y
de alguna manera si no explicarlo al
menos ponerlo en evidencia: Con distintas premisas, los mismos resultados. De
ahí que, hacia el final, el lector sienta la inminencia de lo que (por otra
parte) sabe que ha de sobrevenir: la dictadura, la violencia, etc.
Leída de esta manera, Revolución en sepia pasa por una novela que emplea mecanismos
propios de la ucronía o la historia alternativa y los resignifica como un
procedimiento más de, paradójicamente, la narrativa histórica, género querido a
Trujillo (su libro más ambicioso, Cómanse
la ropa es, de hecho, una novela histórica, como también lo es el relato
que aportó a Bogotá 39 y otros tantos
de sus cuentos ya publicados en los libros Jaula
de costillas y Entre jibaros): a
lo que asistimos es a una exposición de un zeitgeist
(el de fines de los sesenta) a través del artificio de la ficción.
La novela en sí está ejecutada con pericia
y, ante todo, con un tono y un tempo mantenidos
a la perfección, con pulso firme. Los comentarios sobre el zeitgeist o espíritu de los tiempos tardosesentero, que vinculan
música con revolución, filosofía existencialista con pop y compromiso político
con honestidad artística, están dispuestos de manera fluida y, si se quiere
emplear el término, natural, de
manera que en ningún momento el lector siente que la narración cede a una
bajada de línea o tomada de partido. Pero, finalmente, es esa lectura de una
época y sus valores lo que se mantiene tras la lectura de la novela: una mirada
desprejuiciada, por momentos ligera y humorística, por otros compleja y
problematizada, de una época que todavía no hemos terminado de digerir (y,
salvando las distancias, o mejor, pensándolas desde la relación
centro/perfieria o Latinoamérica/Primer Mundo Anglosajón, lo mismo hace That thing you do). Es, en última
instancia, un relato de una época ya bastante transitada por la ficción local:
la novedad de Revolución en sepia es
que por una vez el relato está hecho desde las preocupaciones y los horizontes
conceptuales y filosóficos de alguien que no protagonizó esos años. Eso
comporta una frescura y, también, una renovación: quizá por ahí esté, en última
instancia, el interés principal de esta pulcra novela de Valentín Trujillo.
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