Lazarus, David Bowie
Mayor
Tom al control de misión
En una fecha tan temprana como 1971 Bowie
había firmado con el nombre de The Actor
(el actor) los créditos de Hunky Dory, su último LP hasta ese momento; al año
siguiente, bajo la consigna de que el rock’n’roll debía ser impostado y
actuado, se lanzó a interpretar (en escena y en entrevistas) a Ziggy Stardust,
un mesías del espacio exterior y el primero de sus personajes más memorables.
Pero fue recién en 1976 y con su soberbia actuación en The Man Who Fell To Earth (“El hombre que cayó a la tierra”), dirigida por Nicolas Roeg, que el
actor empezó a adquirir cierto espesor. La historia suele ser contada así: Roeg
había pensado en Peter Sellers para el papel de Thomas Jerome Newton –un
extraterrestre que llega a nuestro planeta en busca de agua para salvar su
mundo natal–, pero después de ver Cracked
Actor, el documental de la BBC sobre la gira estadounidense a la que se
lanzó Bowie en 1974, supo que el cantante flaco hasta los huesos, cocainómano
paranoico y fascinado con el ocultismo, era ideal para el papel. Quizá porque
podía transmitir fácilmente la idea de no
estar del todo ahí, de no compartir ciertos códigos con los seres humanos.
Bowie, pensó Roeg, tenía simplemente que hacer de sí mismo, así que no
importaba si era un cantante de rock o un actor profesional.
Más allá de su lugar en la historia del
cine de ciencia ficción y del cine en general, la película resultó clave para
la carrera de su actor principal. Y no solamente en cuanto a su carrera actoral
sino más bien a esa cosa compleja y multimedia que fue el camino como creador
de David Bowie. Los discos Station to
Station y Low, por ejemplo, de
1976 y 1977 respectivamente, no podrían pensarse sin alguna forma de relación
con The Man Who Fell To Earth (de
hecho ambos usan fotogramas de la
película a modo de portada), y esa aura de entidad perdida a medio camino entre
lo extraterrestre y lo humano (per)seguiría a Bowie hasta su muerte.
Esta última afirmación parece una
exageración retórica; sin embargo, es interesante que los dos últimos proyectos
de Bowie hayan quedado de alguna manera marcados por The Man Who Fell To Earth. En efecto, el que sería su último álbum,
Blackstar, regresó a esa profusión de
simbología esotérica y narrativa de extraterrestres varados. El video de la
canción que le da título, por ejemplo, arranca con un astronauta muerto en un
paisaje alienígena, es decir otro hombre caído en otra tierra.
Pero es más bien el tercer tema del disco,
“Lazarus”, el que ofrece el retorno más claro a la película de 1976. Ante todo
porque fue compuesto para el musical del mismo nombre escrito por Bowie y Enda
Walsh, estrenado el 7 de diciembre de 2015 y propuesto como una reescritura y
secuela de The Man Who Fell To Earth.
La obra hasta la fecha sólo ha sido representada en Broadway (está anunciada
una producción londinense, con fecha de estreno para el 8 de noviembre
próximo), de modo que la manera más sencilla de hacerse una idea, por ahora, es
con el recientemente editado Lazarus
Original Cast Recording, CD doble –grabado el 11 de enero de este año, por
lo que los músicos salieron del estudio para recibir la noticia de que Bowie
había muerto la noche anterior– que compila las canciones interpretadas por el
reparto original y añade tres canciones grabadas por Bowie en las sesiones de Blackstar y no incluidas en ese álbum.
Fascinación
extraña
Una primera mirada a la lista de canciones
en el CD establece que hay composiciones hechas a propósito para el musical y
otras tomadas del repertorio clásico de Bowie. Las primeras son “Lazarus”
(después incluida en Blackstar), “No
Plan”, “Killing a Little Time” y “When I Met You”; las otras “It’s no game
part. 1” (del álbum Scary Monsters (And Super Creeps), de
1980), “This Is Not America” (de la banda sonora de la película The Falcon and the Snowman, de 1985),
“The Man Who Sold The World” (del album homónimo de 1970), “Love is Lost” (de The Next Day, 2013), “Changes” (de Hunky Dory, 1971), “Where Are We Now”
(también de The Next Day), “Absolute
Beginners” (de la banda sonora de la película homónima, de 1986), “Dirty Boys”
(The Next Day), “Life on Mars?” (Hunky Dory), “All the Young Dudes”
(canción compuesta por Bowie para la banda Mott The Hoople y lanzada en 1972),
“Sound and Vision” y “Always Crashing in the Same Car” (de Low, de 1977), “Valentine’s Day” (The Next Day) y “Heroes” (del disco homónimo de 1977).
No parece difícil sacar algunas conclusiones.
Primero, que la mayoría de las canciones pertenece al álbum The Next Day, al que podríamos pensar
como la inauguración de la fase tardía en la discografía de Bowie, abundante en
retornos a y reescrituras de ese momento seminal de mediados de la década de
1970. Así, cobran un significado especial las canciones “Love is Lost”, que
incluye en su video al personaje del Delgado Duque Blanco, otro de los
“subproductos” de The Man Who Fell To
Earth, y “Where Are We Now?”, que retoma en su letra los lugares de la
ciudad de Berlin frecuentados por Bowie durante su estadía allí en 1977.
Cabe pensar también en el setlist desde el dato de quién –entre
los actores del reparto– interpreta cada canción. Así, Michael C. Hall (famoso
ante todo por su protagónico en la serie Dexter)
se encarga de “Lazarus”, y dado que en su letra habla (en primera persona) el
Thomas Jerome Newton de The Man Who Fell
To Earth, podemos pensar que las canciones interpretadas por él son el eje
de la trama. Su repertorio,
entonces, incluye “Lazarus”, “It’s No Game”, “Where Are We Now?”, “Absolute
Beginners”, “Killing a Little Time”, “When I Met You” y “Heroes”. Es significativo que de las canciones compuestas adrede para el
musical, Hall se encargue de tres (sobre un total de cuatro); a la vez, el uso
de “Heroes” a modo de epílogo resulta significativo (la canción es mucho menos
optimista de lo que parece o de lo que el propio Bowie intentó resemantizar en
las actuaciones en vivo posteriores a la década de 1980) y el enganche entre
“Lazarus” (cuya letra puede entenderse como un resumen de la trama de The Man Who Fell To Earth, o al menos de
parte de ésta) e “It’s No Game”, con su pasmo y fascinación ante el caos de la
cultura occidental hacia fines del siglo XX, sin duda abre interesantes
posibilidades narrativas. Entre ellas, que es curioso que Bowie haya decidido
contar la historia de Thomas Jerome Newton con la sustancia de su propia
historia: la de sus canciones, al menos.
Pensándolo estrictamente en tanto música,
el disco no termina de despegar de lo que podría ofrecer un buen compilado de
tributos. Algunas versiones suenan
especialmente bien (“The Man Who Sold The World”, por ejemplo, que retoma el
sonido electrónico con el que Bowie la reformateó a mediados de la década de
1990) y otras parecen reducidas a un aspecto meramente de “canción”,
despojándolas de peculiaridades de sonido, narrativa y concepto. Así, no valen
tanto la pena ni “Changes” ni “Life on Mars?”, pero resultan al menos
placenteras las interpretadas por el actor Michael Esper (en particular “Love
is Lost” y “Dirty Boys”).
El disco dos es, naturalmente, otra cosa.
Las versiones digamos “originales”, es decir las grabadas por Bowie y la banda
de Blackstar –los jazzeros Donny
McCaslin (saxofón), Bill Monder (guitarra), Jason Lindener (teclados), Tim
Lefebvre (bajo) y Mark Giuliana (percusión)–, son emocionantes para cualquier
fan del músico y aportan más piezas al rompecabezas de Blackstar y esa etapa tardía mencionada más arriba.
El plato fuerte es sin dudas “No Plan”, y
la versión de Bowie suena infinitamente superior a la algo tenue del musical, a
cargo de la actriz Anna Caruso (cuyo trabajo, por supuesto, sólo debería ser
juzgado teniendo en cuenta su dimensión actoral completa, y no sólo la musical).
Es una canción a la altura de las incluidas en Blackstar y de lo mejor de The
Next Day, lo que es lo mismo que decir “otro Bowie clásico”. Después,
“Killing a Little Time” se acerca al momento más rockero de Blackstar, la versión de ese disco de
“Sue (Or in a Season of Crime)”, y su producción desquiciada lo asemeja a una
versión pasada por demasiadas líneas de cocaína de canciones como “After All”,
de The Man Who Sold The World.
La última de este trio de canciones inéditas
es “When I Met You”, quizá la más débil o más notoriamente asimilable a la idea
de una composición descartada de un álbum. Con su producción menos densa (y en
ese sentido más alejada del sonido característico de Blackstar), podría perfectamente pasar por una canción del Bowie de
fines de los noventas, un descarte de Hours,
por ejemplo.
Para los fans de Bowie, este disco tiene un
interés doble. Su disco uno, desde la selección de canciones y los vínculos con
The Man Who Fell To Earth y el
momento central de los setentas, aporta a ese enigma interminable de David Bowie
y su multitud de yos; el disco dos, por su parte, es básicamente una postal
desde el más allá, y como tal cada uno de sus sonidos y compases está cargado
de magia y nostalgia. Ambas cosas vuelven a Lazarus
Original Cast Recording un disco imprescindible.
Publicada en La Diaria el 2 de noviembre de 2016
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